viernes, 9 de junio de 2017

COMISIÓN EDUCACIÓN LABORAL 24052017

El señor GARCÍA VIÑA (Catedrático de Derecho Laboral de la Universidad de Barcelona. Director de formación y empleo de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, CEOE): Muchas gracias, señora presidenta. En primer lugar, cuando la educación está en un momento de debate político y estamos intentando llegar a este pacto de Estado por la educación, desde CEOE, la organización que represento, agradecemos mucho la invitación a participar.

Estamos viviendo momentos de cambios muy acelerados que afectan tanto al individuo como a la sociedad, a la economía y, cómo no, a las empresas y al empleo, desde el punto de vista del mercado de trabajo, que es uno de los elementos fundamentales a los que el sistema educativo también debe hacer frente. Resumiría en cuatro grandes cambios esas situaciones a las que nos enfrentamos: la globalización, la digitalización, la flexibilidad —que es una circunstancia y a la vez un requisito y, por tanto, tiene la doble característica—, y la necesidad de afianzar la transición de la educación al mercado de trabajo, que nos parece absolutamente fundamental.

Este nuevo escenario, que nos traslada a los sistemas de educación y formación —si se pueden separar o si los consideramos un elemento común—, lo que hace es exigirnos unos cambios y, sobre todo, que esos mecanismos sean de respuesta eficaz, especialmente en los términos en los que la oferta y la demanda se resuelva en tiempo y dé verdadera respuesta, que no se quede a medio camino, sino que trate de resolver esas situaciones.

Nos estamos jugando, una vez más, el futuro de un colectivo muy importante de esta sociedad, como son las personas jóvenes. La educación y la formación constituyen unos elementos de valor indiscutible y, por tanto, requieren que nos adaptemos cada vez más a ese futuro, que es incierto y complejo, porque es muy probable que parte de los parámetros que hemos utilizado en la definición y en el desarrollo de la educación en los últimos años —podemos cuantificarlo en lo que sea— ya no resulten útiles o, como mínimo, ya no sean tan útiles como hasta ahora.

Por tanto, entendemos —por eso hacemos la aportación desde la Confederación Española de Organizaciones Empresariales— que se trata de una apuesta estratégica en la que la confederación de empresarios quiere participar. Por esta razón, nos ofrecemos a esta Comisión para hacer el máximo de aportaciones.

Entendemos que es absolutamente imprescindible operar desde todos los niveles desde los cero años hasta los cien, por utilizar un concepto; que las empresas sean consideradas como socios necesarios para delimitar estas nuevas estructuras, sobre todo en una parte muy importante, que cada vez está obteniendo mayor valor, y que es cierto que queda encuadrada en una parte básica de nuestra educación, la que podríamos llamar educación superior, que no por ello es menor, que es esa conexión, esa necesidad de alinear el sistema educativo y el mercado de trabajo.

Los empresarios pensamos que en esa parte podemos aportar el máximo de cuestiones. Permítanme, en primer lugar, hacer un pequeño análisis económico del gasto de la educación en España. Es verdad que aquí los datos no suelen ser muy recientes, y nos encontramos con que los que teníamos de los años 2013 y 2014 no nos sirven ahora, por lo que hacer proyecciones a muy largo plazo, cuando nos hemos encontrado en los últimos años con una grave crisis económica, hace que se desdibujen las grandes líneas.

Pero aún as, los datos que tenemos son estos y por ellos nos tenemos que regir. En España, el sector público es el primer inversor de la educación, sobre todo en la educación no universitaria, con un 88 % de ese total del gasto, y somos el cuarto país en el que el sector privado tiene mayor importancia. Estamos cinco puntos porcentuales por encima de la Unión Europea. En este caso, aunque no es estrictamente lo mismo, nos encontramos con la misma situación paralela que en la educación.

Tenemos sistemas de educación, medios razonablemente buenos, y en cambio la aportación que se hace por parte del sistema privado sigue siendo muy alta. Este es un elemento que hay que tener en cuenta, porque, igual que sucede en la sanidad, en la educación estamos hablando de un sistema absolutamente complementario y voluntario, no hay opción de excluir uno por otro.

Con estas aportaciones, los ciudadanos de este país hacen un esfuerzo extra. Ahora bien, si se tiene en consideración todo el sistema y, por tanto, se incluye la ecuación universitaria, el gasto privado se incrementa en seis puntos, llegando hasta el 18 %, teniendo en cuenta que somos el cuarto país en el que el gasto privado es más importante.

Vamos a intentar hablar de eficacia, que al final es lo que nos tiene que preocupar a todos, porque entendemos que lo importante no es la cuantía, sino lo eficaces que son esos recursos que utilizamos para un elemento tan estratégico como es la educación en España. Si cogemos la proporción de gasto privado y de gasto público, se advierte que la presencia de gasto privado respecto al gasto público ha crecido desde el año 2006 y sigue creciendo en la actualidad. Por tanto, la aportación de esa parte privada, es muy importante.

