jueves, 3 de marzo de 2016

DEBATE RAJOY SESIÓN INVESTIDURA

El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN FUNCIONES (Rajoy Brey): Señor presidente, señorías, tomo la palabra en nombre del Grupo Parlamentario Popular para anunciarles nuestro voto en contra a la candidatura del señor Sánchez. (Aplausos.—Rumores). La razón más obvia, aunque no la única ni la más importante, es que se trata de una candidatura ficticia, irreal. 

El señor candidato, en lugar de intentar articular en serio una mayoría suficiente, que es lo que se supone debe hacer un candidato, ha preferido no hacerlo por razones que nada tienen que ver con el Gobierno de España o los intereses de los españoles, sino exclusivamente con los planes particulares del señor candidato. (Un señor diputado: ¡Muy bien!). 

En otras palabras, ha venido usted, mejor dicho, vino usted ayer, sin que nadie le hiciera sombra, a presentar una candidatura para formar Gobierno cuando en realidad no ha movido un dedo para formarlo. (Varios señores diputados pronuncian palabras que no se perciben). A lo mejor usted pretende… (Rumores). No se preocupen que se lo voy a explicar y lo voy a hacer con tanta claridad que hasta ustedes lo van a entender. (Risas y aplausos). 

No ha movido usted, efectivamente, un dedo para formar Gobierno y a lo mejor usted pretende que alguien se lo regale hoy. La farsa no sería genuina si faltaran en ella buenos y malos. En efecto, lo que pretende hacernos creer el señor candidato es que si hoy España no tiene Gobierno, si no completa una mayoría, si él no es elegido presidente, será por culpa de todos los demás, que son los malos. Toda esta representación ha venido precedida de otra no menos teatral y altisonante. Me refiero a la solemnísima firma de un acuerdo de muy limitada relevancia, pero que se ha presentado sin el menor sentido del ridículo con una escenografía que nos hacía pensar que estábamos ante una página histórica de dimensiones solo comparables al Pacto de los Toros de Guisando. (Risas y aplausos). 

Este gran paso histórico, señorías, que sin duda los niños estudiarán en las escuelas con el Compromiso de Caspe y los Pactos de la Moncloa, nos ha hecho revivir aquellos felices días de la conjunción interplanetaria que nos anunció una entusiasta señora ministra a cuenta de que en el planeta Tierra iba a coincidir la Presidencia americana del señor Obama con la Presidencia de turno de la Unión Europea del señor Zapatero. España entera quedó estupefacta. (Aplausos). Bien es verdad que aquella conjunción interplanetaria, comparada con la actual, fue muy inocente. 

Al fin y al cabo, aquella no pretendía engañar a nadie ni dar a los españoles la fraudulenta impresión de que se estaba resolviendo algo. Pero vayamos por partes, señor candidato. Tras una campaña electoral en la que lo más significativo fueron los insultos a mi partido, a mis electores y a su contrincante, que era yo, lo máximo que usted logró fue ofrecer a su partido el peor resultado electoral de su historia. Los españoles, sin duda mal informados, decidieron que usted perdiera las elecciones y, también, sin duda mal informados, decidieron que las ganara el Partido Popular. Y aquí comienza todo, en la necesidad que usted experimenta, ante tamaña descalificación personal, de rectificar los errores de los españoles retorciendo a su conveniencia los resultados electorales. (Aplausos). 

Casi logra hacernos creer, señor Sánchez, que en realidad el Partido Popular había perdido las elecciones y que las había ganado un tal señor cambio con usted a la cabeza. (Risas). Y lo que vino después no ha sido más que un puro corolario automático de este planteamiento. Lo que más prisa le corría era cegar los pozos de agua al Partido Popular, bloquear cualquier posibilidad de que pudiera formar Gobierno, a pesar de que habíamos ganado las elecciones. ¿Y cómo lo hizo? Pues ya se sabe, diciendo no. 

Me dijo usted no cuando le llamé el 23 de diciembre y lo ha repetido desde entonces hasta la saciedad. Le recuerdo sus propias palabras, señor Sánchez: No es no. ¿Qué parte del «no», no ha entendido el señor Rajoy? Claro que esto fue antes de sus apelaciones de ayer al diálogo, a la humildad y a la mano tendida. (Aplausos). Señor Sánchez, lo que acabo de recordarle es el ejemplo más singular de cerrazón que ha conocido la política española, no porque haya rechazado cualquier asociación o participación o apoyo al PP. 

Ha rechazado usted hasta la conversación, y no precisamente con buenos modos. Al contrario, ha puesto deliberadamente sobre la mesa toda clase de menosprecios para justificar su injustificable rechazo de un acuerdo, que era razonable, pero que tronchaba sus expectativas personales. ¿Y qué pasó entonces? Pues pasó que descubrió usted Portugal, y en Portugal la fórmula milagrosa para desplazar al Partido Popular. 

Reconózcame que aquel señuelo le deslumbró como un espejismo. Supongo que usted se dijo: Si otros perdedores lo han conseguido, ¿por qué no yo? Y el 7 de enero viajó a Lisboa para aprender cómo se retuerce un resultado electoral en beneficio propio. Desde allí mismo nos anunció la Gran Coalición de Fuerzas Progresistas —así, con mayúsculas—, esa que pensaba formar, y aprovechó para añadir otro rechazo y otra condena al Partido Popular, que, según usted, era el principal derrotado en las pasadas elecciones. 

Desde entonces estuvo ofreciendo a los españoles un Gobierno de progreso formado necesariamente con Podemos y con sus confluencias —que así se llaman— como la gran esperanza para España, el inicio de una nueva era triunfal que vendría de la mano de su señoría. Así marchaban las cosas hasta que sus socios de progreso comenzaron a exponer sus exigencias. Bueno, visto que no podía atenderlas, visto que se alborotaban las aguas en su partido, decidió abandonar el sueño portugués y cambiar de rumbo. Entonces comenzó la comedia que diseñó para asegurarse la supervivencia. Lo natural, incluso lo honesto, hubiera sido que usted comunicara al rey eso tan sencillo de: Lo he intentado, pero no ha sido posible. 

No lo hizo porque no le convenía reconocerlo para no perder el control de la situación. Cuando fue consciente de que no podía formar el Gobierno que en realidad quería decidió apostar por las elecciones y reforzar su posición dando largas a los españoles para no dejarles margen de maniobra. Así comienza el vodevil de la negociación a dos bandas, que nos ha tenido entretenidos como una comedia de enredo, en un escenario con dos puertas, por las que unos entran, otros salen y otros se escabullen, eso sí, con muchas fotos y con muchas ruedas de prensa. 

Un buen ejemplo puede ser lo que vimos la tarde del lunes de la semana pasada: reunión de las comisiones negociadoras de Podemos, Unidad Popular y Compromìs con los representantes del Partido Socialista, 23 personas, redobles de tambores y gran expectación porque se trataba del primer encuentro en serio, decían unos y otros. Pero, a la vez, en el mismo edificio, el Congreso de los Diputados, representantes socialistas y de Ciudadanos tenían una reunión —más discreta, eso sí— y, al mismo tiempo y en idéntico lugar —por si lo anterior no fuera suficiente—, el señor Sánchez y el señor Rivera aparentan que se reúnen en secreto, pero con el descuido suficiente para que los capten los fotógrafos y los cámaras de televisión. (Aplausos). 

