domingo, 21 de junio de 2015

TENEMOS CANDIDATO A LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO






DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL PEDRO SÁNCHEZ

Con humildad y con emoción: acepto la candidatura del Partido Socialista Obrero Español a la Presidencia del Gobierno de España.
Gracias a vosotros hoy entro a formar parte de una corta lista en la que me preceden personas a las que admiro y respeto como Alfredo, Jose Luis, Joaquín y Felipe González.
Soy muy consciente del honor que recibo.
De la deuda que contraigo con todos vosotros.
Ganaremos las elecciones, pero seguiré estando en deuda con vosotros.
Haremos políticas que impulsen el crecimiento justo y el buen empleo, aprobaremos leyes que den oportunidades a nuestros jóvenes, igualdad y seguridad a las mujeres, que protejan a quien no tiene empleo, que cobijen a quien no tiene casa, que cuiden a quienes no tienen salud, que den visibilidad a la diversidad, sostendremos a los que ya no tienen fuerzas, conservaremos el patrimonio natural y cultural y seguiré estando en deuda con vosotros.
Ampliaremos las libertades y el bienestar de las españolas y los españoles, y apenas habré empezado a saldar mi deuda de gratitud con vosotros. Gracias de corazón.
Quiero también dar las gracias a mi familia.
A mis padres, porque ellos son también los padres de mis mejores valores, de los valores que me constituyen como persona y como socialista.
A David, mi hermano, mi primer compañero.
A Begoña, no sólo por su comprensión cuando la tarea en que me he empeñado me aleja de su lado, no sólo por su paciencia, su sonrisa y su aliento, también por la fuerza que me da para seguir. Gracias Begoña.
Quiero dar las gracias a mis hijas porque cada noche, cuando regreso a casa, su alegría borra mi cansancio.
Queridos amigos y amigas,
Cuando en España todavía escasea el crédito en la política y en la economía, cuando la desconfianza y el escepticismo inundan el ánimo de muchas personas, vosotros me entregáis un enorme depósito de confianza, y me lo dais con el mejor aval político de la historia de la democracia española, el aval del Partido Socialista.
El PSOE es el partido más importante de la historia de España. Fue creciendo lentamente, sólidamente. Perseguido durante la larga noche franquista, renacimos por y para el restablecimiento de las libertades y la democracia en España. Somos herederos del compromiso de generaciones y generaciones de españoles con la causa de la libertad y la igualdad.
Somos herederos de hombres y mujeres comprometidos, que a lo largo de 136 años se organizaron en sindicatos, en asociaciones de vecinos, en asociaciones juveniles, en asociaciones de padres y madres, que además supieron encontrar tiempo y energías, incluso ofrecer su vida y su libertad, para construir un partido capaz de unir y cambiar la vida de la gente y la historia de España.
Ese es nuestro patrimonio político. La experiencia del PSOE es una sabiduría acumulada, un tesoro del que somos depositarios y que ponemos al servicio de los españoles del presente.
No, no hemos avanzado a hombros de gigantes, sino a hombros de mujeres y hombres anónimos, trabajadores, que se unieron, como nosotros nos unimos, que se respetaron, como nosotros nos respetamos, y que pusieron en común sus fuerzas para afrontar una enorme tarea de cambio.
En honor a todas esas personas y por justicia, hoy reivindico todo ese tiempo de vida,
Hoy reivindico la memoria de las vidas segadas por la barbarie y el terrorismo. Reivindico la vida que tantos españoles entregaron a la causa que ahora nosotros encarnamos.
Reivindico lo que junto a millones de españolas y españoles hemos hecho los socialistas por nuestro país a largo de nuestra historia.
Por una España que es más que un territorio, por una España que es más que un lugar en la ancha geografía del mundo, por una España que es una idea, una idea de igualdad, de libertad, de fraternidad, una forma de convivir plurales y unidos. Esa es la idea de España que tenemos.
No ha habido una fuerza política capaz de unir e integrar a más personas en la vida y la historia común de España como lo ha hecho el PSOE.
