LA DESESPERACIÓN DE LA DESESPERANZA
Todo empezó un mes de febrero, aunque los antecedentes se forjaron antes, durante el último trimestre de 2017. Un conjunto de profesionales de la educación, que estaban temporalmente cubriendo sus puestos de trabajo debían presentarse a una oposición para consolidar sus plazas tras años de estar prestando servicios de manera temporal, como media 7 años, aunque había algunos que llevaban más de 15 años.
Se celebró la oposición y como resultado de la misma 18 de los 40 profesionales que venían desempeñando el puesto temporalmente fueron excluidos de la posibilidad de continuar ejerciendo como tales, sus compañeros miembros del Tribunal que juzgaba el proceso decidieron que el primer ejercicio no reunía condiciones para ser superado, a sabiendas de que eso implicaba que no volverían a ejercer ese puesto que venían cubriendo de forma temporal, quizás nunca más.
Algunos de estos opositores atribuyeron el suspenso a algo diferente a hacer un mal ejercicio, a que directamente se estaba juzgando su trayectoria, no profesional, porque entonces hubieran aprobado, sino personal, la defensa legítima de sus derechos, la oposición al estilo de liderazgo de algunos miembros del Tribunal, viejas rencillas entre Tribunal y opositores, actitudes no entendidas de algunos opositores por parte del Tribunal, órdenes de superiores que impropias de un sistema de Derecho y de una democracia avanzada se cuelan en los sistemas caciquiles dañando la objetividad de los procesos y lastrando el sistema hacia la mediocridad que permite mantener al frente de la estructura a los caciques. Pero nada de esto se puede asegurar, salvo meras intuiciones, porque no existen pruebas más allá de un acta de calificación.
El hecho subsiguiente es todavía de mucha mayor enjundia, ya que el no superar la oposición, ese primer ejercicio, supone la pérdida del puesto de trabajo, una pérdida económica importante, y tener que empezar otra carrera profesional; y no sólo esta sucesión de pérdidas sino el rechazo del resto de instituciones públicas vinculadas o no a su sector profesional, a que éstos funcionarios pudieran ejercer si no todas algunas de las competencias adquiridas, y fueron negando su apoyo a acoger a estos funcionarios excluidos.
Uno de estos funcionarios excluidos, asistió con perplejidad a un evento donde algunos dirigentes políticos hacían comentarios jocosos sobre ceses de responsables de un Gobierno de otro nivel territorial, y su destino tras el cese, y pensó: "¿No se darán cuenta que en breve pueden ser cesados ellos?", pero claro en seguida advirtió, "imposible, los caciques nunca pierden, porque ya están perdidos y nos hacen perder el tiempo a los demás manteniendo estructuras costosas e ineficientes".
Llegó a casa y le preguntó a Nadia, su bella y joven esposa, mientras ella preparaba una ensalada veraniega: "¿Puede uno esperar algo de un conjunto de caciques al frente de algo?", ella no entendió nada, ante lo cual siguió su reflexión: "La respuesta es clara y rotunda, NO, la espera puede ser larga, y en todo caso es una espera desesperanzadora". Nadia atusándose sus largos cabellos, hizo muecas con los labios con restos de un color rojo carmesí, y le espetó: "¿Quieres dejar de pensar en voz alta y comer?, que no se para qué llevo todo el día en la cocina". Y volvió a pensar esta vez sin externalizar: "¿Todo el día en la cocina para hacer una ensalada y una tortilla de patatas", mientras ella miraba y cerraba ligeramente los párpados en un intento de querer ver otra realidad distinta a la que aparecía junto a sus ojos. La niña, con un vestido corto mientras metía migas de pan en el enchufe del salón.
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