Fíjense bien, aquí nos encontramos con un elemento que nos ha de hacer reflexionar y es que esta tendencia es divergente respecto a la media de la Unión Europea, porque la aportación de la parte privada en la Unión Europea está disminuyendo y en cambio en España está creciendo. Por tanto, ese es un elemento que no podemos obviar. En ese mecanismo de eficacia, si comparamos gasto público en educación y PIB, nos encontramos en que estamos —repito, son años de 2013, probablemente los datos habrán ahora mejorado— un 1,15 % por debajo de la media de la Unión Europea. Aquí lo interesante de los números es poderlos comparar.

Por tanto, esta es la situación. Aquí hay que intentar encontrar cuáles han sido las causas por las cuales el gasto público —en general— ha ido creciendo y en cambio esa correlación con la rentabilidad del mismo no ha crecido; es decir, ahí hemos de hacer ese análisis. De hecho el sistema educativo español, con esa situación de que no tiene una eficacia necesaria, presenta otros problemas, dejando aparte un momento las cuestiones puramente económicas.

Si nosotros observamos la evolución del gasto público, de acuerdo con un elemento como las evaluaciones PISA —que pueden ser mejores o peores pero están estandarizadas y nos sirven para comparar—, nos damos cuenta que ese incremento del gasto en educación en España no ha ido acompañado de un incremento de los resultados en PISA. A su vez, también reflejamos unas absolutas disparidades de resultados en este mecanismo de evaluación, si lo comparamos entre comunidades autónomas: 46 puntos en lectura y ciencias, 66 puntos en matemáticas, etcétera. Esto quiere decir que tenemos grandes desigualdades en España en las distintas comunidades autónomas sobre los propios resultados.

Este es un elemento que también nos tiene que preocupar. Por tanto, creemos que el sistema educativo español sigue necesitando de elementos de eficiencia y que, por tanto, al menos desde nuestra humilde posición la cuestión no es tanto el incremento del gasto sino sobre todo mejorar los procesos y las políticas. Ahí es realmente donde está el elemento fundamental.

Por tanto, entendemos a raíz de este análisis que las carencias que tiene el sistema educativo español se puede resumir en las siguientes: resultados insuficientes, tenemos resultados por debajo de la media de la OCDE y ese es un elemento fundamental; ineficiencia del gasto, ha crecido el gasto pero no han mejorado los resultados; brecha absoluta entre formación y el empleo, ya que vemos múltiples ejemplos desde la lentitud de las cualificaciones y la inexistencia de la oferta y la demanda, hasta el elemento de la desconexión —aquí citaría en esa desconexión entre la formación y el empleo, los dos sistemas en los cuales está más presenta esa situación profesional y la universidad—; lentitud de la respuesta política, porque tardamos muchos años para dar soluciones a desafíos que son rapidísimos, que requieren dar una respuesta urgente a la sociedad porque la sociedad es muy rápida; y finalmente nos encontramos con importantes deficiencias en los marcos normativos tanto desde el punto de vista de concepción jurídica como de los procedimientos políticos existentes.

Para eso, hacemos unas propuestas clave para mejorar la calidad de la educación y para mejorar también esa vinculación que creemos absolutamente imprescindible con la empresa. En primer lugar, el futuro —que ya es el presente— requiere nuevos planteamientos y para eso hemos de estar presente a la hora de definir, utilizando un concepto educativo, el currículum para el siglo XXI, porque es absolutamente imprescindible que demos respuesta a las necesidades de futuro, que son de presente, del mercado de trabajo, de la sociedad y dentro de la sociedad de ese colectivo tan afectado por esta materia como son los jóvenes.

Hago unas propuestas en esta materia: potenciar las enseñanzas STEM —Science, Technology, Engineering and Mathematics— y la lengua extranjera, introducir una serie de contenidos modernos, desarrollar la creatividad, el pensamiento crítico, la comunicación, la colaboración, fomentar el enfoque humanístico que no es contradictorio con lo que acabo de decir, así como la adquisición de habilidades no cognitivas. En segundo lugar, la innovación, el emprendimiento y las nuevas tecnologías son fundamentales porque son los pilares fundamentales de la economía del conocimiento en la que estamos viviendo desde hace algunos años.

Para ello, es absolutamente necesario mejorar esa posición española en esas tres grandes áreas. Esa mejora requiere de un trabajo por parte de todos los sujetos implicados en este proceso. Por eso, es preciso que promovamos en el profesorado la incorporación a las nuevas tecnologías, a la educación emprendedora, a los procesos de innovación educativa, en su día a día.

Asimismo, es necesario implicar a las empresas con el desarrollo de plataformas digitales y soluciones tecnológicas para que así existan metodologías de enseñanza mucho más eficaces. Por parte de las administraciones educativas es preciso reconocer y difundir estas innovaciones efectivas entre los centros. En tercer lugar, el profesor es el factor clave para este sistema educativo, pero creemos que en la actualidad no está teniendo un papel protagonista.

Por eso, pensamos que se debería estudiar un sistema de extensión parecido al MIR en el ámbito sanitario, que se debería establecer un plan de carrera de progresión profesional y que se debería de vincular su evaluación con objetivos y con la promoción, garantizando elementos de justicia y objetividad. Por tanto, vamos a darle las herramientas necesarias a los profesores, y a su vez, vamos a evaluarlos para que puedan hacer bien su trabajo.

En cuarto lugar, para mejorar la calidad de la educación es absolutamente imprescindible impulsar la autonomía de los centros, con la finalidad de que los propios centros dispongan de una mayor capacidad para desarrollar su actividad pedagógica, organizativa y administrativa, dando así respuesta a las necesidades que les hacen desde la sociedad.

Esto nos llevaría a llevar por ejemplo a promover una mayor profesionalización en la dirección del centro, potenciando su liderazgo, a establecer sistemas de evaluación sistemática y de calidad y a promover, como no puede ser de otra manera después de haber hecho una valoración, la transparencia de los resultados. En quinto lugar, no es posible avanzar en estas mejoras si no se aplica un mecanismo de evaluación transversal eficaz y eficiente en todos los niveles del sistema educativo —repito, de cero a cien—.

Es absolutamente imprescindible verificar el cumplimiento de los objetivos y que ese mecanismo de retroalimentación nos permita proponer cambios que sean necesarios en el momento en que lo precisen. El mejor mecanismo o la mejor herramienta para permitirnos proponer cambios para mejorar los resultados es hacer evaluaciones. En sexto lugar, es fundamental el derecho de elección del centro por parte de las familias. Esto supone el mayor ejemplo de libertad, no solo de las familias sino también de creación y dirección de los centros educativos con sistemas pedagógicos y proyectos educativos propios que se fundamenten en los deseos, en las necesidades de las familias.

En esta cuestión nos parece fundamental fortalecer la posición estratégica del sector privado en la cooperación con el ámbito público —estamos hablando del sistema que nosotros tenemos— y que esa presencia o esa cohabitación —repito, fundamentada en la absoluta libertad, en este caso de las familias— pueda estar presente en todo el sistema educativo En séptimo lugar, nos encontramos con un desajuste creciente entre las competencias demandadas por los rápidos cambios que se producen en el mercado de trabajo y las que poseen las personas que prestan servicio a los trabajadores.

Esto tiene un reflejo muy importante en los problemas que tienen las empresas, en poder contratar personas con determinadas capacidades; esa situación ya es una realidad. Para facilitar esa exigencia que hace la sociedad, que en este caso potenciaría sobre todo a las personas jóvenes, es absolutamente imprescindible establecer una mayor eficaz transición entre el mundo de la educación y el mundo del empleo.

Para eso, se requiere promover la excelencia educativa como factor absolutamente prioritario de la empleabilidad; establecer un programa nacional de información y orientación profesional integral; mejorar la ordenación, en este caso concreto, de la formación profesional o reglada; y dotar de un mayor protagonismo a la oferta privada en la formación. En octavo lugar, el sistema educativo y de formación ha de poder dar respuesta ágil y eficiente a las demandas de los nuevos perfiles profesionales, ya que esta rapidez es una de las principales demandas que hacen tanto las empresas como los ciudadanos y podíamos centrar el colectivo una vez más en los jóvenes.

Para conseguir esto, entendemos que las empresas podemos tener un papel protagonista en la gobernanza del sistema y ponemos a disposición de la sociedad determinadas cuestiones. Nos parece adecuado intensificar los vínculos recíprocos entre educación y empresa, creemos que es fundamental reforzar el actual sistema nacional de cualificaciones profesionales, debemos incrementar el protagonismo de los empresarios en la definición tanto de la oferta formativa como en la gobernanza del sistema y potenciar modelos de formación en alternancia tanto en la formación profesional como en el sistema universitario español.

En noveno lugar, es prioritario establecer un sistema claro de prioridades que aporte una visión estratégica compartida por el Estado y las comunidades autónomas. Necesitamos un marco normativo básico y coherente, moderno y efectivo, que garantice además la unidad del mercado a través de una máxima coordinación.

Por último, creemos —por eso agradecemos una vez más que se nos haya citado a esta Comisión— que el pacto de Estado por la educación puede ser la herramienta más eficiente para dotar al sistema de una suficiente estabilidad y para conseguir esa modernización efectiva.

Para ello, creemos que este pacto de Estado ha de tener una visión adecuada de futuro, ha de tener muy poco contenido ideológico y por supuesto —esto era de alguna manera nuestro leitmotiv desde el principio— ha de tener en cuenta que ha de poder resolver, no ha de intentar sino que su objetivo ha de ser resolver los retos del futuro del mercado de trabajo. Si le parece bien a la presidenta, finalizaría aquí mi primera intervención y me pongo a disposición de sus señorías para las preguntas que me quieran formular. Muchas gracias.

La señora MARTÍN LLAGUNO: Muchas gracias, señora presidenta. Quiero agradecer la exposición que ha hecho. La verdad es que ha sido una exposición muy disruptiva con relación a la anterior, porque que son dimensiones distintas y diferentes.

En cualquier caso, es información que tenemos que tener porque aunque mi grupo parlamentario entiende que la empleabilidad no es la única finalidad de la educación, es un tema que no se puede obviar y, además, es un elemento importante en el que estamos fallando y debemos abordarlo de una manera integral. Tal vez haya más vínculo entre las cuestiones de empleabilidad con la educación superior, con la universidad y con parte también de la formación profesional, pero también una buena formación desde primaria conlleva mejores resultados al final del proceso.

Está claro que hay una brecha —usted lo ha dicho muy gráficamente— entre las necesidades del mercado laboral y la oferta educativa que estamos ofreciendo en nuestro país. Mi grupo cree que es importante introducir como indicadores en el sistema universitario para la financiación adicional de los centros ciertos valores que tienen que ver con la empleabilidad, pero no con cualquier tipo de empleabilidad porque no puede ser que las personas acaben trabajando en empleos que estén disconformes con su nivel de capacitación.

En este sentido, voy a hacerle algunas preguntas. ¿Cree que la distorsión entre el mercado laboral y el sistema educativo tiene como única causa o como causa principal el fallo en el sistema educativo, o por el contrario cree que hay un grave problema en el mercado laboral en este sentido y tendremos que trabajar conjuntamente? Al hilo de algunas de nuestras propuestas económicas le quería preguntar, por ejemplo, por los tipos de contrato que se están haciendo.

En cuanto a los contratos temporales, los contratos que engarzan unos con otros, me gustaría saber si cree que el contrato único con indemnizaciones crecientes puede generar que haya un continuo mejor entre el mercado formativo y el mercado laboral. También quería preguntarle por cómo podríamos establecer indicadores que permitan valorar claramente el valor añadido que la educación supone para el tema del empleo.

Yo creo que no vale solo con ver los datos de la Seguridad Social y si la gente tiene o no tiene trabajo, sino que también tendremos que valorar cuánto estamos aportando desde los sistemas educativos, tanto en la FP como en la universidad. Tendremos que ser capaces de cuantificar en qué medida los títulos, las universidades y los centros son capaces de aportar un valor añadido a los estudiantes, también en aras de la mejora de la transparencia para que tanto el estudiante como las familias puedan decidir dónde quieren invertir ese gasto ineficiente del que he hablado.

Es trágico que se esté incrementando tanto el gasto privado, en detrimento del gasto público en educación. Más allá de que podamos hablar de que se tenga que medir en PIB o en coste de puesto escolar, cómo podríamos hacerlo. Ha dicho que hay un problema en este país en relación con la deficiencia de los marcos normativos en torno a la coordinación del mercado laboral y el mercado de trabajo. Me gustaría saber exactamente a qué se refiere.

Si se refiere a los diecisiete marcos normativos que tenemos en cada comunidad autónoma en materia de educación, ¿cómo podríamos coordinarlos? Quería saber si esto supone un hándicap o una ventaja, o cómo podríamos mejorar esta aseveración que ha hecho tan clara. A qué se refiere exactamente cuando ha dicho que hay un deficiente marco normativo, más allá de que nosotros ya hemos manifestado que la Lomce no nos gustaba y tenía deficiencias.

¿Cómo podríamos mejorar esta combinación? Asimismo, me gustaría preguntarle en qué medida podemos mejorar toda la oferta de la formación profesional porque creo que es una asignatura pendiente que tenemos muy importante. Si miramos los indicadores, hay mucha diferencia con relación a otros países de la OCDE y países de nuestro entorno. ¿Cuál sería la receta de su organización para que podamos avanzar en este terreno de una vez por todas? Parece que en las reformas educativas siempre se nos queda descolgada esta formación profesional, aunque creo que es muy necesaria. Muchas gracias.

El señor DÍAZ TRILLO: Muchas gracias, presidenta. Señor García Viña, en primer lugar, muchas gracias por la comparecencia. Como nos suele ocurrir, seremos breves puesto que algunas cosas se han comentado ya. Quisiera acordarme ahora de la última comparecencia de ayer, que fue precisamente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, en defensa del latín, del griego y de la cultura clásica.

Digo esto, porque su visión, que creo que ha sido de parte, lógicamente, del mercado laboral, también ha sido una visión sincrónica. Sin embargo, ayer teníamos una visión diacrónica. Soy filólogo y hablo en estos términos, pero usted lo entiende perfectamente, como buen catedrático de universidad. Dándole esa perspectiva en el corto plazo, creo que con el mercado nos ha ocurrido algo en los últimos años a nuestro modo de ver terrible, que lo que era una sociedad libre de mercado en la que nosotros creemos también desde el Partido Socialista, se ha convertido en un mercado libre de sociedad.

Ahí tenemos un problema grave y desde la visión lógicamente sincrónica no lo podemos reparar. Hay que tener una cierta perspectiva para precisamente no caer en la mercantilización de la educación, sino en educar al mercado. Tenemos necesariamente que introducir ese factor en estos momentos, porque corremos el riesgo de hacer crónica una situación que por otra parte era coyuntural.

Hago un paréntesis sobre algo que ha dicho usted de los Presupuestos Generales del Estado y el porcentaje con respecto al producto interior bruto. No parece lógico que hayamos perdido en apenas cinco o seis años 1,5 puntos del producto interior bruto. Son varios miles de millones y que paradójicamente en esta etapa, que el Gobierno defiende como de crecimiento sostenido, no sé si sostenible, hasta el 2,8 este año, crezcan las partidas de educación un 1,7.

Me parece que como defiende el propio Gobierno que la educación es quizás una de las tareas fundamentales para su Gobierno y para el futuro de nuestro país, debiera invertir mucho más. Creo que de sus datos se colige precisamente que creen ustedes que la inversión pública en educación tiene que crecer más. Paradójico es también, o no tanto, que haya crecido la inversión privada. Obedece a un sistema educativo, el que ha propiciado la Lomce, que favorece este tipo de inversión.

En cuanto a la cultura emprendedora, que es otra clave que se viene manejando mucho, incluso desde las tiernísimas etapas de infantil y de primaria, creo sinceramente con los clásicos de ayer que aprender es emprender. Me va a permitir un ejemplo que seguramente conoce, no me viene a la memoria el nombre, pero era un especialista en reflotar empresas hace aproximadamente veinte años en el mundo anglosajón, ganaba muchísimo dinero, no sé cuántos miles de dólares por minuto, y era especialista en Shakespeare. Era filólogo especialista en Shakespeare.

Él decía que tenía esa capacidad de reflotar las empresas, porque conocía muy bien al ser humano y a las pasiones humanas. Por tanto, ese aprender, ese emprender, tenemos que rescatarlo de alguna manera. No hacer una enseñanza puramente instrumental, que hay que hacerla también, sino ir a esos valores profundos, ese conocimiento que permita al alumno o a la alumna desenvolverse en la vida y lógicamente emprender, incluso tareas empresariales, valga la redundancia, que creen riqueza, empleo y todo lo demás.

Termino con tres cuestiones en las que me gustaría que abundara algo más, tienen que ver con la FP, lógicamente, la formación profesional. Ha apuntado usted muy brevemente —sé que su intervención ha sido breve también— abundar algo más en cuál es el modelo que usted ve de esa FP y de esa transición que habla o vinculación de la formación al mercado laboral y habla usted de un programa de orientación nacional.

Me gustaría también que explicara un poco más cómo lo ve. Por último, una cuestión palpitante, como diría Pardo Bazán, las famosas prácticas que se están dando además en sectores no precisamente de baja cualificación, sino de muy alta cualificación. Me refiero a medios de comunicación o a la alta cocina. Yo creo que se está abriendo por ahí, se abrió hace tiempo quizás una forma de utilizar la fuerza del trabajo de modo gratuito.

No sé qué visión tienen ustedes, pero parece que sería mucho más enriquecedor también para el talento de esos futuros cocineros, periodistas o lo que sean, tener una mínima remuneración. Creo que todo esto que está tan en boga, permítame que le haga esa pregunta, si la quiere contestar. Qué opinión tiene usted y su organización en torno a esta cuestión. Muchas gracias y muy amable. (Aplausos).



El señor GARCÍA VIÑA (Catedrático de Derecho Laboral de la Universidad de Barcelona, Director de Formación y Empleo de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, CEOE): Muchas gracias, señora presidenta. Con la venia, permítanme ustedes que haga con el máximo respeto un banner publicitario para decir que en CEOE llevamos trabajado en esta cuestión más de un año. Hemos elaborado un libro blanco de educación que se llama La educación importa. 

Que mañana vamos a presentar en la sede de CEOE, que va a tener la amabilidad de presidir dicho acto el ministro de Educación, y que nuestro deseo es poder venirlo a presentar aquí al Congreso junto a los portavoces de los grupos políticos para ofrecérselo físicamente y para poder, de alguna manera, intercambiar ideas. Esa es nuestra voluntad. Intentaremos organizarlo y estaremos encantados que ustedes, en su disponibilidad, puedan estar presentes. Muchas gracias por su amabilidad. En segundo lugar, les voy a pedir disculpas porque seguro que me dejaré muchas cosas que ustedes me han preguntado. 

Lo que no quiero es extenderme en el tiempo, sino todo lo contrario, porque me parece que a estas horas es descortés utilizar más tiempo del que me toca. Me van a permitir que conteste un poco en el orden que me han preguntado y seguro que me dejaré muchas cosas. Yo diría que nadie duda del fundamento de la educación. 

Probablemente la educación sea la que configura nuestras sociedades y si en algo nos diferenciamos respecto a las sociedades antiguas o incluso a los animales es la educación y la educación es el elemento fundamental para el desarrollo del futuro. Pero no nos podemos quedar en la actividad. Por eso para nosotros es absolutamente importante hablar de la educación como resultado de la educación. Porque al final lo que le queda a uno después de haber pasado por toda una serie de diferentes posiciones educativas es ese resultado. Eso es lo que nos importa. 

Es evidente que la educación tiene un componente social absolutamente fundamental, estructuradora de la sociedad, pero en este siglo XXI la importancia de la educación respecto al mercado de trabajo se ha acrecentado y, por tanto, tal como decía la presidenta, yo como profesor universitario, la mayoría de mis alumnos tienen un componente social de la educación, pero lo tienen también porque lo que nos reclaman es que les enseñemos a ser buenos profesionales. 

Nosotros creemos que si obviamos esa segunda parte que, repito, probablemente tiene cada día más importancia, nos vamos a equivocar. Por eso es fundamental que pongamos en una posición preeminente esa vinculación. Porque, repito, los que están esperando quieren que les ayudemos a ser mejores profesionales, sin olvidarnos de él. Nosotros tenemos un país que tiene diversas situaciones, si no contradictorias, como mínimo que nos han de preocupar. Somos uno de los países con mayor abandono escolar y con más universitarios. Quiere decir que algo no estamos haciendo bien. Porque estamos polarizando las dos cuestiones. 

Nos encontramos con situaciones que son muy interesantes, pero en general que son absolutamente individuales. Contesto a su señoría de Esquerra Republicana, usted me decía: tiene usted razón. Hay simbiosis muy importantes entre centros educativos, sobre todo centros de formación profesional y empresas, pero el problema es que son absolutamente individuales. 

A nosotros nos gustaría que eso tuviera una estructura. En general dependen —y estoy pensando en las experiencias que conocemos, sobre todo en Cataluña y en el País Vasco— de la buena relación y de la buena voluntad de los directores de los centros con las empresas. Nos gustaría que eso fueran ejemplos absolutamente estructurados y que funcionaran bien y que tuvieran continuidad y que pudieran servir para más personas. 

Esa es un poco la posición que queremos tener desde CEOE: aportar. El artículo 7 nos da la legitimación para representar a las empresas en España y desde CEOE lo que pretendemos es poder hacer esa propuesta que no solo sea en casos concretos, sino que se pudiera generalizar. Porque nos parece que de esa manera el resultado, es decir, el número de estudiantes que se podrían beneficiar de esa simbiosis, sería mucho mayor. Diría que desigualdad y competencia no es lo mismo. Para nosotros lo importante es que el máximo número de personas tengan unos buenos resultados de acuerdo con sus circunstancias, pero el máximo número de personas. 

Tenemos que crear un mecanismo —que yo diría que es lo más difícil— en el cual los de abajo y los de arriba obtengan los óptimos resultados. Por eso nosotros apostamos por esa situación de desarrollo máximo. Repito, dejarse en la cuneta a alguien, a quien sea, es lo más fácil. Intentar crear un mecanismo del que salgamos beneficiados el máximo número de personas es lo más difícil, pero es lo que queremos. 

Pretendemos que el sistema educativo no se olvide de nadie, sino que atienda a todos. Por tanto, desarrollamos a los de más y a los de menos y pongamos ahí cada uno en su sitio. ¿Por qué nosotros nos centramos en los profesores? Porque pensamos que los profesores son el elemento, porque al final la educación es un concepto abstracto y ese concepto abstracto se ha de poner en manos de los estudiantes por medio de alguien. 

Para eso nosotros creemos que los profesores han de ser los mejores y creemos que el mejor valor que tiene la sociedad es que los profesores sean los mejores. Ese ha de ser el enfoque de los mejores profesores. No puede ser un enfoque desde los profesores, y se lo dice un profesor. Para mí, mi máximo valor como profesor es dar el máximo valor a la sociedad. No pensarlo desde mi punto de vista. Por eso creemos que ha de haber mecanismos que nos permitan tener a los mejores profesores. Esos mecanismos tendrán que ser de muchos tipos. 

Una de las cuestiones que deberemos tratar es poner los mecanismos para asegurar como sociedad que tengamos a los mejores profesores. Por eso nosotros planteábamos esa situación. Nos parece absolutamente fundamental para mejorar la evaluación, porque si no estamos evaluando no sabemos si estaremos mejorando o no. Tiene usted razón, yo solo he venido a explicar esto durante diez minutos y por tanto la explicación ha sido muy genérica, pero es cierto que en la medida que nos estamos evaluando podemos mejorar. 

Decía su señoría de Ciudadanos que la empleabilidad es muy importante, tiene usted razón. Pero ahí hay un elemento absolutamente fundamental y es que la educación es una herramienta en manos de la sociedad y el control que tiene la sociedad sobre el mercado de trabajo es más difuso. Es absolutamente más difuso. Porque depende de muchas otras cuestiones. Por tanto, me parece más sencillo incidir en el ámbito educativo, porque la sociedad puede decidir qué tipo de educación quiere, a quién quiere beneficiar o de qué manera, que incidir en el mercado de trabajo. 

Por tanto, es evidente que nos vamos a encontrar con disfunciones entre la educación y el mercado de trabajo. La diferencia fundamental es que la educación la estamos configurando y el mercado de trabajo es verdad que podremos de alguna manera tratar de orientarlo, pero lo vamos a conseguir o no. O sea, permítame poner el ejemplo más cómodo para mi intervención. Nosotros no podemos parar las necesidades de transformación digital que tiene el mercado de trabajo, no lo vamos a parar. ¿Cuál es nuestra posición? Si no nos sumamos a ese carro de transformación digital desde el punto de vista de la educación nos vamos a equivocar. 

Porque el mercado de trabajo va por otro lado. Desde ese punto de vista la educación ha de entender o ha de intentar adivinar —permítanme ustedes la frivolidad de la palabra— cuáles van a ser los resultados, porque, repito, los estudiantes nos van a pedir que les demos esa solución. Ahí es mucho más fácil orientar la educación que orientar el mercado de trabajo. El mercado de trabajo probablemente tendrá una continuación a la educación que tengamos. Porque normalmente van interrelacionados. 

Pero, repito, la posibilidad de intervención es mucho mayor en educación que en el mercado de trabajo. ¿Cómo coordinar los cambios normativos y cómo mejorar la formación profesional? Veo que es absolutamente necesario, porque cuando un estudiante ha ido a una facultad de derecho de una universidad y trata de ir a otra facultad de otra universidad no hay manera de casar los currículos, por ejemplo. Y no estoy hablando de diferentes comunidades autónomas, sino que estoy hablando de diferentes universidades en la misma ciudad. Esto no puede ser así. 

Por ejemplo, nosotros no tenemos el sistema —permítanme que vuelva a poner el ejemplo de la universidad— más descentralizado de la universidad. Alemania tiene un sistema muchísimo más descentralizado de la universidad. En cambio, es mucho más homogéneo que el nuestro. Quiere esto decir que nuestro sistema, de alguna manera, tiene algún problema, porque no permite la movilidad ni la competencia ni toda una serie de cuestiones que nosotros entendemos que el destinatario final de esa situación son los estudiantes, porque son ellos a los que vamos a dar las máximas oportunidades y las máximas opciones. Lo mismo sucede en la formación profesional. 

El problema de la formación profesional es que tiene un componente social que aún no hemos vencido y hemos de intentarlo vencer. Es verdad que probablemente estamos en una tesitura difícil de solventar. Porque nosotros siempre habíamos dicho: Oiga nosotros queremos hacer una cosa como la formación profesional en Alemania o en Austria, pero la formación profesional dual en Alemania y en Austria no está resultando tan bueno para los alemanes y para los austriacos como hace años. 

Si habíamos tenido en su momento la tentación de coger ese sistema y copiarlo, ahora sabemos que realmente para ellos tampoco es tan bueno. ¿Cómo ha de ser la formación profesional? La formación profesional debe de ser un sistema que permita compatibilizar absolutamente y de la manera más flexible y de la manera más eficaz la parte teórica y la parte práctica si se pueden separar de manera tan estricta ambas partes, que probablemente no es así, pero ha de tener esa vinculación. 

Eso ha de partir por asegurar las dos partes y por lograr unas situaciones de continuo diálogo de permeabilidad entre los centros educativos y las empresas. Repito, no solo en los lugares concretos, sino con una estructura formal que nos permita hacer ese intercambio. Me van a permitir recordar, estaba no hace mucho en una reunión internacional en Roma a la que asistió el responsable de la Escuela de Formación de Škoda, en Bratislava, que se ve que es maravillosa. Las personas que van allí obtienen unos resultados que son fabulosos. Solo tienen un problema. 

Es que después de haber pasado por esa Escuela de formación profesional de la empresa no tienen un título oficial. Por tanto, no les sirve excepto para trabajar en Škoda en todo el mundo, el país lo reconoce, y para aquellas empresas del sector de la automoción que voluntariamente les quiere reconocer esa formación, pero no tienen ningún título. Es verdad que ahora estamos poniendo en discusión el valor de los títulos y le estamos dando un mayor valor a los conocimientos, pero posiblemente nos podemos aprovechar de las ventajas de las dos cuestiones. 

El conocimiento, el valor de lo que recibimos, más ese elemento, llamémosle de homologación de dichos datos. Porque, repito, esa era la principal crítica que hacía esta empresa. Ellos son una empresa y no podían otorgar títulos. Señoría, nosotros no hemos venido a defender ni a atacar ninguna ley, sencillamente lo que nos ha parecido es que queríamos hacer una aportación a un futuro que nos parece que durante estos años, no sé si cuarenta, cincuenta, sesenta o cien, no sé porque es difícil cuantificar, no ha acabado de resolverse. 

Probablemente no sea un problema de los últimos cinco o diez años, porque estoy convencido de que cuando nos sentamos a hablar sobre la educación probablemente hay muchos temas que son recurrentes. Por ejemplo, el sistema de formación profesional en España es absolutamente recurrente en los últimos años. Nosotros estamos de acuerdo en que la educación ha de ser un derecho absolutamente universal, pero ese derecho universal ha de estar fundamentado en la libertad; en la libertad de las familias, en la libertad de la gestión, en la libertad de las personas que puedan elegir el mecanismo que más les interese, es decir, que tengan opciones. 