Sé bien lo que, por vuestra voluntad, represento. Sé el patrimonio de servicio que me avala.
Con la extensión de la educación pública, con la ampliación del número de universidades, con la multiplicación de becas para el estudio, los socialistas hemos incorporado a la gran patria del conocimiento a sectores sociales para los que era un sueño inaccesible.
Y lo hemos hecho con el voto de la gente, con su confianza, pero lo hemos hecho nosotros.
Con la sanidad pública hemos conseguido que todos los españoles, con independencia de sus recursos económicos y del lugar en que vivan, cuenten con herramientas para prevenir y curar una enfermedad.
Lo hemos hecho con los votos de la gente, claro, pero antes de Ernest Lluch no era tan claro lo que hoy es de sentido común para la inmensa mayoría, y es que los descubrimientos más modernos en la medicina deben llegar al mismo tiempo, el mismo día, el mismo instante, a quienes más tienen pero sobre todo a quienes más lo necesitan.
Sí, con nuestras políticas, con nuestros valores, hemos trabajado para que todos viviéramos la misma hora de España. Para que compartiéramos la misma historia, y para que todos sin exclusiones hiciéramos historia, no sólo en nuestros centros de trabajo sino en sus instituciones, en todas sus instituciones.
Hace apenas unos días se han constituido los nuevos gobiernos locales. En mi recuerdo, el ejemplo de un gran concejal, un luchador por las libertades de todos que nunca perdió la sonrisa: Pedro Zerolo.
También, durante las próximas semanas echarán a andar los nuevos gobiernos autonómicos.
Desde hace 36 años, el PSOE ha venido siendo un inmenso cauce de participación política de las personas de todos los territorios, de todas las condiciones sociales y económicas, con la única condición de abrazar los ideales comunes de libertad, igualdad, solidaridad y justicia social que propugnamos los socialistas.
Nunca pusimos límites ni trabas, abrimos nuestro partido a todos, confiamos nuestro partido a nuestro pueblo, porque siempre supimos que nuestro partido es de la inmensa mayoría de los españoles y las españolas.
Miles de hombres y mujeres de todas las tierras de España han sido, son y serán representantes de la voluntad ciudadana bajo las siglas del Partido Socialista, y habrán escrito una página de la historia de sus pueblos con el pulso firme y la letra clara de quien forma parte del mismo pueblo que gobierna, de quien sabe que la democracia es un sistema político en el que los gobernados son también gobernantes.
Quienes nos precedieron en el PSOE mantuvieron celosamente la autonomía de nuestro proyecto, nunca lo subordinaron a otra fuerza que a la voluntad de nuestro pueblo, ni a otro interés que al interés de la clase media y trabajadora. Nosotros mantendremos la autonomía de nuestro proyecto para entregarlo a las siguientes generaciones tan libre como lo recibimos.
Sí, sé muy bien que los socialistas hemos contribuido a construir la España del presente, y estoy convencido de que esa es una luz que debemos elevar para que se nos vea y se nos reconozca, y también para que esa luz nos ilumine el camino. Vamos a liderar un cambio seguro y valiente, coherente con nuestros valores socialdemócratas, un cambio que una y en el que se reconozcan todos los españoles.
Amigos y amigas,
Los españoles estamos ante la tarea urgente de crear oportunidades y de recuperar la convivencia en nuestro país.
Vivimos en una sociedad crispada. Crispada por la angustia y la incertidumbre de quienes ven en peligro sus trabajos, de quienes ven en riesgo jamás poder encontrarlo o en riesgo sus proyectos empresariales. Crispada por los casos de corrupción y la falta de ejemplaridad. Crispada por la desigualdad y la impunidad. Crispada por quienes confunden patria con su patrimonio. Crispada con gobernantes que esconden su incapacidad de garantizar un futuro mejor tras el discurso del miedo.
Necesitamos desterrar de la vida pública el insulto, la descalificación y el miedo, para abrir un tiempo de tolerancia y de respeto que permita un diálogo fructífero entre todos.