De ahí surgió la ratificación del acuerdo que firmaron solemnemente treinta y seis horas después, el de los Toros de Guisando, señor Sánchez. (Risas). Señorías, este rigodón con cambio de parejas se ha prolongado hasta casi agotar los plazos. Ha consumido el mes en postularse para un puesto a sabiendas de que no reunía las condiciones para obtenerlo. Ha gastado el mes repartiendo promesas y esperanzas con las manos vacías, un mes, insisto, de idas y venidas, de visitas y recepciones, ruedas de prensa, intercambio de credenciales, mucha televisión y muy solemnes palos al agua. Finalmente, pero no por último, para salvar las apariencias, cierra un acuerdo repentino con quien menos le complica la vida. 

He dicho no por último porque, súbitamente y para sorpresa de socio y de extraños, este mismo lunes decide usted sabotearse a sí mismo y organiza una subasta de última hora, prometiendo un sinfín de prebendas para ver si algún despistado se aviene a ampliar el número de sus magros apoyos, pero eso no funcionó, por lo que hemos sabido. (Risas). En suma, señor Sánchez, viene aquí sin Gobierno, sin apoyos, esperando que los demás le arreglen lo que usted no ha querido arreglar, porque su señoría estaba pensando en algo que le importa mucho más, su propia supervivencia. (Aplausos). 

Seamos sinceros, señor Sánchez. Si usted hubiera querido formar Gobierno, no necesitaba tanto tiempo, porque no ha cambiado nada desde las elecciones. Desde el primer día se conocían todas las posturas, todas las combinaciones, todas las mezclas compatibles y las incompatibles, todas las sumas y todas las restas. Yo, como usted sabe, no necesité un mes. (Risas). Nadie lo necesitaba. (Rumores). Ya verán cómo lo entienden, a pesar de ser ustedes, ya verán cómo lo entienden. (Risas y aplausos.— Rumores). 

Estuve con usted, señor Sánchez, el 23 de diciembre, el 23 de diciembre. En esa reunión me dijo que no quería saber nada ni de mí ni de mi partido. Así pues, en cuanto se constituyeron las Cámaras, se celebraron las consultas en la Zarzuela y el Rey me lo propuso, le dije que no podía formar Gobierno porque usted se negaba a participar. (Varios señores diputados: ¡Ah!). 

¿Verdad que lo entienden? ¡Sí, lo entienden! (Rumores.—Aplausos). No me hizo falta un mes para comprobarlo. Le dije al Rey que ya estaba claro que yo no podía porque usted no quería. (Varios señores diputados: ¡Ah!—Rumores). ¿Ven como lo entienden? Señorías, no engañé a nadie, señor Sánchez, ni al Rey ni a esta Cámara ni al conjunto de los españoles, a nadie. (Aplausos). Y no gasté ni un día. Tampoco usted necesitaba tomarse un mes para lo que nos ha traído. ¿Verdad que tengo razón? ¿Necesitaba tomarse un mes para lo que nos ha traído? No. 

Todo lo que precisaba saber para su Gobierno a la portuguesa eran cuatro cosas: si podía cerrar un acuerdo con el Grupo de Podemos, que era su socio indispensable; si los grupos nacionalistas aceptarían la abstención para guardar las formas; si podía pagar el precio que exigieran todos los participantes en esa torre de Babel y si, para evitar alarmas, ese precio y esas hipotecas se podían colar en silencio durante la investidura. Solo cuatro cosas, señoría, que se podían averiguar —incluso por usted— en un santiamén. 

De hecho, todos sabíamos —supongo que usted también— que no podía cerrar un trato con Podemos, que no todos los nacionalistas aceptarían la abstención, que no podía pagar el precio que exigían y, por último, que no podría colarlo de matute en este debate. En una semana lo supo. Lo que ocurre es que también supo que necesitaba disimular, agotar los plazos e iniciar en solitario la campaña electoral, porque estaba en juego su propia supervivencia política. Ahora bien, si está usted representando una comedia, si es evidente que estamos ante una candidatura ficticia e incompleta, no sé bien a qué hemos venido, señoría. 

Estamos aquí, según indica la Constitución en su artículo 99.2, para conceder o negar la confianza al programa político del Gobierno que el señor candidato pretende formar. Esto implica varias cosas. La primera, que el candidato cuente ya con los apoyos suficientes para sacar adelante esta votación de confianza y, por tanto, que esté en condiciones no solo de ser elegido presidente del Gobierno, sino de gobernar. Pues bien, señoría, no es esto lo que se propone. 

Tras escuchar ayer en sesión especial exclusiva el discurso del señor candidato, no sabemos cómo se articula su mayoría parlamentaria, ni con quién piensa gobernar, ni, mucho menos, sostenerse en el Gobierno. Si esto es así, señoría, repito, ¿qué es lo que estamos haciendo aquí? ¿Hemos venido a ratificar una mayoría o a incubarla? ¿A votar un proyecto de Gobierno o, como su señoría nos ha explicado ayer, a ver si sale? Bien se ve que estamos en un nuevo escenario, pero seguimos en la misma comedia. ¿Qué ocurriría si alguno de los otros grupos de la Cámara se animara ahora a aceptar su oferta? ¿Cuáles serían los cambios que se introducirían en ese proyecto provisional que nos ha leído y que usted debería ultimar sobre la marcha? 

No quiero parecer crítico, pero tengo que expresar mi sorpresa por que se nos solicite un voto para un ente de ficción, que es lo que nos trae aquí el señor Sánchez. En fin, señoría, no lo tome a mal, pero nos ha entretenido durante un mes para nada. Ya sé que ha estado trabajando mucho y muy intensamente, pero, dado lo poco que les cunde, más les valía no proclamarlo. (Aplausos). Señor Sánchez, si alguien supone que mi grupo puede aceptar el papel de comparsa que se nos asigna en este cortejo, se está equivocando. 

Nosotros no vamos a rebajar nuestra dignidad hasta ese punto. Nos mantiene erguidos el respeto a nuestros electores y esta es, como he dicho antes, nuestra primera razón para rechazar este sucedáneo de investidura, pero no es la única, hay otra mucho más seria: los españoles, los españoles, sus problemas de hoy y su derecho a un futuro próspero. Ahí, en el interés de España, es donde se alza nuestra principal razón para votar en contra de esta investidura de ficción. Los españoles, señorías, esos a los que está tomando el pelo con estos teatros. Los españoles. Hablo de todos, claro. En el Partido Popular siempre hablamos de todos. No usamos cordones sanitarios.(Una señora diputada: ¡Muy bien!). 

No dividimos a la gente ni hemos venido nunca a esta Cámara a pedir el apoyo con el único argumento de que otro no gobierne, porque detestamos el sectarismo. (Aplausos). Pedimos el voto para gobernar a todos y defender los derechos y los intereses legítimos de todos, voten a quien voten, porque así lo exige la convivencia, y a nosotros nos importa la convivencia. Es esa defensa de todos los españoles la que me impide secundar los propósitos de su señoría. Se lo voy a explicar. Lo que menos necesita España, señoría, son improvisaciones y usted no puede ofrecerle otra cosa. 

Ha estado un mes improvisando programas, poniendo y quitando cosas hasta el último minuto, como quien prepara el menú de la boda para dejarlo al gusto de todos. Acaba de improvisar con prisas un florilegio de medidas para la ocasión, en el que, como en las dietas de los convalecientes, no se incluye nada que cueste digerir. De hecho sigue usted improvisando ahora mismo. Está esperando a ver si, por casualidad, aparece un socorro que le permita, no ya gobernar, sino alzarse con la Presidencia del Gobierno. 

La improvisación no es buena para España. España se merece algo más que un Gobierno que improvise para salir del paso a cualquier precio, que no se pare a medir las consecuencias de sus actos y que disimule sus intenciones para que no se note que le importa más sobrevivir que gobernar. En segundo lugar, tras la improvisación, lo que menos necesita España es un Gobierno que abandere la incertidumbre. Hoy en día, en que la economía española está en marcha, el empleo crece (Varios señores diputados: ¡Eso, eso!) y el país sale adelante, la inestabilidad política que usted prolonga, junto a los desafíos que otros plantean a la unidad de la nación, están llenando de incertidumbre nuestro futuro político y, en consecuencia, el económico. 

Cuando nuestra primera finalidad debería ser sostener el ritmo de la recuperación, aprovechar las oportunidades que hemos sabido conquistar y fortalecer la confianza que todavía se nos otorga; cuando deberíamos enviar un mensaje al mundo que dijera: España no hace experimentos, España no cambia de rumbo, España es fiable; cuando habíamos logrado que no se volviera a hablar de España como problema y se nos elogiara como modelo, ¿qué ha conseguido usted en este tiempo, señoría? Que se vuelva a hablar de España, que parezca más inestable, que despierte inquietud en su futuro, dado que en este momento cualquier extremismo económico, social o nacionalista parece posible. Supongo que estamos de acuerdo, señoría, en que con su actitud ha abierto de par en par una gran puerta a la desconfianza. 

Éramos un estímulo en Europa, pero nos ha colocado usted en una zona de sombra, con lo cual muchas decisiones económicas, inversiones, iniciativas empresariales, ofertas de empleo, se vuelven recelosas y aguardan hasta ver qué pasa. Se nos reconocen grandes perspectivas de crecimiento, sí, pero todo el mundo sabe que están ligadas al rumbo actual de la economía española y que son incompatibles con cualquier clase de aventurerismo político. 

No son aventuras lo que necesita España y no es usted el mejor situado para extinguir los recelos, porque ni los antecedentes de su partido ni los suyos personales le avalan. No viene usted solo. Le acompaña un pasado. Estaba usted entre los que aplaudían, ahí, la política que nos arruinó. (Un señor diputado: ¡Muy bien!—Aplausos). Para gustos están los colores, para gustos están los colores y a usted le gustaba. Nunca la ha condenado. Ni siquiera la ha criticado. No la veía mal. No me obligue a comparar una vez más cómo quedó España con ustedes y cómo hemos logrado, a pesar de ustedes, pasar de la ruina a ser la primera nación europea entre las grandes (Rumores.—Aplausos), tanto en crecimiento económico como en creación de empleo. (Aplausos). 

Señorías, el pasado no les avala. Ustedes se enfadan, pero es que los socialistas siempre siembran déficit y paro con la misma naturalidad con la que noviembre trae los catarros y la primavera las alergias. (Aplausos). No pueden evitarlo. Lo cierto es que no lo evitan. Les deslumbra el brillo del pan para hoy y no se acuerdan nunca del hambre para mañana. (Rumores). Siembran el país de desempleo, eso sí, cargados de buena intención. Lo malo es que las buenas intenciones no alivian a quienes pierden su puesto de trabajo. Reconózcame que con estos precedentes debemos ser cautos y no regalar la confianza como si dichos precedentes no existieran. 

Existen y les aseguro que dejan un regusto muy amargo. Si en estos dos últimos años hemos sido capaces de crear en España más de un millón de empleos netos, en los dos últimos años de su Gobierno —el Gobierno al que usted apoyaba, señor Sánchez—, el empleo que se destruyó afectó a más de un millón de personas. Y si en estos dos últimos años el paro se ha reducido en más de 1.100.000 personas, en idéntica cifra, pero al revés, se incrementó el paro con ustedes entre 2010 y 2011. Esa es su autoridad para hablar del empleo, la misma que tiene para hablar, como hizo ayer, del déficit público. Le recuerdo, señor Sánchez —ya que usted habló ayer de Europa—, que, siendo comisario del ramo el señor Almunia, Bruselas expedienta por primera vez a España por déficit excesivo en el año 2009, cuando gobernaban ustedes. (Aplausos). 

Y hablando de déficit público —tema sobre el que ayer recibimos una interesante lección—, le recuerdo que mientras en los últimos cuatro años del anterior Gobierno socialista el déficit se incrementó en 117.000 millones de euros, durante los años de mi Gobierno se ha reducido en 50.000 millones de euros. ¿Cómo puede usted hablar de déficit público en esta Cámara? ¿Con qué autoridad? (Aplausos). Y todo esto, señor Sánchez, con una economía que ha pasado de la recesión a culminar la legislatura creciendo al 3,5 en el último trimestre de 2015. ¿Quién nos garantiza que no volverán ustedes a las andadas? ¡Ojalá pudiéramos creerlo! Sería muy tranquilizador; ¡ojalá pudiéramos creerlo! 

Pero, a pesar de la buena voluntad que por supuesto tenemos, es evidente que no podemos. Debe usted reconocerme, además, señor Sánchez, que su trayectoria personal no le avala. Ha votado usted en contra de todas las grandes reformas de la pasada legislatura (Varios señores diputados: ¡Sí!—Rumores)… sí, sí, se lo voy a explicar. Ha votado en contra de todos los instrumentos que nos han permitido salir de la crisis y situarnos a la cabeza de Europa en crecimiento y empleo. (Rumores). Sí, sí, es así, aunque no les guste. ¿Y cómo se entiende esto? ¿No le ha gustado ninguna? Hombre, alguna vez acertaríamos, aunque fuera por equivocación, ¿no? (Varios señores diputados: ¡No!—Risas). 

Pero lo peor ya no es eso, señor Sánchez; lo peor es que en un ejercicio de demolición iconoclasta, amenaza con desmantelarlas hasta no dejar piedra sobre piedra. Esto se podría entender si tras dichas reformas España estuviera peor que antes, con más paro, más estancada, con los precios más altos y con las pensiones más bajas. Pero ocurre lo contrario, y ocurre lo contrario gracias a las reformas a las que usted se opuso y que ahora se propone desmantelar. Comprendo que usted no tiene experiencia, pero ya le adelanto que eso sería devastador, especialmente para los españoles que están esperando un empleo, incluso para muchos de los que lo han conseguido; devastador para muchos emprendedores que han confiado en el curso que tomaban las cosas en España; devastador, señor Sánchez, devastador. 

Derogar las reformas significa ni más ni menos que dejar otra vez España como estaba cuando gobernaban ustedes. El progreso que propone usted consiste en regresar en muy pocos meses al desastre de 2011. A eso le llaman ustedes un gobierno reformista y de progreso. La reforma consiste en la voladura del edificio y el progreso en el retorno al pasado. Reconózcame que existen motivos para inquietarse. Ahora sabemos que usted llama progreso al retroceso, al involucionismo, a la sinrazón de arrasar lo que hacen otros aunque sea bueno por la simple razón de que lo han hecho otros y especialmente si lo han hecho para corregir los desastres que ustedes dejaron. 

Y si a eso le añadimos las vaporosas medidas que anuncia en su discurso, y especialmente las que se calla por prudencia, no es exagerado afirmar que estamos ante un programa ruinoso para la economía, disolvente para la confianza y catastrófico para el empleo, y todo eso con pactos o sin pactos. Señoría, en las condiciones que ustedes señala, crear empleo es una pretensión imposible. Y no me entienda mal, yo no discuto la legitimidad de su pretensión, puede ser legítimo que usted pretenda devolvernos a la ruina; lo que yo añado es que eso no es lo que más le conviene a los españoles. 

Lo sensato cuando existe un proyecto en marcha con éxito y con buenas perspectivas no es desmantelarlo, no es echarlo abajo, no es hacer experimentos, no es ahogar las oportunidades de la gente, sino colaborar con él, aportar lo mejor de cada uno para perfeccionarlo, para acelerarlo, para lograr entre todos, si ya era bueno, que sea mejor. 

Eso es lo razonable, a mi humilde modo de ver. En definitiva, señorías, la razón fundamental para negarle nuestra confianza a su investidura es el eje central de su programa, que no es otro que una contrarreforma de la política económica y social de la última legislatura; una política que ha hecho posible pasar de la destrucción de empleo a la creación de empleo, del incremento imparable del paro a su reducción, del descontrol de las cuentas públicas a la contención del déficit, de la caída de la actividad económica a su crecimiento. 

Señorías, voy terminando. (Rumores). Sí, voy terminando, pero permítame que antes de hacerlo le reclame un poco de claridad. Ya que han hecho un pacto, ¿por qué no se pone de acuerdo con su socio en lo que son y en lo que dicen? Oyéndoles da la impresión de que ese pacto encierra ideas antagónicas; y no me refiero al texto escrito sino a las versiones que ustedes ofrecen, porque son tantas las diferencias entre lo que dice usted y lo que dice su socio que empezamos a pensar que ninguno de los dos sabe exactamente lo que ha firmado, o lo saben y pretenden engañarnos a todos los demás. 

Tampoco se sabe si ofrecen un gobierno de izquierdas o de derechas. No es que importe, porque yo no veo el mundo con esas gafas (Varios señores diputados: ¡No, que va!—Risas), pero sí que me importan sus contradicciones. Se lo voy a explicar y ya verán cómo me van a entender. (Aplausos). La razón no es la que ustedes están pensando, sino que yo me explico muy bien. (Risas). Me voy a explicar. Dice usted, señor Sánchez, que su pacto es muy de izquierdas y pide el apoyo a otras izquierdas, mientras que su socio dice que está hecho al gusto del Partido Popular y reclama nuestro respaldo. (El señor Rivera Díaz hace gestos negativos). Oiga, ¿qué es este curalotodo? ¿El bálsamo de Fierabrás? 

Y si unas izquierdas le hacen caso a unas izquierdas y una…, y yo o mi grupo (Risas), sí, le hace caso al señor Rivera, ¿hacemos una coalición a cuatro? Esto no es serio, señor Sánchez, esto forma parte del teatro que nos ha puesto en marcha a lo largo de estas fechas. (Rumores). Para gobernar —también van a entenderme— no basta con amontonar unas cuantas ideas que suenen bien, como quien adorna un escaparate o el árbol de Navidad; es preciso que las ideas sean coherentes con lo que es necesario y lo que es posible hacer, y además que se puedan pagar, y lo contrario es pura palabrería publicitaria. 

Ustedes primero disparan, luego colocan el blanco donde ha caído la flecha (Risas), y así, señoría, acierta cualquiera. Las cosas se hacen al revés, primero se pone el blanco. (Aplausos). En resumen, señorías, y con esto termino: no ha sido usted leal con los españoles, no lo ha sido; les ha ocultado la verdad, se la ha ocultado; les ha hecho esperar contra toda esperanza; se ha tomado un mes de promoción personal en solitario; no tiene Gobierno; carece de suficientes apoyos y nos expone un programa que no sabemos si considerar un simple trámite de la investidura, un intento de echar las redes para ver qué sale o un adelanto de su propio programa electoral. 

Si antes conservaba usted cierta capacidad para engañar a los ingenuos, la teatralidad del acto solemnísimo del intercambio de carpetas despeja las dudas. Es evidente, y así lo ha entendido todo el mundo, que su mensaje a la ciudadanía era: Declaro solemnemente inaugurada la campaña electoral porque es lo que más me conviene. Señor Sánchez, el Diccionario de la Real Academia define la palabra bluf como montaje propagandístico para crear un prestigio que posteriormente se revela falso. Me parece que está muy bien descrito. 

Por todo esto, señorías, mi grupo cumplirá con su deber votando en contra de lo que únicamente se puede calificar como amenaza para los intereses de los españoles. Muchas gracias. (Varios señores diputados: ¡Muy bien!—Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso, puestos en pie). 

El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Rajoy. Tiene la palabra el candidato a la Presidencia del Gobierno. 

El señor SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN (Candidato a la Presidencia del Gobierno): Gracias, señor presidente. Señorías, señor Rajoy, después de escuchar su intervención me reafirmo en la necesidad de cambiar el Gobierno en el fondo y en la forma. (Aplausos). Ayer lo dije en mi intervención, señorías, y hoy lo vuelvo a compartir con todas y todos ustedes, y es que tenemos la oportunidad en esta legislatura de desterrar el insulto (Varios señores diputados: ¡Hala, hombre!—Protestas), la descalificación, que ha perpetrado el señor Rajoy en su intervención. (Aplausos). 

Mire, señor Rajoy, yo voy a hacer una intervención respetuosa, todo lo contrario a lo que ha hecho usted conmigo y con el Grupo Parlamentario Socialista. (Aplausos). Y le diré más, señor Rajoy, usted es el único responsable de su incapacidad para llegar a acuerdos con otras fuerzas parlamentarias. Si algo hemos aprendido, señor Rajoy —y ayer lo dije también en la intervención—, es que en democracia el ejercicio del poder —como usted ha vuelto a compartir con todos nosotros en su breve intervención— de imposición y de soberbia es la forma más débil de ejercer ese poder. 

Yo le voy a contar la verdad de los hechos, señor Rajoy, lo que ha ocurrido desde el 20 diciembre, porque si algo ha ocurrido en esta vida política desde el 20 diciembre ha sido que el Partido Socialista ha sido coherente desde el primer minuto con todo lo que ha dicho y ha expuesto a la opinión pública española. (Rumores). Nosotros dijimos el 20 diciembre que usted había ganado las elecciones, que el Partido Popular era la primera fuerza política en España y que en consecuencia era su momento, su tiempo; que la democracia tiene sus procedimientos, tiene sus plazos, y que en consecuencia no se podían hacer atajos; que era su momento y que usted tenía la oportunidad de intentar persuadir a otras fuerzas parlamentarias aquí presentes para intentar formar Gobierno. 

Luego nos enteramos por una conversación telefónica que fue radiada que usted tenía la agenda libre. Así que no nos reproche nada a los que durante este mes hemos estado trabajando por llegar a un acuerdo. (Varios señores diputados: ¡Muy bien!—Aplausos). Dijimos, señorías —y me parece muy importante decirlo aquí en la Cámara para que conste en el «Diario de Sesiones»—, que el Partido Socialista solamente daría un paso al frente en caso de que usted fracasara en su intento de formar el Gobierno. 

Y se me reprochó por parte de otros grupos parlamentarios, señoría, que no diera ese paso al frente, pero ninguno de los aquí presentes podrá decir que no dimos el paso al frente porque no fuera porque usted no lo intentara. ¿Cuál es el problema, señor Rajoy? ¿Cuál fue la sorpresa? Que usted no fracasó en el intento de formar Gobierno, usted renunció a formar Gobierno.

Por tanto, ese es su mayor fracaso: su renuncia. El debate que hoy estamos teniendo aquí es la viva prueba de ese fracaso, señor Rajoy. Usted debería estar aquí hoy hablando en la tribuna si hubiera tenido el coraje y la valentía política, y no sentado en su escaño escuchando. Esa es la realidad. (Varios señores diputados: ¡Oh!). Usted, señor Rajoy, renunció a su responsabilidad de presentarse a la investidura, renunció, le dijo no al jefe del Estado, y en consecuencia lo que hizo fue bloquear el reloj de la democracia. 

Usted, tanto que habla de respeto, lo que hizo fue faltar al respeto a todos los españoles y en particular a los 7 millones de españoles que votaron al Partido Popular el pasado 20 de diciembre. (Aplausos). Usted, señor Rajoy, olvida una cosa que ocurrió el día en que usted y yo fuimos —creo recordar que el 22 de enero— a ver al jefe del Estado: usted se escabulló y renunció a esa propuesta con el argumento —usted no lo ha contado en la tribuna pero yo sí lo voy a contar para que conste en el «Diario de Sesiones»— de que yo ya había pactado con el señor Iglesias un gobierno que parece ser que me había impuesto el señor Iglesias con una vicepresidencia incluso plenipotenciaria.

¡Y, paradojas de la vida, señor Rajoy, probablemente aquellos que usted utilizó como excusa para renunciar a su investidura puedan ser durante esta semana la única tabla de salvación para que usted siga siendo presidente del Gobierno! (Un señor diputado: ¡Toma!— Fuertes aplausos). Así que el Partido Socialista, señor Rajoy, tenía dos opciones: una, hacer lo mismo que usted, hacer un Rajoy —permítame que lo diga en términos coloquiales— (Risas) y, en consecuencia, bloquear la democracia en nuestro país; o, dos, dar un paso al frente e intentar cambiar el país, cambiar el Gobierno, cambiar las formas de gobernar, cambiar las políticas y cambiarle a usted como presidente del Gobierno. 

Y nosotros dimos un paso al frente, y yo lo dije el día en el que acepté la encomienda del jefe del Estado. ¡Si está escrito en todas las crónicas de ese día! Y es que yo reconocía que era muy difícil, que era muy complejo intentar formar una mayoría. Porque si miramos la aritmética parlamentaria con los mismos ojos que usted, es decir, entre izquierda y derecha —ya lo dije ayer—, no suman las izquierdas y tampoco suman las derechas. Si hubieran sumado las derechas, señorías, ahora mismo usted estaría presentando su discurso de investidura para ser presidente del Gobierno. (Rumores). Lo que hay, señorías, es una amplia mayoría para cambiarle a usted como presidente del Gobierno y cambiar sus políticas. (Aplausos). 

Por tanto, no critique a quienes hemos puesto el reloj de la democracia en marcha y quienes además hemos hecho un ejercicio de valentía y coraje político para desbloquear la situación en la cual usted había metido a este país. (Varios señores diputados: ¡Muy bien!—Otros señores diputados: ¡Uh!—Aplausos). Es curioso, señorías, porque el señor Rajoy hoy ha demostrado voluntad de cambio y voluntad de diálogo y acuerdo con el Grupo Parlamentario Socialista. El señor Rajoy nos propone lo siguiente, señorías: nos propone cambiar de Gobierno, cambiar de presidente del Gobierno, cambiar de políticas, pero con la condición de que el señor Rajoy siga siendo presidente del Gobierno, su Gobierno sea del Partido Popular y sigamos haciendo las políticas del Partido Popular. (Risas). ¡Y luego usted me llama a mí frívolo, señor Rajoy! (Aplausos). 

Tiene usted razón en una cosa: el acuerdo que hemos aprobado el Grupo Parlamentario Ciudadanos y el Grupo Parlamentario Socialista es una enmienda a la totalidad de buena parte de las políticas que usted ha puesto en práctica durante estos últimos cuatro años. (Rumores). En eso sí que me gustaría que otros muchos parlamentarios escucharan lo que usted ha dicho, porque, en efecto, en economía nosotros planteamos una enmienda a la totalidad de muchas de las cuestiones que usted ha propuesto. Por ejemplo, en materia de empleo. Sí, en materia de empleo nosotros hemos criticado —ayer lo hice desde esta tribuna— su política laboral. 

Dijimos que no hay mayor voladura de las relaciones laborales en nuestro país que su reforma laboral. Por cierto, una reforma laboral —y aquí están además los agentes sociales y lo pueden recordar perfectamente— que unos meses antes… (Rumores). Escúchenme: unos meses antes habían logrado un acuerdo y, como consecuencia del rescate al sector financiero por el desastre de la gestión de Bankia que hizo usted y el rescate de la troika (Rumores.—Risas.—El señor Floriano Corrales: ¡Pero bueno!), ustedes tuvieron que imponer una reforma laboral regresiva para este país. (Aplausos). Esa es la historia, esa es la historia. 

Y dijimos que la supresión de la negociación colectiva, dijimos que la imposición unilateral de las modificaciones contractuales entre el empresario y el trabajador o trabajadora, dijimos que la utilización indiscriminada de la contratación temporal que ustedes han planteado con su reforma laboral y también la supresión de la ultraactividad de los convenios colectivos era la mayor voladura de las relaciones laborales entre el trabajador y la empresa. 

Por eso, señorías, en la propuesta de acuerdo que llevamos con el Grupo Parlamentario Ciudadanos lo que hacemos es recuperar la negociación colectiva, lo que hacemos es recuperar la ultraactividad de los convenios colectivos, lo que hacemos es acotar la contratación temporal para que nueve de cada diez contratos en nuestro país dejen de ser temporales y precarios, y lo que hacemos también es modificar esas condiciones unilaterales que ustedes impusieron para que los empresarios pudieran modificar unilateralmente sus contratos. 

En segundo lugar, en relación con las cuentas públicas, señor Rajoy, dijimos en el debate de presupuestos el pasado mes de septiembre y en campaña electoral —así lo recordó también la Comisión Europea— que sus Presupuestos Generales del Estado no iban a cumplir con los compromisos de déficit público, pero esto es algo que no solamente ha ocurrido durante este año, sino a lo largo de toda la legislatura. Ningún año ha cumplido usted con los objetivos acordados con Bruselas. 

Finalmente, planteamos una revisión de su modelo energético, planteamos una transición energética, planteamos la aprobación de una ley de cambio climático y planteamos, por ejemplo, la derogación del impuesto al sol, cuestiones que conforman una enmienda a la totalidad de su política económica. Con respecto a los derechos y libertades, ¡qué decirle, señoría! Comparto con usted que esto también es una enmienda a la totalidad de su política regresiva y de recortes de derechos y libertades. 

Por eso estamos planteando derogar de la Ley de Seguridad Ciudadana todos aquellos aspectos regresivos que coartan los derechos y las libertades de los ciudadanos. Asimismo, planteamos la derogación de la Lecrim porque ustedes pretenden precisamente recortar el periodo de instrucción para abrir la puerta a la impunidad en algunos casos de corrupción que afectan a su partido, así como la derogación del artículo del Código Penal que impide el derecho a la huelga y a la manifestación de la huelga de muchos sindicalistas. 

Y planteamos algo que no dije ayer, como es la supresión de las tasas judiciales para pequeñas y medianas empresas y para trabajadores autónomos. En cuanto a la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción, señorías, ¿sabe cuál es la esencia, señor Rajoy, de todo lo que decimos en ese acuerdo? Sacar la política de la crónica de sucesos en la cual su partido y usted la han metido como consecuencia de los casos de corrupción. (Aplausos). 

Es curioso, señor Rajoy, porque cuando presentamos el acuerdo el señor Rivera y yo mismo, a los cinco minutos portavoces de su grupo parlamentario y usted mismo lo descalificaron sin leerlo. Dijeron que eran simplemente cinco propuestas, que le recuerdo cuáles eran: la supresión de aforamientos, la limitación de mandatos a ocho años de la Presidencia del Gobierno, la supresión de las diputaciones provinciales… (Varios señores diputados: ¡Oh, ahora!). Sí, sí. Y era también reducir a 250.000 las firmas para poder propiciar la iniciativa legislativa popular en el Congreso de los Diputados y reducir a la mitad el número de miembros del pleno del Consejo General del Poder Judicial, de veinte a diez. Usted dijo entonces para descalificarlo que no servía, que no sumaba. 

Y es cierto, ayer lo dije: el PSOE y Ciudadanos sumamos aquí 130 diputados. Por cierto, son más que 123, en realidad 122, porque entiendo, señor Rajoy, que a Gómez de la Serna no lo cuenta usted como miembro del Grupo Parlamentario Popular. (Aplausos.—El señor Floriano Corrales pronuncia palabras que no se perciben). Pero les digo: sí sirve, señorías, sí sirve. Sí sirve porque, en primer lugar, plantea una salida centrada al atasco político en el cual usted ha metido a España. En segundo lugar, porque plantea soluciones progresistas a los problemas de los españoles que podemos poner en marcha la próxima semana. 

Y en tercer lugar, señor Rajoy, porque obedece al mandato de la ciudadanía, que lo que nos dijo, señor Rajoy, es que la única victoria política que esperan de sus políticos es el acuerdo y ese acuerdo es, para quien ha gobernado desde el absolutismo durante estos últimos cuatro años, señor Rajoy, el mayor de sus fracasos. (Varios señores diputados: ¡Uh!—Aplausos). 

El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Sánchez. El señor Rajoy tiene la palabra. 

El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN FUNCIONES (Rajoy Brey): Señor presidente, señoras y señores diputados, el señor cambio está obsesionado con el señor cambio. Señor Sánchez, si los españoles tenían tanto interés en que hubiera un cambio político y usted fuera elegido presidente del Gobierno, ¿puede explicar en esta Cámara por qué no le votaron? (Aplausos). 

O dicho de otra forma, ¿puede explicar en esta Cámara por qué el Partido Popular tuvo 1.700.000 votos más que el Partido Socialista? Si es verdad —como ha dicho usted ayer— que al Partido Popular hay 18 millones que no le han votado y, por tanto, no puede presidir el Gobierno, teniendo en cuenta que a usted han sido 20 millones los que no le han votado, ¿puede explicar por qué tiene derecho a presidir el Gobierno de España? ¿Es ese su concepto de la democracia o, si quiere, el de la aritmética? (Risas y aplausos)

El señor Sánchez me reprocha que yo no haya acudido a la sesión de investidura. Tiene razón, yo no he acudido a la sesión de investidura. ¿Sabe por qué no he acudido a la sesión de investidura? Porque era imposible que yo fuera investido en esta Cámara puesto que, como usted conoce muy bien, sin algún tipo de entendimiento con el Partido Socialista eso no podía producirse. (Rumores). 

Por tanto, no traslade sus responsabilidades a la fuerza política que yo presido. Lo que nosotros no hemos hecho —cosa que sí hizo usted— ha sido engañar a la gente. No hemos engañado ni a la gente ni al rey ni a esta Cámara ni hemos bloqueado nada. (Rumores). Quien ha bloqueado la situación ha sido usted, que no ha permitido gobernar a la fuerza política más votada por los españoles y que ahora no ha hecho el más mínimo esfuerzo, una vez que ha sido designado para que intente la investidura, para conseguirla. 

¿Y por qué no lo ha hecho, señor Sánchez? Porque usted necesitaba —y lo sabe— o bien el concurso del Partido Popular, o bien el concurso de Podemos, porque con el apoyo de Ciudadanos —usted lo sabía y lo sigue sabiendo— no puede ser investido como presidente del Gobierno. Con el Partido Popular no ha querido ni hablar. Le vuelvo a repetir: No es no. ¿Qué parte del «no» no entiende usted, señor Rajoy? Si con el Partido Popular no quiere hablar, es evidente que solamente puede hablar, si quiere ser investido, con Podemos, y lo que ha hecho es una reunión de un día a veinticuatro y tomando unas decisiones que usted sabía que darían lugar a que ese grupo no le diera su apoyo político. 

Por tanto, en primer lugar, usted ha impedido que la fuerza política más votada por el conjunto de los españoles pudiera gobernar y, después, no ha hecho ni el más mínimo esfuerzo para que usted, que es el representante de la segunda fuerza política, accediera a esa responsabilidad, porque con las fuerzas políticas con las que podía pactar usted no ha querido hablar. Por tanto, el responsable del bloqueo de esta situación es usted, señor Sánchez, no yo, que le dije al rey que, después de lo que usted afirmó, no podía ser investido porque tenía a la mayor parte de la Cámara en contra. (Aplausos). Señor Sánchez, ese es el gran fraude de esta investidura. 

Usted no ha querido hablar con nosotros; ni hablar, ya no digo acordar. Usted tampoco ha hecho el más mínimo esfuerzo ni se ha tomado es serio otro posible acuerdo, el único posible acuerdo que tenía además del nuestro. Lo que ha hecho usted al venir aquí hoy es una impostura, es un engaño, es un fraude y es un fracaso y es usted el que ha bloqueado la situación política en España. Lo mismo ocurre con su programa electoral. ¿Pero qué programa nos trae aquí, señor Sánchez? ¿El que ha firmado con Ciudadanos? ¿El que ha firmado con Ciudadanos interpretado por Ciudadanos? ¿El que ha firmado con Ciudadanos interpretado por usted? 

¿El que le ha remitido a Podemos hace cuarenta y ocho horas? ¿O el que le ha remitido a En Marea? ¿O el que le ha remitido a En Comú? ¿O el que le ha remitido a Compromís? ¿Qué nos trae aquí, señor Sánchez? Lo único que sabemos que nos trae usted, porque nos lo dijo ayer, es un acuerdo con Ciudadanos, que es el primer paso; y es que le ha durado una semana. El problema, señor Sánchez, es qué pretende usted que votemos nosotros aquí: ¿algo que es de imposible aplicación porque usted no ha sido capaz de pactarlo con nadie? ¿Quiere que votemos un programa que no se va a aplicar nunca? No tiene ningún sentido. 

Ha hecho usted referencia a alguna de las cosas de ese programa, señor Sánchez. Ha comenzado diciendo —porque lo traía escrito, es el viejo truco de siempre— que yo he venido aquí a decir que hay que cambiar de política. (Risas). No, he venido a decir todo lo contrario, pero como a usted le escribieron en el papel que trae aquí que yo iba a decir que iba a cambiar de política, pues ¡hala!, hay que cambiar de política. (Aplausos). Pues no creo que haya que cambiar de política, señor Sánchez. Además, he dicho todo lo contrario. 

Creo que la política económica ha funcionado y que hay que seguir con la estabilidad presupuestaria, el control del déficit y las reformas estructurales porque han funcionado, porque es lo que se hace en los países que han funcionado. Reconoce usted —y hace bien en reconocerlo— que lo suyo es la derogación de todo lo que hemos hecho en estos cuatro años. Nos da lecciones de empleo. ¿Pero no se da cuenta de que usted estuvo apoyando a un Gobierno que dio lugar con sus políticas a que 3.400.000 españoles perdieran su puesto de trabajo? (Rumores). 

¿Cómo nos puede dar lecciones de empleo si cuando llegamos al Gobierno el paro aumentaba al ritmo del 10% anual y ahora se está reduciendo al ritmo del 8% anual, si cuando llegamos al Gobierno España estaba en recesión y el último trimestre del pasado año crecimos al 3,5% anual, si entre los grandes países de la Unión Europea somos el país donde hay mayor crecimiento económico y donde se está creando más empleo? ¿Quién iba a decir eso en el año 2011? Habla usted del sistema financiero, de Bankia y de muchas entidades financieras. 

¿Qué hizo el gobernador del Banco de España entonces y el Ministerio de Economía? ¿Qué pasó también en Caixa Catalunya y tantas y tantas entidades financieras? ¿Y qué hicieron ustedes? Nosotros por lo menos arreglamos el problema, hoy la banca española está saneada y da crédito al conjunto de las pequeñas y medianas empresas y a los particulares. (Aplausos). Señor Sánchez, me habla de la reforma de la Constitución. 

¿Puede usted explicar con los votos de quién va a reformar la Constitución? (Rumores). Podría usted explicarlo, porque si no algunos pueden pensar que usted les está engañando. ¿Es que va a reformar con 130 votos la Constitución española? Debe tener usted mucha confianza, porque propone nada menos que dos reformas: una exprés y otra que supongo que será normal o no exprés (Risas), eso que se llama reforma agravada. Ahora bien, ¿es usted consciente de lo que está proponiendo? ¿Sabe que usted puede abocar a los españoles a que en un plazo de dos años tengan que votar un referéndum, unas elecciones generales y otro referéndum? 

¿Sabe usted que si se aprueba una reforma exprés en esta Cámara 35 diputados pueden pedir que se someta a referéndum? ¿Sabe usted que eso supone que habría que hacer un primer referéndum? ¿Y sabe usted que en el caso de la agravada tendría que aprobarla esta Cámara, luego disolver la Cámara, luego nuevas elecciones y luego nueva aprobación por la Cámara y por último un referéndum? (Rumores). ¿Cree usted que eso es lo que necesita España para los próximos dos años? ¿Es esa la prioridad que tiene usted? 

¿Qué es la reforma federal, señor Sánchez? Hable usted de su programa. (Rumores). ¿Nos la puede explicar? Llevamos dos años hablando de eso. ¿Cuál es su propuesta para Cataluña? Porque según lo que yo he leído, el acuerdo que usted ha firmado con Ciudadanos, usted propone para Cataluña lo que yo llevo haciendo a lo largo de estos años (Aplausos.—Rumores), es decir, que no se celebrará nunca un referéndum de autodeterminación. 

¿Qué reforma pretende usted hacer en el artículo 135 de la Constitución que votamos ustedes y nosotros juntos? ¿Cuál es el valor de su palabra, cómo nos podemos fiar de usted? ¿Y qué pasa con las diputaciones, se suprimen o no se suprimen las diputaciones? (Rumores.— Aplausos). El señor Rivera dice que se suprimen y siempre fue su posición, pero yo he oído al señor Hernando decir, que supongo tiene cosas importantes que señalar —yo siempre que le escucho lo hago con mucha atención— (Rumores), que no se van a suprimir de ninguna manera. Dice que se les va a cambiar de nombre. (Risas). 

Bueno, ahí hasta podríamos llegar a un acuerdo, pero promover una reforma de la Constitución para cambiar de nombre a las diputaciones, para bajar de 500 a 250.000 o para poner los nombres de las comunidades autónomas… ¡Hombre! A mí me gustaría que estudiáramos las cosas mejor. Conviene hacer las cosas en serio, conviene tener claro cuáles son los objetivos, aplicar las medidas y valorar muy bien las consecuencias de las decisiones y de los actos que se toman. 

No se puede venir a una sesión de investidura cambiando cada media hora de programa, haciendo unas ofertas a unos y a otros que no sabemos si son compatibles, viendo que quien ha firmado el primer acuerdo luego dice que si se aprueban algunas de las nuevas propuestas que usted hace a otros que piensan de manera diferente, entonces ya no firmarán ningún tipo de acuerdo. Señor Sánchez, las cosas no se hacen así. 

Por eso vamos a votar en contra de su investidura, porque lo que ha traído usted aquí es un fraude, porque no tiene ningún programa, porque no tiene pacto, porque es incapaz de formar Gobierno y, sobre todo, porque pretende liquidar lo que se ha hecho en España a lo largo de cuatro años, que entre otras cosas ha servido para que este país no fuera rescatado, no cayera en una situación de quiebra, empezara a generar empleo, mejorara su competitividad y creciera económicamente como nadie en Europa. Sinceramente, a usted no le interesa España. Gracias. (Aplausos de las señoras y los señores del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso, puestos en pie). 

El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Rajoy. El señor candidato tiene la palabra. 

El señor SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN (Candidato a la Presidencia del Gobierno): Gracias, señor presidente. Señor Rajoy, vuelve usted a decir que he faltado al respeto a los españoles. Señor Rajoy, quien ha faltado al respeto a los españoles y a sus 7 millones de votantes fue usted no presentando su discurso de investidura hoy aquí en tribuna. (Aplausos). Se lo vuelvo a repetir: Usted representa al partido que obtuvo más votos el pasado 20 de diciembre. 

Pero le digo más, señor Rajoy: La minoría mayor no es una mayoría en un sistema parlamentario. Usted considera que el poder es propiedad del Partido Popular, pero no es así. Usted tendría que haber recabado aquí la mayoría de fuerzas parlamentarias en su apoyo para lograr la investidura, y así no ha sido. Señor Rajoy, usted habla de diálogo, de que yo no he querido hablar con usted, de que no he querido sentarme con usted a hablar. 

Yo fui a Moncloa a hablar con usted (Un señor diputado: Un día.—Rumores) y lo que me encontré fue una propuesta anticipada en un diario de prensa escrita, que decía que si apoyaba el Grupo Parlamentario Socialista al Grupo Parlamentario Popular para su investidura usted sería capaz de darnos la Presidencia del Senado y la Presidencia del Congreso. (Denegación). Sí, sí, eso apareció así en un medio de comunicación de prensa escrita. (El señor Moragas Sánchez: ¡Bueno!—Rumores). Pero le diré más, señor Rajoy. 

Lo que queremos cambiar es a su Gobierno y el contenido de las políticas de ese Gobierno. Si usted hubiera hablado conmigo mucho más durante estos últimos dieciocho meses (Varios señores diputados: ¡Ah, ah!), hubiera hecho caso a los planteamientos que hemos hecho, por ejemplo, en relación con la crisis de convivencia que se está viviendo en Cataluña; hubiera hecho caso a que no tendríamos que haber incluido en el Código Penal la cadena perpetua revisable; hubiera hecho caso a todas aquellas cuestiones que han hecho retroceder derechos y libertades en nuestro país. 

Así que, la mano tendida del Grupo Parlamentario Socialista en todos los asuntos de Estado, señorías, señor Rajoy, sabe que siempre la ha tenido, cosa bien distinta a cuando ustedes parece que empiezan a perder el poder, a lo que luego me referiré. Señor Rajoy, señorías del Grupo Parlamentario Popular, no desprecio en absoluto a los 7 millones de votantes del Partido Popular. (Varios señores diputados: ¡No, no!). Al contrario, respeto, y mucho, a todos y cada uno de los 122 diputados y diputadas del Grupo Parlamentario Popular, y les digo: Si soy presidente del Gobierno, les tenderé la mano para forzar esos consensos de Estado que necesita el país. (El señor Floriano Corrales: ¡Anda ya!—Rumores.—Aplausos). 

Les diré más. Creo que es importante no solo cambiar el fondo de las políticas sino también la forma de hacer política y que, en consecuencia, necesitamos devolver a la vida política la moderación en las formas de expresarnos: no más insultos y no más descalificaciones, señorías del Grupo Parlamentario Popular. (La señora Martínez Saiz: ¡Tú!—Rumores). Digo esto porque durante estas últimas semanas, cuando ustedes han visto en riesgo la pérdida de poder y del Gobierno, han empezado otra vez a saltar los viejos fantasmas, como por ejemplo los del ministro del Interior en funciones diciendo que un Gobierno presidido por un socialista, por mí, es lo que más desea la banda terrorista de ETA. (El señor Ministro del Interior en funciones, Fernández Díaz: ¡No, no!—Rumores). 

Sí, sí, viendo al ministro de Asuntos Exteriores, señorías, en foros internacionales decir que un Gobierno presidido por el Partido Socialista y por mí significaría la salida de España de la coalición de la lucha contra el terrorismo yihadista. (El señor Moragas Sánchez: ¡No!—Rumores). Viendo también, señorías, a ministros y ministras en funciones diciendo, señor Rajoy, que todos los males se producirían con la salida del Partido Popular de las instituciones del Gobierno y con la entrada del Partido Socialista en el Gobierno, cuando yo creo, humildemente, que muchos de esos problemas se podrían empezar a resolver con su salida del Gobierno. 

Señor Rajoy, creo que el Partido Popular es un partido muy importante en el sistema político español, lo creo sinceramente. Lo he dicho en tribuna, y quiero que conste en el «Diario de Sesiones»: Nunca diré que el Partido Popular es un partido corrupto. Nunca lo diré. (Varios señores diputados: ¡No, no!— Rumores). Cuestión distinta es que muchos de sus dirigentes en diferentes territorios y también a nivel nacional hayan traicionado la confianza de sus votantes y de sus militantes. 

Por eso yo creo que para que se produzca la verdadera regeneración democrática en nuestro país es necesario que se produzca la verdadera regeneración democrática y la renovación de liderazgo del Partido Popular, y eso solamente se puede producir en la oposición. (El señor Moragas Sánchez: ¡Ajá, ajá!—Aplausos.—Protestas). 

Por eso, señor Rajoy, desde el máximo de mis respetos a los 7 millones de españoles y españolas que votaron al Partido Popular y a los 122 diputados del Grupo Parlamentario Popular le pido que haga una reflexión: si usted no se está convirtiendo en el tapón para la renovación y la regeneración del Partido Popular en España. (Aplausos). 

Esta es la cuestión. El Partido Socialista siempre estará promoviendo el cambio de políticas y el cambio de Gobierno, y eso, en consecuencia, hace incompatible que usted y yo nos podamos entender para formar Gobierno. Muchas gracias. (Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados del Grupo Parlamentario Socialista, puestos en pie). El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Sánchez. (El señor presidente del Gobierno en funciones, Rajoy Brey, pide la palabra). El señor Rajoy ha pedido la palabra y, como es tradición en este Parlamento, le daremos tres minutos desde el escaño.

El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN FUNCIONES (Rajoy Brey): Muchas gracias, señor presidente. Creo que ni siquiera voy a consumir el plazo que usted me da y que le agradezco, como he señalado en la primera parte de mi intervención. Solamente voy a hacer dos precisiones. Efectivamente, en el día de ayer, tal y como recordaba el señor Sánchez en su intervención, dijo que debía terminar la etapa de los insultos y las descalificaciones. 

Le ha durado medio día. En cualquier caso, vamos a ver si somos capaces de que en el futuro pueda conseguir esas buenas intenciones que en el día de ayer transmitió a esta Cámara. Le voy a dar un consejo: para que se terminen los insultos y las descalificaciones, ¿sabe lo que tiene que hacer usted? Dejar de insultar y descalificar. Así ya no volveremos a tener ese problema nunca. (Aplausos). Señor Sánchez, hay tapones y hay el perro del hortelano. 

El perro del hortelano es el que no deja que gobierne quien tiene el apoyo mayoritario de los ciudadanos y además es incapaz de crear una alternativa que permita gobernar. (Protestas). Si yo con 1.700.000 votos más que usted tengo que hacer lo que usted me ha pedido aquí, ¿qué tiene que hacer usted con 1.700.000 menos y con el peor resultado de la historia del Partido Socialista Obrero Español? (Un señor diputado: Sí, señor.— Aplausos). Es usted el tapón. Muchas gracias. (Aplausos). 

El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Rajoy. Señor candidato. 

El señor SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN (Candidato a la Presidencia del Gobierno): Señor Rajoy, no voy a entrar en el «y tú más», no voy a entrar en la descalificación. (Protestas). Usted ha faltado al respeto a los españoles y a sus votantes. Insisto, usted tendría que haber estado en esa tribuna defendiendo su investidura y no escuchando sentado en su escaño cómo yo hacía esa investidura. Así que le insisto, no critique a quienes hemos puesto en marcha el reloj de la democracia y a quienes estamos intentando forjar el cambio político, que es el mandato de los españoles. (Aplausos).

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