Y cualquier mecanismo que limite esas opciones para nosotros va en contra de la libertad. Al portavoz del Grupo Parlamentario Socialista le diré —voy a hacer una afirmación un poco peligrosa y, por tanto, pido disculpas— que en general no creo que nadie haga el gran negocio con la educación. Por tanto, existen diversas opciones y para nosotros es absolutamente fundamental que la educación pública sea sostenible porque, si no, no va a funcionar. 

Por eso reclamamos la eficiencia y la eficacia porque si la enseñanza no es sostenible desde todos los puntos de vista, llámese pública o llámese privada, no va a ser de calidad y esto es fundamental para las personas que reciben la formación. Estoy de acuerdo con usted en su referencia a la cultura emprendedora, pero es que esto forma parte del ADN de esta sociedad, pues estamos hablando desde los tenderos —me van a permitir que haga la traducción literal porque en catalán es mucho mejor— hasta el sector del turismo de los años cincuenta o sesenta que se desarrolló por la cultura emprendedora que teníamos en este país. 

Es verdad que esa cultura emprendedora tenía en su momento determinadas finalidades, pero creemos absolutamente imprescindible transmitir a las personas jóvenes dicha cultura emprendedora y después tener la libertad de optar por lo que quieran. Yo recuerdo que en España, no hace mucho tiempo, cuando preguntábamos a los estudiantes universitarios qué querían ser de mayores respondían que funcionarios. 

Por tanto, lo lógico es que puedan tener muchas más opciones porque probablemente les va a resolver más cuestiones. También me preguntaba usted por las prácticas y lo voy a enlazar. El sistema de formación profesional en España probablemente no ha mirado suficientemente al ámbito laboral. Nosotros teníamos regulado el contrato de aprendizaje desde una Ley de 1911, pero hemos tenido muchas reformas desde el año 1992 y nunca hemos sabido conectarlas, de hecho, seguimos sin tener esa conexión. 

Sí tenemos un mecanismo que es la actual formación profesional dual del año 2012 que requiere avanzar en esa línea. ¿Cuál es la idea de esa situación de prácticas que usted propone? Pues muy sencilla, nosotros creemos que aquellas personas que estén haciendo formación profesional —permítame reducirlo— han de tener dentro de su currículum una situación de prácticas, y dentro de esa situación de prácticas llegar al máximo posible. 

Evidentemente, han de recibir una cierta contraprestación cuando estén desarrollando el trabajo. Por tanto, probablemente hemos de ir transformando en la medida de nuestras posibilidades aquellas situaciones —permítanme que reduzca— de becas o becarios en su sentido más amplio en situaciones con una cierta retribución, porque es lo que nos va a permitir tener una ventaja para todos. Esto requiere una cierta bilateralidad que ahora no tiene. Por tanto, hemos de avanzar en ese sentido porque es lo más importante. 

Con permiso de la señora presidenta, responderé a la portavoz del Grupo Parlamentario Popular que me ha formulado tres preguntas muy concretas. Extender la educación hasta los dieciocho años implica preguntarse si ello permite o no trabajar. Evidentemente, la edad mínima para trabajar en España de los dieciocho años está en los estándares europeos y mundiales, y si ampliamos la educación hasta los dieciocho y, por tanto, excluimos la posibilidad de trabajar, ahí tenemos un elemento que hay que estudiar porque, a pesar de que el número de personas que están trabajando en el bloque de dieciséis a dieciocho años es muy pequeño en nuestro país, como mínimo hay que dar esa opción y, por tanto, ha de tener esas conexiones. 

En cuanto a los conciertos educativos, que tan bien han funcionado —en el ámbito del que yo vengo han funcionado muy bien desde hace muchos años—, dependen de cómo se quiera pagar. Y ahí, como usted sabe, hay dos elementos absolutamente fundamentales: uno es el sistema actual de conciertos en los que la Administración Pública da el dinero a los centros para que realicen esas funciones. 

Y otro es el llamado cheque educativo. Los dos mecanismos son válidos, lo que nosotros defendemos es aquel mecanismo que permita dar a las familias el máximo grado de libertad para elegir el centro que quieran. Si es uno u otro nos da igual, lo importante, repito, es que se de esa situación en la cual yo pueda elegir cuál es el mejor centro. 

Para eso es necesario un elemento absolutamente fundamental que tampoco se da en nuestro país, y es que pueda haber diferencias entre los centros, que pueda haber competencia entre los centros para que haya algunos a los que las personas quieran ir, porque si todos los centros son iguales y la libertad se basa en que el centro elegido sea el que está más cerca de mi casa, es una decisión muy razonable, pero probablemente como sociedad no es la mejor solución. 

Dicho esto, pido disculpas por todas aquellas cosas que no he contestado y me pongo a su disposición. Y repito, trataremos de celebrar el acto que deseamos y que ustedes puedan venir. Muchas gracias, señora presidenta

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