Como dijo Fernando de los Ríos: la única revolución que falta por hacer en España, es la revolución del respeto.
Necesitamos ocuparnos real y eficazmente de crear oportunidades para la mayoría y amparar a quienes sufren.
Y es verdad que en esa tarea los socialistas debemos jugar un papel de vanguardia, pero no es menos cierto que es una tarea que nos concierne a todos los españoles.
España necesita un buen Gobierno. Y yo me comprometo a que España tenga un buen Gobierno. Un Gobierno que base su fuerza en la ejemplaridad y en la alternativa constructiva.

Llevamos demasiados años sufriendo un mal Gobierno que gobierna solo y contra todos. Un Gobierno que aprueba reformas educativas en contra de la comunidad educativa, que pone en riesgo la industria cultural subiendo su IVA, que devalúa los salarios y los derechos laborales en contra de los trabajadores, que recorta la justicia universal y las libertades de mujeres y ciudadanos con la oposición de la mayoría, que desprecia el desafío del cambio climático en contra de la comunidad científica. Un Gobierno que persigue fiscalmente al trabajador y amnistía al gran defraudador.
Lideraremos el buen Gobierno desde la moderación, con alternativas valientes y constructivas.
El buen Gobierno abrirá las puertas a la participación cívica. Porque España necesita también una ciudadanía consciente de la importancia de su participación. España necesita de la virtud de sus ciudadanos, del ejercicio cotidiano de sus derechos y el cumplimiento de los deberes que le acompañan.
Como proclamó José Saramago: tomemos nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes.
Construyamos una España entre todas las generaciones y para todas las generaciones. Porque sólo ganaremos el futuro si nunca olvidamos que la educación de nuestros hijos depende de los padres y de los maestros, la suerte del enfermo depende del sano, la cultura del respeto de todos a la propiedad intelectual, el pensionista del trabajador, el mayor del joven, el desempleado del empleado, y la victima de la violencia de género del compromiso de toda la sociedad.
Amigos.
Pasan los años y en la agenda de la sociedad española sigue habiendo dos problemas que se llevan nuestras fuerzas y minan nuestra moral social. Dos desafíos que me comprometo a erradicar: el paro y la corrupción.
Cinco millones y medio de españoles buscan empleo y no lo encuentran. Dos millones desde hace más de dos años. La falta de oportunidades hace que nuestros jóvenes emigren o tengan empleos precarios en sectores sin correspondencia con su formación. Las mujeres sufren la desigualdad salarial, el paro o la jornada doble en la oficina y en el hogar. Las personas con discapacidad han visto recortadas sus opciones de acceso al mundo laboral. Los jóvenes de 40 años ya son considerados viejos en el mercado de trabajo, y los mayores de 50 corren el riesgo cierto de estar prejubilados o de sufrir el paro de larga duración. Quienes tienen empleo cobran menos salario pero trabajan más horas. Los contratos estables dieron paso a empleos de horas. Y los autónomos ven cómo sus cotizaciones se comen la mitad de su sueldo, sin que ello les garantice una protección social digna.
No tener empleo es algo peor que no tener una fuente de ingresos. No tener trabajo es carecer de una fuente esencial de autoestima y de seguridad personal y familiar.
El paro no sólo hace vulnerable a cada parado o a cada parada en particular, el paro hace vulnerable a España en sí misma. Con un paro como el que sufrimos hay muchas personas en riesgo de exclusión social, las redes de protección social se han debilitado, y la sociedad es más vulnerable al abuso organizado de los fuertes.
Cuando los organismos internacionales dicen que deberemos esperar una década para reabsorber todo el paro que tenemos, nuestra respuesta no puede ser echarle la culpa al de antes o al de ahora, resignarnos y mirar hacia otro lado.
