martes, 7 de enero de 2020

DEBATE INVESTIDURA 04 ENERO 2020 PRIMERA PARTE

Señora Presidenta, señoras y señores diputados, Buenos días. No se va a romper España, no se va a romper la Constitución. Aquí lo que se va a romper es el bloqueo al Gobierno progresista democráticamente elegido por los españoles. Comparezco ante este Congreso de los Diputados, en virtud de lo dispuesto en el artículo 99 de la Constitución, al objeto de obtener la confianza mayoritaria de la Cámara para ser investido Presidente del Gobierno.

Antes de exponer el programa de gobierno, quiero hacer dos reflexiones de partida. Una de carácter personal: el honor que representa para mí, como demócrata, como ciudadano y como español, tener la ocasión de obtener la confianza de la Cámara y de poder dirigirme a la Nación desde esta tribuna. Otra de carácter político, directamente vinculada a lo que este momento representa: el punto de partida de un nuevo tiempo para España, en el que todos los aquí presentes estamos llamados a participar. Unidos a estos sentimientos, permítanme transmitir un agradecimiento sincero.

En primer lugar, al conjunto de la ciudadanía, por su paciencia; y por su compromiso con la democracia. Los datos de participación en todas las citas electorales en el año pasado, evidencia la extraordinaria fortaleza de nuestra democracia. En segundo lugar, un agradecimiento a mi partido, el Partido Socialista Obrero Español. Gracias, compañeros y compañeras, por la enorme confianza que depositáis en mí.

Es un honor para mí representar en vuestro nombre a una fuerza política que representa también la historia viva de España. Señorías, El pasado 10 de noviembre, los españoles fueron de nuevo a las urnas. Y señalaron una preferencia clara: situaron al Partido Socialista como primera fuerza a gran distancia de la siguiente. No era ni mucho menos la primera vez que los ciudadanos eran convocados a las urnas. Nada menos que cinco veces han votado en el último año, y en las cinco elecciones han dado una mayoría clara al Partido Socialista.

No solo el PSOE es la fuerza más votada, y por ello quien tiene mayor número de representantes. Con los resultados de las últimas elecciones, y una vez manifestada la posición de cada formación, no cabía otra mayoría como la que hoy vamos a presentar. Aunque ya hemos visto que sí puede haber una mayoría de bloqueo suficiente para impedir que se forme cualquier gobierno.

Pero las elecciones arrojaron también, Señorías, otro resultado sobresaliente: los españoles, al elegir a sus representantes, repartieron sus preferencias entre 19 fuerzas políticas diferentes. El mayor número de partidos representados en la Cámara Baja desde el inicio de nuestra democracia. Esa es la voluntad de los españoles y nos corresponde a nosotros, a todos nosotros, traducirla en Gobierno. Insisto, no somos nosotros quienes hemos decidido la conformación de esta Cámara, han sido con su voto los españoles. Y a nosotros nos corresponde traducir su voluntad en Gobierno y no en bloqueo.

Nuestra Constitución atribuye a las Cortes la función de representar a la ciudadanía, porque es en ellas donde reside la soberanía de la Nación. Pero también demanda de ellas algo más: la misión de formar un Gobierno que ejerza la función ejecutiva y dirija la política interior y exterior de nuestra nación. No hay Gobierno sin Parlamento; pero tampoco puede haber un Parlamento que funcione indefinidamente sin un Gobierno. Para funcionar plenamente, el mecanismo de la democracia necesita de todas sus piezas. Por esa razón acepté el encargo del Jefe del Estado, y por esa razón comparezco ante ustedes con la esperanza de obtener la confianza mayoritaria de esta Cámara.

Señorías, Represento a un partido que tiene 140 años de vida. Nació cuando en España solo tenía derecho a votar el 3% de la población porque para ejercer el derecho al voto se requería en primer lugar ser hombre y en segundo lugar ser una persona pudiente. En las elecciones que se celebraron hace 140 años, el PSOE no obtuvo, lógicamente, ningún representante. Ni uno sólo.

Y, sin embargo, un siglo después, al restablecerse la democracia, ha gobernado España en más de la mitad de las últimas cuatro décadas. Cuando un partido, o cualquier otra institución humana, perdura de forma tan prolongada a través del tiempo, suele significar dos cosas: en primer lugar, significa que su existencia hunde sus raíces en sentimientos y aspiraciones profundas de la sociedad; que no es un accidente ni un producto de las circunstancias pasajeras, sino que da voz a los deseos de millones de españoles y españolas. Pero esta longevidad del PSOE tiene un segundo significado.

El Partido en cuyo nombre les hablo es una institución que ha superado desde sus inicios las más diversas situaciones, propicias y también adversas. Nació sin otro apoyo que el impulso de dos docenas de trabajadores y profesionales que aportaban cada mes 50 céntimos de su salario para su sostenimiento. Ha predicado en el desierto hasta extender su organización y su influencia a todos los rincones de España; ha sobrevivido a la persecución y al exilio. Es un partido que no se rinde; que no desfallece. Es un partido que ha conocido todo tipo de situaciones y las ha encarado todas con ánimo de superación.

El PSOE es, como dicen sus siglas y acredita su historia, un partido español, formado por compatriotas, que, con aciertos y errores, ha contribuido y contribuye a mejorar la vida de nuestra sociedad. Se equivocan muy gravemente quienes, desde los bancos de la derecha, ponen en duda el compromiso de la izquierda con España. Por eso les pido a todos desde aquí el mismo respeto que reciban de nosotros, porque el respeto a la pluralidad es también un mecanismo esencial de la democracia.

Y el PSOE lo ha representado a lo largo de toda su historia, que es la historia de España. Señorías, la voluntad soberana de los españoles ha dibujado un mapa político sumamente fragmentado que convierte en un reto la configuración de las mayorías y, por tanto, la constitución del Gobierno, incluso con las zancadillas que estamos viendo en las últimas horas por arte de la bancada de la derecha.

Hay dos formas de encarar esa situación: una es la cómoda, y consiste en refugiarse en la pureza de las creencias propias, en inhibirse, en evitar correr cualquier riesgo y en esperar que sean otros quienes aporten la solución. No es la nuestra, no es la que corresponde a nuestra historia y a nuestra cultura. Nuestra opción pasa por asumir la realidad parlamentaria salida de las urnas y construir con ella una solución.

Ese ha sido nuestro empeño tras las elecciones del 10 de noviembre: alcanzar la mejor solución que puede darse y lograrse bajo las circunstancias del aquí y el ahora, y de acuerdo con los principios progresistas que caracterizan a una formación progresista como es el PSOE. Y en ello hemos puesto nuestro empeño: Primero, y en un plazo de 48 horas, alcanzamos un preacuerdo para constituir una coalición progresista con Unidas Podemos, a quienes agradezco su apoyo.

Es cierto que hubiésemos preferido formar un Gobierno socialista integrado por socialistas y enriquecido por independientes de prestigio. Es verdad también que nos abrimos en julio a un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Y es cierto, por último, que esa negociación no fructificó, como todo el mundo sabe. Sirve de poco señalar culpas.

Es más útil volver a intentarlo sobre nuevas bases que aseguren las dos condiciones que dificultaron el entendimiento meses atrás: el principio de cohesión y el principio de idoneidad. Eso hicimos porque eso es lo que nos pidieron los españoles y las españolas el 10 de noviembre. Eso hicimos y acordamos lo que no había sido posible meses antes: unir nuestras fuerzas en un gobierno de coalición progresista que funcionará como un gobierno unido, pues —cito el acuerdo— “se regirá por los principios de cohesión, lealtad y solidaridad gubernamental, así como por el de idoneidad en el desempeño de las funciones”.

A partir de ahí hemos trabajado para sumar a este acuerdo las fuerzas de otras formaciones hasta alcanzar la cifra crítica que permita la constitución de un Gobierno que eche a andar la legislatura. Y en esa situación comparezco ante ustedes para solicitar su apoyo. Los españoles han votado en uno u otro sentido; pero han votado Gobierno, no han votado bloqueo ni parálisis. Y nuestra obligación es buscar la mejor solución que pueda lograrse aquí y ahora. Todas las soluciones son respetables.

No lo es la falta de solución. Por eso quiero dejar constancia de mi pesar por la conducta de las fuerzas de la derecha democrática al negarse a prestar la menor contribución a la gobernabilidad de España. Menos aún se entiende que agiten los peores presagios sobre el porvenir de España y a la vez se nieguen a evitarlos. No comparto ni remotamente sus terrores. Pero si son sentidos y no fingidos no alcanzo a entender cómo es posible que no muevan un dedo por evitar que sucedan.