Si tenemos estas tasas de paro es porque nuestro modelo productivo se sostiene sobre sectores que son muy vulnerables al desempleo en caso de crisis y porque tenemos una escasa productividad, una baja competitividad, y nuestra estructura económica no es el fruto de un Gobierno, sino de la acción de muchos Gobiernos y los agentes económicos durante mucho tiempo. Nuestra forma de crecer es el sedimento de toda nuestra historia, y cambiarla exige algo más que descalificar al contrario y echarle en cara los datos de paro.
Asegurar un crecimiento justo en lo económico, social y medioambiental no será fácil, exigirá de la unión de todos: Gobiernos e instituciones, trabajadores y emprendedores, empresas y economía social, científicos y universidades, pero es lo que hay que hacer si queremos que España se gane su futuro en una Europa que puja por su liderazgo en la era de la globalización.
Lo tenemos que hacer todos, lo tenemos que hacer juntos, y lo tenemos que hacer repartiendo con justicia los esfuerzos que hagamos entre todos.
Y quiero decir que soy más partidario de los esfuerzos que de los sacrificios, ya hemos tenido demasiados sacrificios, y siempre se sacrifican los mismos.
Si algo nos enseñó la crisis es que no hay nada más ideológico que la economía. Porque es en la economía donde se traza la raya entre ganadores y perdedores. Donde se decide qué tipo de relaciones laborales existen entre trabajador y empresario. Donde se decide qué impuestos y quién paga esos impuestos. Donde se decide el uso o mal uso de nuestros recursos naturales.
La economía no puede ser ajena a la política, y la política no puede ser ajena a la prosperidad de la ciudadanía. Y, por desgracia, eso es lo que hemos visto en los últimos años en los que se han aplicado políticas tan crueles como ineficaces, eso sí, siempre bajo la bandera de la austeridad. Bandera, por cierto, que siempre enarbolan los que nunca fueron austeros a costa de quienes siempre lo fueron por necesidad.

Como economista y progresista reniego de quienes aspiran a hacernos creer que tenemos que elegir entre economía y bienestar, porque no es cierto.
Que tenemos que elegir entre crecimiento y derechos, porque tampoco es cierto.
Que hemos de optar entre crecimiento y medioambiente, o entre crecimiento y educación, o entre crecimiento y atención a los dependientes.
Nada de eso es cierto.
Hay una recuperación diferente. Un crecimiento justo que aúna mercado y democracia, competitividad y derechos laborales, crecimiento y cohesión social.
Una economía para el desarrollo sostenible, frente al crecimiento insostenible.
Que busca la competitividad en la ciencia, la innovación, la cultura y la educación, frente a la especulación.
Con contratos estables y salarios dignos en igualdad de género, frente a la explotación y la pobreza laboral.
Un crecimiento justo que reindustrialice España y afronte con éxito la revolución digital.
Una economía con una fiscalidad suficiente y justa frente a las amnistías fiscales de los falsos patriotas que confunden patria con su patrimonio y se lo llevan a paraísos fiscales.
Y esa economía para la igualdad, basada en el mérito y la capacidad, exige una política firme ante los poderosos. La política puede cambiar el destino si la política tiene claro a que decir que no:
Y nosotros decimos no a más despidos colectivos en empresas con beneficios.
No a más bancos rescatados que desahucian.
No a más salarios de escándalo para altos ejecutivos que pagan sueldos de miseria a sus trabajadores.
La política puede si la política quiere. Y nosotros queremos.
Amigos.
De igual modo que debemos afrontar el problema del paro con decisión y con rigor, también debemos hacer lo mismo con la corrupción.
La corrupción debilita tanto los valores morales como los cimientos materiales de nuestra sociedad. Pone bajo sospecha a nuestras instituciones políticas, a toda nuestra vida pública.
Demasiadas veces unos y otros hemos cometido el error de pensar, y decir, que la corrupción es solo un problema del adversario. Todos, en algún momento, hemos cometido la torpeza de creer que nosotros, que los nuestros, estaban libres de esa lacra.
Pero la realidad nos ha desmentido con dureza a todos. Así que no basta con que nos manifestemos asqueados contra la corrupción. Que lo estamos. No basta con pedir perdón y asumir responsabilidades. Que también. Llegó la hora de reaccionar. Llegó la hora de reconocer que la mayoría de los militantes de los partidos con los que competimos políticamente son honestos, y yo lo reconozco. Otra cosa es que sus líderes hayan traicionado su confianza.
Llegó la hora de que todos comprendamos que lo que hay son personas que se corrompen y personas que las corrompen; y que son esas personas, y solo ellas, las corruptas. Aunque no nos afecte por igual, aunque no reaccionemos del mismo modo unos y otros partidos, la democracia tiene un enemigo común, y ese enemigo es la corrupción.
Yo soy un político limpio. Por eso, en vez de rivalizar sobre quién es menos corrupto, volcaré desde el Gobierno todo el esfuerzo en prevenir, en combatir y en castigar con contundencia la corrupción. No os quepa duda, nunca me tembló ni me temblará el pulso en el combate contra la corrupción.
Amigos y amigas.
Los problemas a los que nos enfrentamos como sociedad no pueden reducirse a una cuestión moral, aunque sin ética no hay convivencia. Pero nuestros problemas son políticos y tienen que abordarse políticamente. Y si la política es diálogo, la política democrática es un diálogo reforzado.
Diálogo es lo que ha faltado durante estos años en uno de los temas que más deberían ocuparnos, como es el de las relaciones entre el Gobierno central y el de Cataluña. No es aceptable que dos gobiernos democráticos hayan vivido durante casi cuatro años de espaldas uno de otro, calculando los réditos del conflicto, sin comprender la ruina colectiva a la que nos llevan sus cálculos. Nos une una historia que hemos hecho juntos durante siglos; nos unen las biografías, mestizas, mezcladas; nos une la vida, esa vida que compartimos con familiares, con amigos, con socios, con compañeros. Nos separa la miope ambición de unas élites que medran con el conflicto. Unas élites que quieren convencernos de que todo lo que nos une se puede romper un día con una votación, y de que una votación puede disolver las identidades múltiples, los afectos, nuestra memoria. Esa es la vieja política, que, a veces, protagonizan también los actores nuevos.
Construiremos una España federal en la que cada cual pueda ser español y catalán, o valenciano, o andaluz, o vasco o madrileño, en el orden que desee.
No estamos para crear nuevos problemas, ya tenemos bastantes. No estamos para extender el desafecto y el desánimo, porque no es justo, y porque sobre él nada bueno se puede construir.
Amigos.
No es justo el derrotismo que pretende hacer una enmienda a la totalidad de la democracia del 78. No estoy de acuerdo con quienes pretenden deshonrar a nuestros padres para honrar a nuestros abuelos. La historia de nuestros padres es una historia que acaba bien, es la historia de una generación a la que le dan el testigo de una dictadura y que nos entrega el testigo de una democracia consolidada y europea, que vive su infancia en la pobreza y el subdesarrollo y nos entrega un país con buenas infraestructuras y servicios públicos que defendemos en las calles cuando nos los quieren quitar.
Tenemos dificultades, no vivimos en un país perfecto, estamos lejos de eso, seguimos sufriendo desigualdades e injusticias contra las que hay que luchar, pero estamos más lejos de ese otro país en el que nacieron nuestros padres. En nombre de quienes nacimos en democracia, os doy las gracias a quienes trajisteis la democracia.
Vamos a honrar a nuestros padres mejorando ese legado con su reforma, no vamos ni a negarlo ni a dilapidarlo. Y su legado es un legado material, pero también es el legado inmaterial de una sociedad reconciliada después de una larga historia de crueles enfrentamientos.
Amigos.