Al concluir estas sesiones de investidura se producirá un voto. Y ese voto expresará tres posturas:

  • De un lado, se perfilará la España que avanza, que trasciende sus diferencias y se une para avanzar formando una coalición de progreso, diálogo y justicia social. 
  • En medio, quienes no quieren sumarse a ese avance, pero al menos no lo impiden con su abstención. 
  • Y de otro lado, una coalición curiosa y variopinta, en la que figuran desde la derecha hasta la ultraderecha hasta quienes se dicen antisistema y también los nacionalismos más intransigentes de uno u otro signo. Es, en definitiva, la España que bloquea sin alternativa, sin solución, sin horizonte, sin respuesta. Solo ‘no’. 

Señora Presidenta, Señorías, En resumen. Del mapa de este Parlamento pueden sacarse varias conclusiones. Primera, que los españoles han señalado al PSOE como primera fuerza, no una sino cinco veces a lo largo de 2019: quieren, por tanto, un Gobierno progresista liderado por el Partido Socialista. Segunda, que los españoles y las españolas han distribuido con equilibrio su voto y han otorgado a las derechas una representación significativa.

Por tanto, quieren acuerdos amplios, transversales, que rompan la lógica estéril de los bloques y que ofrezcan el futuro de concordia que necesita y demanda España. Y tercera, que los españoles han ampliado su representación en un buen número de formaciones de carácter territorial. Por tanto: quieren que superemos las tensiones territoriales que arrastra nuestro país y en particular que superemos el conflicto político que desde hace demasiado tiempo erosiona Cataluña y enturbia las relaciones entre Cataluña y España.

Y justamente esos serán los objetivos de la Coalición Progresista: gobernar con una mirada progresista; alcanzar acuerdos amplios y transversales en los asuntos de Estado; y reducir mediante la política y el diálogo la tensión territorial y comenzar a superar el contencioso político catalán. Me presento ante esta Cámara, por tanto, con un plan de Gobierno progresista que aúna la voluntad de avanzar del PSOE y de Unidas Podemos, pero que está abierto a la colaboración de todas aquellas fuerzas parlamentarias que apuesten por una solución de progreso a los desafíos que tenemos por delante.

Permítanme que describa la Coalición Progresista que me propongo encabezar por sus valores, por su actitud y por su método, para exponer seguidamente su programa de Gobierno. Comencemos por sus valores. ¿Cuáles son los valores que sustentarán esta Coalición Progresista? En primer lugar, la justicia social, el propósito de recortar las desigualdades lacerantes que sufre buena parte de nuestra sociedad. En España hay más de doce millones de personas —es decir, una cuarta parte de nuestros compatriotas— que están en riesgo de pobreza o exclusión social.

La tasa de paro todavía es demasiado elevada (13,92% según la última EPA). Y entre los empleados hay trabajadores que soportan la precariedad laboral –sobre todo la gente joven- e incluso la pobreza: uno de cada 8 trabajadores está en riesgo de pobreza. En su mayoría, mujeres. La pobreza infantil sigue en España entre las más elevadas de Europa: afecta a casi 3 de cada 10 niños y niñas, es decir, a más de dos millones de menores. Soportamos uno de los índices de natalidad más bajos de Europa y el más bajo desde que se registran estadísticas en España.

Eso refleja varias cosas, pero sobre todo las dificultades de los jóvenes para emanciparse, para encontrar un trabajo no precario y para desarrollar un proyecto de vida personal. Solo 19 de cada 100 jóvenes menores de 29 años se ha emancipado. La desigualdad extrema es corrosiva para la convivencia y el progreso. Esa reducción de la desigualdad puede alcanzarse a través de la pre-distribución (es decir, mediante una elevación de los ingresos más bajos). Y así lo vamos a hacer. Y puede alcanzarse también mediante la redistribución, es decir a través de una fiscalidad justa y unos servicios sociales consecuentes. Y así lo haremos también desde la Coalición Progresista. En segundo lugar, un proyecto progresista también se define por la defensa de los servicios públicos de la comunidad.

Defendemos y defenderemos la economía social de mercado, tal como lo estipula la Constitución. Creemos que el mercado es esencial para la generación de riqueza social y de prosperidad. Y entendemos que la persecución del interés personal forma parte de la naturaleza humana y es un estímulo poderoso también ara la prosperidad. Pero existen otros impulsos que también forman parte de la naturaleza humana como la generosidad, la solidaridad y la empatía.

Por eso, creemos en una economía social de mercado; pero no creemos en una sociedad de mercado. Porque no se puede entregar al mercado la salud, la seguridad, el porvenir, la vida de las personas. Señorías, Tanto como creemos en la iniciativa privada, creemos en los servicios públicos universales. Hablo, por ejemplo, de la educación. Hablo de la sanidad. Que han sufrido en la última década recortes que se han traducido en un deterioro que se plasma, por ejemplo, en el aumento de las listas de espera, en copagos o en la externalización de servicios públicos.

Hablo también de los servicios de Dependencia, tras ocho años de entrada en vigor de la Ley que los creaba, y que se resintió durante el gobierno de la anterior Administración conservadora, con un descenso del gasto público de 4.600 millones de euros. Somos una comunidad, no un grupo de personas. En eso consiste el verdadero patriotismo, en el reconocimiento de un bien común y no solo en la identificación con los símbolos de todos. Es rotundamente falsa la concepción neoliberal para la que la sociedad no existe. Y que solo toma en cuenta a individuos y familias. Existimos como comunidad.

Y es lo público lo que nos une, nos vincula y nos representa como sociedad. Es verdad que los símbolos son importantes para los seres humanos, pero lo son precisamente por aquello que simbolizan. España es la educación de nuestros hijos, las pensiones públicas de nuestros mayores, el cuidado sanitario público de nuestros familiares; España es el socorro de nuestros vecinos en las catástrofes; la comodidad de nuestros desplazamientos; la seguridad de nuestras calles; España es también los impuestos que pagamos solidariamente para costear todo ello.

El dinero no está siempre mejor en el bolsillo de quien posee una fortuna. A menudo el dinero está mejor en las escuelas y en las bibliotecas que nos hacen más sabios, en los hospitales que nos mantienen más sanos, en las vías que nos comunican, en las pensiones que amparan nuestra vejez, en las comisarías y en los juzgados que garantizan los derechos y las libertades. Y quienes invocan a cada minuto el patriotismo, deberían prestar más atención a los bienes públicos que nos definen y representan como sociedad.

Eso es patriotismo y ese es el patriotismo social en el que se reconoce la Coalición Progresista que quiero encabezar y que comparte la inmensa mayoría de nuestro país. En tercer lugar, el proyecto de la Coalición Progresista está indisolublemente unido a la libertad. La libertad frente a la intrusión arbitraria de las instituciones públicas y también frente a la interferencia interesada de quienes tienen más poder. La libertad no para hacer nuestro capricho, sino para no estar sometido al capricho de nadie; libertad para disponer plenamente del propio destino.

Para expresarse, para asociarse, para vivir la vida de acuerdo con nuestros propios valores y creencias. Una noción de la libertad incompatible con la ley mordaza –por ejemplo- o con el propósito de ilegalizar organizaciones o clausurar medios de comunicación. Una libertad para vivir plenamente y para administrar con dignidad el fin de la propia vida. Una libertad para realizarse sin sufrir discriminación y menos aún violencia por el hecho de ser mujer. Una libertad para no soportar persecución ni postergación por la orientación sexual.

Una libertad para no ser relegado por la raza o menospreciado por la procedencia. Una libertad plena, incompatible con el machismo, con la homofobia, con la xenofobia o con el racismo. Una noción plena y valiente de la libertad porque nunca ha habido nada tan opuesto a la valentía como atacar a las mujeres o a los menores; ni nada menos noble que perseguir a los diferentes. Una noción de la libertad que se inspira en el humanismo, en la defensa del valor de la vida humana, y que no se detiene en nuestras fronteras, sino que se proyecta en socorro de quienes precisan del auxilio de España y de Europa.

Es cierto que no deberíamos estar dedicando a estos asuntos ni un solo minuto, porque han sido durante décadas bienes sociales conquistados y asumidos colectivamente como sociedad. Pero por desgracia vivimos un tiempo doloroso en el que se vuelve a cuestionar algo tan elemental como los derechos humanos. Hay que volver a recordar a Bertolt Brecht cuando se preguntaba: “¿Qué tiempos son estos en los que vivimos, que tenemos que defender lo obvio?”

Pues seguiremos defendiendo lo obvio todo el tiempo que haga falta, hasta devolver la intolerancia y el fanatismo a la irrelevancia. Así mismo, en el régimen político democrático, la libertad supone una implicación activa de la ciudadanía en el gobierno e implica también un control estricto de cualquier abuso por parte de los poderes públicos. Exige transparencia, limpieza y ejemplaridad. Debemos combatir la desafección política ciudadana con ejercicios claros de transparencia, mecanismos estrictos de control y garantías en la rendición de cuentas.

No hay ni habrá ninguna excusa, ninguna justificación, para ningún comportamiento irregular. En cuarto lugar, Señorías, una Coalición Progresista debe construir la cohesión social a través de la cohesión territorial. Es evidente que en nuestro país no existe un único modo de vivir o de sentir la identidad nacional. Esta circunstancia no es nueva y era conocida por los constituyentes, que la plasmaron en el artículo 2 de nuestra Carta Magna. Es también evidente que los sentimientos no pueden imponerse a la fuerza.

La clave de la cohesión consiste precisamente en compatibilizar sentimientos diversos bajo unas mismas reglas de respeto. Hoy existe en un sector amplio de la población catalana un sentimiento de agravio respecto de las instituciones centrales. Un sector amplio que no siente reconocida y respetada su personalidad.

Existe otro sector igualmente amplio de la población catalana que se siente ignorado y tratado injustamente por las instituciones de su propia tierra. Y existe, en otros puntos de España, un rechazo a las acusaciones que vierten algunos líderes independentistas sobre la España Constitucional. Yo me incluyo entre ellos. Y estos sentimientos pueden tener mayor o menor racionalidad, pero son innegables, existen. Y son el resultado de la incapacidad política y el abandono de anteriores Gobiernos de la vía política para resolver un conflicto que es de naturaleza política.

No sólo en el acomodo institucional de la diversidad de identidades que tiene nuestro país. Sino de debilidades y desgates acumulados de nuestro sistema autonómico que debemos corregir. Esta es una crisis heredada, de la que ya advirtió el PSOE estando en la oposición. Y que asumimos con toda la lealtad constitucional y con toda la responsabilidad institucional, para devolver a la política un conflicto político. Permitiendo, con ello, dejar atrás la deriva judicial que tanto dolor y tanta fractura ha causado en buena parte de la ciudadanía catalana y española.

Hay que retomar la única vía posible: la política. La del diálogo, la negociación y el pacto. Amparado por nuestra Constitución. Señorías, Llevamos demasiados años consumiendo las energías colectivas en tensiones políticas que tienen que ver con la vertebración de nuestro modelo de convivencia. Llevamos demasiado tiempo acumulando agravios. Demasiado tiempo en querellas, muchas de ellas estériles, que restan tiempo a los asuntos que podrían proporcionarnos a todos mayor prosperidad y progreso.

Ahora iniciamos 2020, un tiempo donde los desafíos se han vuelto más globales y las soberanías están más compartidas. La desigualdad, el proyecto común europeo, la lucha contra la emergencia climática, la resolución del problema de las migraciones, el combate contra el dumping y los paraísos fiscales, el combate contra el terrorismo internacional… nos sitúan en la era de la interdependencia. Una de las secuelas de la pasada crisis económica fue el retorno de fórmulas de otro tiempo que permitieran recobrar la prosperidad perdida y librarse de las amenazas que se ciernen sobre los individuos en un mundo global. Pero esas fórmulas ya no son válidas en el mundo interdependiente que vivimos.

Sabemos que los sentimientos no se imponen ni se prohíben. Y que la solución no vendrá de la imposición de una percepción sobre la otra, sino de un cambio de ambas percepciones. Así que lo que propongo a esta Cámara es recomenzar. Necesitamos recomenzar. Retomar nuestro diálogo político en el momento en que los caminos se separaron y las razones y los argumentos dejaron de escucharse. Retomar el diálogo en el punto en que los agravios comenzaron a acumularse. Retomar la senda de la política, dejando atrás la judicialización del conflicto. Retomar la senda del diálogo, la negociación y el pacto porque es nuestra obligación. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos, que merecen vivir en un país unido en su diversidad. No fracturado y confrontado.


Todos sabemos que es necesario el diálogo. Que el diálogo debe partir del reconocimiento del otro. De la atención a sus razones. Que no hay otra forma de resolver este contencioso. No hay otra vía que a través de un diálogo que se desarrolle dentro de la Ley. La ley por sí sola tampoco basta, y lo hemos visto. La Ley es la condición, el diálogo es el camino. Si queremos comenzar a trabajar honestamente, partamos ya de esas dos premisas: abramos un diálogo honesto, amparado por la seguridad que otorga nuestro marco legal. Tenemos la responsabilidad, todos los partidos presentes en esta Cámara, de arrimar el hombro para reconstruir la cohesión dañada durante más de una década.

Y hacerlo en torno a una propuesta de España diversa que se enriquece en la pluralidad de sus identidades, lenguas, culturas y personas. No resolveremos súbitamente un problema largamente larvado durante la última década. Pero podemos comenzar a resolverlo con paciencia y constancia, con templanza y responsabilidad, y con generosidad y empatía. Y yo les garantizo que la Coalición progresista trabajará con eso: con paciencia y constancia, con templanza y responsabilidad, y con generosidad y empatía Existe también otro problema territorial acaso menos agudo, pero mucho más extenso que tenemos que afrontar con igual esmero: el del reto demográfico.

El de la España que se ha despoblado por la falta de atención. Porque cohesión territorial es trabajar por crear empleo para aquellos jóvenes del mundo rural que se vieron obligados a buscarse la vida en grandes ciudades o en el extranjero. Cohesión territorial es tener una política de infraestructuras que conecte oportunidades para que nadie se sienta abandonado por las administraciones públicas. Nuestra obligación es llenar de soluciones a esa España interior que languidece ante la despoblación, el envejecimiento, el desmantelamiento de sus servicios públicos y el empobrecimiento de sus hogares.

Y para ello, el Gobierno que aspiro a formar tomará todas las medidas que sean necesarias, como detallaré más adelante. Medidas que lógicamente contribuirán a perfeccionar el mejor modelo territorial de nuestra historia, que es el Estado autonómico. Señora Presidenta, Señorías, Estos son los 4 valores cardinales que definirán la orientación de la Coalición Progresista: justicia social, defensa de los servicios públicos, libertad y cohesión y diálogo territorial.

Si estos son los valores de la Coalición Progresista, ¿cuál será su actitud? Respondo sin dudar: pretendemos gobernar para todos los españoles, sean cuales sean sus ideas y fuera cual fuere su voto. Y pretendemos hacerlo además a través del diálogo. La política no puede ser un tapón de la vitalidad de un país que quiere avanzar. Y esa sociedad nos lo reclama a todos.

A las fuerzas progresistas, en primer lugar, porque ese ha sido el sentir mayoritario de su voto. Pero también se lo pide a las fuerzas de las derechas, que representan a un número elevado de ciudadanos. Y también a los partidos regionales y nacionalistas. Sería un gran error ignorar ese mandato. No reconocer el resultado de las elecciones y negarnos unos a otros la legitimidad, como en algunas ocasiones escuchamos a la bancada de la derecha. Todos tenemos la plena legitimidad democrática.

Estamos aquí por eso. Con posiciones diferentes, a veces antagónicas. Pero con posiciones, al fin y al cabo, que representan a una parte de la ciudadanía española. Esa ciudadanía podría llegar a entender que no alcancemos acuerdos, pero no podría entender jamás que ni siquiera lo intentemos, alegando que los puntos de partida de cada uno son muy distantes. Justamente porque partimos de puntos distantes necesitamos más que nunca este Parlamento.

Necesitamos más que nunca sentarnos a hablar. Precisamos por eso necesitamos más que nunca diálogo. Nuestras orientaciones difieren, pero los problemas que padecemos son los mismos. La contaminación y el cambio climático no hacen distinción entre izquierdas y derechas; ni siquiera distingue entre quienes creen o no creen en sus efectos.

Por eso, es necesario un Pacto para reducir las emisiones de CO2 y que establezca, entre otras cuestiones, la obligatoriedad de zonas urbanas libres de emisiones en todos los municipios de más de 50.000 habitantes. De la educación, la cultura, la ciencia y la investigación depende en buena medida el futuro de nuestro país. Y el signo de ese futuro no hará distinciones entre progresistas y conservadores.

Por eso, es necesario un pacto que garantice la inversión educativa al final de la legislatura en el 5% del PIB anual. La vejez es algo que nos alcanzará a todos y no hace distinción tampoco entre izquierda o derecha. Por eso es necesaria una renovación del Pacto de Toledo, por eso es necesaria la revalorización de las pensiones conforme al coste de la vida y por eso es necesaria también la sostenibilidad del sistema público de pensiones.


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