Si algo hay claro en el panorama político en el que nos encontramos, es que estamos obligados al diálogo. Ya no sólo como un imperativo moral, sino como una necesidad funcional. Esa es la realidad política de la España actual. Los ciudadanos no han sustituido una mayoría absoluta por otra, los ciudadanos han sustituido una mayoría absoluta por construir gobiernos fuertes, estables, desde el diálogo y el acuerdo. Y el diálogo y el acuerdo exigen el reconocimiento de la dignidad moral del adversario, exigen el respeto al otro, exigen escuchar al otro. Exigen arriesgarse a un diálogo del que ninguno saldrá igual que cuando lo inició.
Un diálogo, cuando es de verdad, exige asumir el riesgo de ser convencido. Son necesarias nuevas formas de valentía en nuestra sociedad, formas de valentía que requieren más inteligencia que la que es necesaria para declarar inelegible moralmente al contrario, que la inteligencia necesaria para destruir moralmente a nuestro adversario cuando no somos capaces de combatir sus ideas.
No soy ingenuo. Sé bien que hay muchos interesados en que nada cambie. Pero las cosas están cambiando, siempre lo hacen, y ahora cambian deprisa. Sé que hay quien piensa que todo se reduce a un juego desnudo de poder, pero ese juego acaba mal.
Ser patriota es un valor exigente. Porque ser patriota es querer que la historia de tu país discurra por la senda de la prosperidad y de la libertad de sus ciudadanas y sus ciudadanos.
Vamos a ser exigentes con nosotros mismos, vamos a exigirnos decencia y valentía, y vamos a exigirnos ser realistamente idealistas, pragmáticamente utópicos. Vamos a ser humildes pero ambiciosos. Vamos a devolver con creces la confianza que se deposite en nosotros. Y empezaremos con nosotros mismos; por eso, consciente del depósito de confianza que me habéis hecho, quiero deciros que administraré esa confianza con moderación, transparencia y ejemplaridad, que la confianza que me prestáis estará siempre al servicio de nuestros mejores valores, que la compartiré con generosidad pero con la máxima exigencia.
Tenemos una oportunidad, la tenemos al alcance de la mano, para reconducir la historia de España a la senda de prosperidad y convivencia por la que hemos recorrido los mejores años de nuestra democracia, una convivencia en igualdad, en paz y en libertad, que son los valores de nuestro partido, pero también los valores de nuestra sociedad.
Y nunca lo olvidéis. Porque los españoles lo tienen claro: sólo nosotros lo haremos posible. Nadie más.
La crisis nos ha hecho sufrir como sociedad, pero no nos ha quebrado. Vamos a afrontar con ánimo, con determinación y con esperanza la tarea de construir la España de las próximas décadas. Os propongo construir una España mejor, fuerte y solidaria en el mundo. Una España de oportunidades. Una España laica. Una España libre de corrupción. Una España federal con la fuerza de sus culturas, de sus lenguas y de su historia común, con la fuerza de su ejemplaridad interna y externa. Una España federal en una Europa federal.
Os propongo que nos pongamos manos a la obra para construir una España mejor también en lo individual. Donde trabajar garantice llegar a fin de mes. Donde los padres y madres trabajadores tengan tiempo de jugar y educar a sus hijos. Donde el parado tenga garantizada una prestación social. Donde no haya desahucios. Donde las mujeres cobren igual que sus compañeros varones. Donde erradiquemos el terrorismo machista. Donde nuestros jóvenes encuentren trabajo con 20 y no con 30 años. Donde una discapacidad no sea nunca un obstáculo. Donde con 45 años no veas en peligro tu carrera profesional. Donde sólo el mérito y la capacidad sean las palancas de movilidad social. Donde haya más empresas compitiendo en el exterior. Donde los trabajadores públicos no sean denigrados por su Gobierno y los autónomos estén protegidos. Donde los pensionistas tengan una jubilación digna. Donde nuestros hijos tengan siempre un futuro mejor.
Ese es el cambio que une. Un cambio que no va a ser fácil, lo sé, nunca lo fue para cada uno de los que me precedieron, pero, con vuestra ayuda, con la ayuda de la mayoría de ciudadanos, los socialistas haremos una alianza con lo mejor de España para hacer una España mejor.
Muchas gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario