SEÑOR PRESIDENTE DE LA JUNTA DE COMUNIDADES DE CASTILLA-LA MANCHA
(Don Emiliano García-Page Sánchez): Muy buenos días. Muchas gracias, señor presidente.
Vaya por delante, querido presidente, mis disculpas, como a todos ustedes, y, seguramente, a
toda la gente que, en este momento tan crítico para la sociedad, vea que tanto el presidente
como el Gobierno nos vamos a extender en las presiones, las afirmaciones, el análisis y las
propuestas tanto de la realidad que venimos arrastrando como del momento en el que nos
encontramos, y, más aun, del momento por el que vamos a trabajar, momento que, todos
esperamos, sea de la esperanza.
Lo digo, además, el primer día en que se está produciendo, creo que, de manera satisfactoria,
una primera relajación en el conjunto de la sociedad, que puede, libremente, salir a pasear. El
concepto “libremente” es un concepto que ha ido cambiado a lo largo de estas últimas semanas,
que puede empezar a encontrarse con vecinos y amigos, aunque sea guardando, no ya la
distancia de respeto, sino el respeto a los vecinos.
Probablemente estemos en el momento en el que la sociedad más se está respetando a sí
misma.
Por eso, señorías, esta va a ser una intervención que ha solicitado el Gobierno de
manera doble. Entiendo que el aspecto sustancial y fundamental que nos convoca hoy aquí tiene
que ver con la situación sanitaria, con la guerra y, en definitiva, la batalla que se está librando
desde el sistema sanitario y la sociedad que lo ampara, lo ha construido —no siempre—, para
combatir un virus asesino.
Por eso, créanme que lo primero que quiero es compartir con ustedes. Seguramente todos
coincidimos en lo mismo, no quiero hacer distingos, ni mucho menos personales, pero, de la
misma manera que muchísima gente está viviendo con absoluto dolor este tiempo, no creo que
haya nadie que lo vea de otra manera, también quiero decirles que, a estas alturas, tanto el
presidente que les habla como el consejero, como todo su equipo, queremos dejarles claro que
sentimos el dolor.
No es un problema de empatía. Ni siquiera es un problema de parecerlo. Incluso es probable
que el dolor o las situaciones de previsión de riesgo tanto a la consejería como al presidente que
les está dirigiendo la palabra en este momento, nos hayan llevado, en muchas ocasiones en
estas semanas, incluso, a lo mejor, a ofrecerles a ustedes un rostro, un gesto, que no es el que
hemos gastado habitualmente, ni en la vida pública ni tampoco en la privada.
Cuando decimos que estamos viviendo un momento histórico, una pandemia enormemente
brutal, que lo está viviendo la humanidad, sí, pero nosotros hablaremos de lo que nos compete
aquí. Cuando decimos eso, lo estamos diciendo, sabiendo lo que decimos.
Por tanto, creo que lo
más destacable para todos, lo he notado en buena parte de la clase política, y lo noto, como
comprenderán, en muchísima gente, es que para todos este sea un momento que no
olvidaremos.
Ese dolor que mantenemos todos, y que tenemos, y que, lamentablemente, vamos a mantener
durante un tiempo, espero que pronto, es un dolor que hace que, aunque haya gente,
seguramente hay políticos y hay profesionales de la información, o de cualquier otra dinámica,
que puedan objetivar las cifras y las estadísticas, y analizarlas en frío, yo lo lamento, a lo mejor
es un defecto, pero de siempre me ha pasado, no sé si por mi moral cristiana, no sé si por otras
razones, o por mi vida personal y mi propia cultura de familia, pero soy incapaz de resignarme, a
las siete de la mañana, que hablo todos los días con el consejero para conocer cómo ha ido la
noche, después de haber dejado de hablar a la una de la madrugada para ver cómo ha rematado
el día, soy incapaz de analizar las cifras en términos fríos.
Fíjense que las cifras hoy son infinitamente más esperanzadoras. Nunca buenas, obviamente,
de lo que eran hace dos semanas o 20 días. ¿Se puede celebrar, sinceramente, que en vez de
80 o 110 fallecidos de un día, tengamos 20 o 25? Obviamente que no.
En el fondo, me alegro de
que los profesionales de la sanidad estén demostrando no solo su capacidad profesional, sino
también la humanidad con la que hay que atender al paciente, y que la sociedad en su conjunto
haya antepuesto los valores de fraternidad y de humanidad, a otros muchos.
Son momentos de dolor y de miedo. Llevaba muchísimos meses sin levantarme por las
mañanas con el miedo a que las cifras que se conocieran nos hicieran todavía prever —al estar
al mando, uno tiene las cifras por delante del resto— una situación mejor o peor.
Ese miedo que
nos ha llevado a todos a tener una preocupación, y que, lamentablemente, vamos a seguir
teniendo durante un tiempo, al menos hasta que tengamos la solución científica. Que la
investigación que importa en el planeta, la que realmente hoy nos hace a todos estar muy
preocupados y, al mismo tiempo, muy expectantes, incluso de que en estos días se sume —ojalá
tuviéramos esa enorme fortuna— nuestro Centro Nacional de Parapléjicos, precisamente al
combate científico.
Ese miedo y esa preocupación nos han hecho pasar a todos unos días extraordinarios y muy
difíciles. Seguramente ese concepto extraordinario lo ha tenido todo el mundo, desde las
personas que se han tenido que ver, sin haberlo pensado en su vida, recluidas en su casa, a los muchos miembros de la política que, seguramente, no veían este tipo de problemas, salvo por
las películas.
Dolor, muchísimo miedo, créanme. Además, experiencias personales que todos tendremos
para muchísimo tiempo. Todos tendremos muchas.
Por supuesto, si alguno de ustedes tiene algún familiar muy directo, afectado y fallecido,
evidentemente, esa será la sensación que conserven en su vida. No puedo decir que lo pueda
sentir por todo el mundo, pero siento la suma, siento el conjunto.
Porque, además, cada uno
tiene su forma de ser. Hay quien objetiva los problemas o los puede colgar en una percha, y hay
quien, literalmente, le hacen a veces hasta perder, no la tranquilidad, que eso, por supuesto, sino
una cierta serenidad de ánimo.
El tener que estar haciendo multitud de reuniones, llamadas. Incluso cuando se declaró el
estado de alarma, que muchos presidentes autonómicos o responsables regionales podían haber
decidido dejar en manos del Gobierno, que concentra toda la autoridad, toda la responsabilidad,
y también todo el trabajo.
La primera decisión que tomaron todos los presidentes autonómicos,
todos, es seguir al pie del cañón con sus equipos, por mucho que las competencias, las
capacidades y las decisiones se trasladaran de sitio.
Creo que esto quedará también en el recuerdo de lo que significa el Estado autonómico y la
gestión de las competencias.
Pero estar al pie del cañón de una manera tan intensa, y tener que
salirte de las reuniones, o sin hacerlo, para una llamada de pésame a un amigo o a un familiar,
todos tenemos amigos y familiares —en mi caso, más indirectos— fallecidos. O a muchísima
gente que conozco, a la que he tenido que intercambiar un pésame, al mismo tiempo que tenía
que estar decidiendo, con el equipo de coordinación, con los expertos, muchas de las decisiones
que se planteaban de urgencia —no de urgencia: de vértigo— casi cada minuto.
Creo que lo vamos a superar.
Lo va a superar España, lo va a superar la sociedad, lo va a
superar el planeta. Probablemente tengamos que, entre todos, saber que el principal derecho de
la sociedad será a no convivir el resto de su vida, no solo ya con la huella de esta pandemia, sino
con el miedo que nos ha inoculado. Es normal. Muchas cosas ya no van a tener nada que ver
con lo que vivíamos.
Pero no nos engañemos: la sociedad tiene que recuperar la normalidad.
Lo que sí sé, personalmente lo discutía el otro día, lo hablaba con el consejero hace muy
pocos días, siempre hemos pensado, los que llevamos mucho tiempo en política, qué será lo que
más recordemos cuando estemos fuera de ella. Por edad, además, tampoco nos queda
demasiado.
Piensas en que te quedas con este resultado o con aquel, con una victoria electoral
o con otra, no sé, o con los atentados de Atocha. Cada uno tiene en su memoria cómo vivió
también los atentados de las Torres Gemelas. Mil cosas que comparto con ustedes hoy.
Es evidente que, al menos, los dos que vamos a empezar las comparecencias, este será el
elemento que recordaremos de por vida. No lo podremos olvidar nunca, y espero que podamos,
no solo contribuir a superarlo, sino, además, que lo superemos emocionalmente desde muchos
puntos de vista.
Hay muchas cosas que han ayudado, sin duda ninguna.
Esto, políticamente, no se lo deseo ni
a mi peor adversario. No se lo deseo a nadie. Pero realmente creo que esto hace, muy
claramente, que la vida siempre se ponga por delante de la política.
Hace no muchos meses, con motivo del fallecimiento de una alcaldesa en España, hubo quien,
en pleno fallecimiento de esa política conocida, conocidísima, lo era, del Partido Popular, hubo
quien —legítimamente— dijo que el fallecimiento se siente, pero que no era para olvidar las
cosas que se habían hecho en vida, para ellos, muy malas. Me pareció una actitud miserable, y
lo dije en público. No estoy dispuesto a ser mejor político a costa de ser peor persona.
Esto,
créanme, pasará su factura, seguramente, en el ámbito personal y físico, pero también nos llena
de una enorme capacidad como personas.
Sinceramente, ¿qué compensa moralmente todo este dolor? Todos los que estamos hoy aquí,
los diputados y diputadas que no han podido venir, ¿qué compensa? Sin duda, una cifra en la
que la gente no se fija todos los días: los miles y miles, cientos de miles de personas salvadas.
Muchos recuperados, y muchos otros que ni siquiera han tenido que pasar por ningún tipo de
tratamiento. Pero que podrían, perfectamente, porque estaban en la posibilidad potencial de ser
víctimas del virus. Cientos de miles de personas. Millones de personas en el mundo, pero cientos
de miles de personas en toda España, y, por supuesto, también en Castilla-La Mancha.
Es más, es llamativo, porque en todas las estadísticas de los medios de comunicación, casi
siempre esta es la última cifra que se da. Es lógico, damos por delante la de los fallecidos.
Damos por delante la de los casos conocidos, porque es la que nos preocupa.
Pero compensa
mucho moralmente, muchísimo, ver que muchísima gente ha salido adelante.
Antes de ayer, una persona de más de 100 años, en Guadalajara, literalmente salió adelante,
después de días de muchísimo agobio. Muy humilde. Nadie le pidió la tarjeta de crédito para
entrar al hospital, y, probablemente, era de las principales candidatas, por su edad y su
vulnerabilidad a fallecer, y salió. Nadie se planteó cuánto tiempo le podía quedar o no de vida, y
si había que tener o no un criterio distinto. Lo cierto y verdad es que se le pudieron aplicar las
medicinas, se le pudieron aplicar los tratamientos.
No a todo el mundo, lamentablemente, se le
pueden aplicar, ni siquiera los mecanismos tecnológicos, como los respiradores, pero en el caso
de Asunción, sí.
Ayer, cuando vi sus fotos —además, yo la conocía—, sinceramente, me compensa, y
compensa a todos.
No quiero con esto, ni ponerme lastimero, ni que piensen ustedes, bajo ningún concepto, que
se trata de trasladar una emoción que seguramente es compartida, pero sí compensa, y
compensa, créanme, como presidente, como ciudadano, como español. A mí me ha
compensado muchísimo, y me compensa todos los días ver la unidad y la fraternidad de la
sociedad española.
Unidad.
No es que alguien, desde su balcón, haya cambiado su forma de pensar a las ocho de
la tarde, ni su voto, probablemente. Ni se trata de eso. Pensar en votos a estas alturas, como
comprenderán, es absolutamente miserable. No.
Pero hay una corriente de unidad nacional, como pueblo, de fraternidad, siempre con alguna
excepción, que espero que no olvidemos como sociedad para el futuro, cuando empecemos otra
vez los debates secundarios, estériles, absurdos, que se tienen en la clase política y en la vida
política, muchos de ellos inevitables. Al ruido.
Me gustaría que ese sentimiento de fortaleza que nos aportan, nos hiciera, a los políticos,
estar a la altura de la sociedad, que se ha recluido en casa, como ninguno de los que estamos
aquí, seguramente, hubiéramos pensado que podría hacer un español hace ocho meses.
Por nuestra forma de ser, por nuestra forma de considerar las calles, las plazas y los jardines
como parte de nuestro salón de estar. Lo cierto y verdad es que la sociedad en su conjunto, de
una manera prácticamente unánime, ha tenido un comportamiento —y tiene un
comportamiento— que dejará honda huella. La dejará el virus, pero la va a dejar también, de una
manera evidente, la reacción de la gente.
Por tanto, me siento muy solidario. A lo mejor resulta raro esto que les voy a decir, pero me
siento muy solidario en estos momentos de enorme crisis, que se ha residenciado en todos a los
que nos ha correspondido llevar la dirección. Además, asumo en primera persona toda la
responsabilidad que le compete a la autonomía. No solo la de todo mi equipo de Gobierno, no
solo la de los que pudieran equivocarse en su trabajo en un hospital.
Toda la responsabilidad,
evidentemente, la tengo que asumir, sobre todo, porque estamos ante un momento
absolutamente histórico, y la asumo. Seguramente, para algunos, solo se puede asumir en la
parte de los fallecidos, y en ningún caso en la de los salvados.
Pero no es un debate que a estas
alturas me importe.
Hoy, quiero que sepan que me siento solidario con todos los presidentes autonómicos. Con los
que me he llevado mejor y con los que es casi imposible. Con todos.
Con todos los consejeros y
consejeras de Sanidad.
Alguien que está aquí decía, al principio de esta crisis, que no envidiaba para nada al
consejero, y que sería el peor momento en su vida si le tocara ser consejero de Sanidad. Eso
vale para Castilla-La Mancha, pero vale para todas las comunidades autónomas.
Me siento solidario, créanme, y entiendo a todos los presidentes.
Todos tienen oposiciones y
todos tienen críticas, seguramente. Pero, a estas alturas, sea uno del partido que sea, tiene que
sentir que el ministro, el consejero, los presidentes, entiendo que todos, se están dejando la piel.
Eso no excusa los errores ni hace que todo sea positivo. Lo más normal es que hoy todos
hiciéramos cosas distintas a las que se empezaron a hacer hace dos meses. Todos, todo el
planeta. Probablemente la OMS. Desde luego, los Gobiernos. Por supuesto, quien les habla.
Evidentemente, se está haciendo camino al andar, en un virus desconocido, aun hoy muy
desconocido. El gran empeño es seguir conociéndolo. Que no cambie, además, que no se
transforme. Acabar con él cuanto antes. Que no le dé tiempo a engañarnos como sociedad.
Por
eso me van a permitir que, con esta reflexión inicial, les diga que quiero, desde aquí, mostrar mi
pésame personal, y lo que represento como presidente —que es a toda la sociedad de esta
tierra—, a todos los fallecidos y a sus familiares, y a toda la gente que hoy todavía está
debatiéndose entre la vida o la muerte, muchos menos que hace unas semanas, pero siempre
bastantes, siempre muchos.
No solo trasladarles mi pésame a todos los fallecidos, y, de una manera, si quieren, un tanto
particular a las familias de los profesionales de la sanidad, o de otras áreas de primera línea, que
han fallecido en el servicio público.
Es un pésame que, créanme, no solo expreso de corazón, sino que además es como
debiéramos mantenerlo en la memoria durante muchísimo tiempo. Junto a ese pésame, mis
disculpas como presidente.
Las disculpas de una Administración, la de Castilla-La Mancha, que
no me consuela lo más mínimo que esas disculpas tengan que ser también de la Organización
Mundial de la Salud. No sé, no estoy hoy para analizar si se anticiparon o se retrasaron en las
alertas.
Me da igual si se disculpa o no el Gobierno de España, o si lo hacen otros. Entiendo que la
disculpa tiene que ser del conjunto de la organización sanitaria, por supuesto, española, desde
luego, de mi tierra, que es la que me compete.
Seguramente hay mucha gente que dice que no
son necesarias las disculpas, porque entiende que el virus nos podía afectar a cualquiera, y que
esto no se podía prever.
No lo digo en ese contexto. Expreso mis disculpas porque la gente tiene el derecho como
sociedad, como ciudadanos, a que el conjunto del sistema público les transmita y les adelante la
seguridad.
Aunque el esfuerzo que están haciendo toda la sociedad y el sistema sanitario es
brutal, para recomponer la seguridad en sí mismos, como pacientes, como ciudadanos y como
sociedad, es evidente que nadie estaba suficientemente precavido, en el mundo, para esto.
Castilla-La Mancha no ha sido una excepción. Ya digo que “mal de muchos, consuelo de
tontos”. A mí no me consuela. Debiera servir para el análisis racional, y debiera servir para la
experiencia.
En definitiva, los análisis que nos pueden llegar de China o nos pueden llegar de Perú,
importan, y mucho, para hoy, y seguramente para mañana. Pero lo cierto y verdad es que estas
disculpas, créanme, son disculpas de dignidad, la dignidad que necesita un ciudadano, porque
entiende que su sociedad está organizada con un sistema de prevención, de alerta, de escudo
frente a este tipo de pandemias.
Sé que la gente sabe que, a lo largo de la historia de la humanidad, y que seguramente en el
futuro este tipo de circunstancias pasan, y pasarán.
Ojalá pudiéramos conjurarnos para que eso
no pasara, pero es así. Por eso, tampoco estoy en disposición de entrar en ningún tipo de pelea
por el dolor.
Creo que todo el mundo llora a sus fallecidos, y que todo el mundo siente los fallecidos de los
demás, independientemente de las declaraciones o de los gestos. A veces, incluso, de los gestos
interesados.
No creo que ese sea más doliente, o menos, en función del carné político. Se puede
ser otra cosa, pero no doliente.
Tengo claro, y asumo, que no hay ningún éxito posible en una batalla de este tipo, con miles
de muertos. Bueno, con miles o con unos pocos que lo hubieran sido. Se alteran los conceptos.
Fíjense si se alteran, que todos deseamos, si se nos hace una prueba, salir negativos en vez de
positivos, que es lo que aspiramos en la vida, a ser positivos.
Se alteran los conceptos en una
epidemia que pone patas arriba hasta la forma de analizar la realidad.
Pero lo cierto y verdad es que el único éxito que podemos intentar entre todos es el de la
vacuna o el de los tratamientos eficaces, que, si no la previenen, al menos la combatan con altas
tasas de supervivencia.
No tengo ninguna duda de que va a pasar, y de que será antes de lo que muchísima gente
piensa. No tengo ninguna duda. Sueño con que pudiera incluso ser una aportación de los
científicos españoles, ya no digamos si estos lo son de aquí. No por nada, por prurito si quieren,
pero, sobre todo, porque realmente también tengo muy claro.
Ojalá y lo pudiéramos curar desde aquí, más allá de los premios y los reconocimientos. Lo digo porque, sobre todo, también tengo
muy claro qué sería lo que se estaría diciendo si el virus, en vez de nacer en China, hubiera
nacido en La Mancha, y por dónde empezarían los discursos de unos y de otros, y los debates
de unos y de otros.
Ojalá, y que tengamos muy claro, señorías, que el éxito de la sociedad y de la comunidad
internacional, hoy va de la mano de toda la comunidad internacional.
De hecho, una parte
sustancial del problema que tenemos en la operación salida del problema es que estamos
vinculados a lo que pase en Estados Unidos, en Gran Bretaña, en Francia o en Portugal, por
citar países claramente vecinos.
Por tanto, sí, pésame y disculpas, y, por supuesto, una inmensa gratitud. Una inmensa
gratitud. Gratitud a los sanitarios, y también a todo el personal que trabaja en el sistema
sanitario, y no es, en sí mismo, sanitario.
Muchísima gente que trabaja ayudando a los sanitarios,
y que es indispensable en el funcionamiento del engranaje. A ellos, sin duda, de ninguna
manera. Es una gratitud que, cuando estás gobernando, no consiste solo en palabras, porque
hay gente que es muy agradecida con las palabras, pero bastante poco cuando gobierna con los
mismos.
Claro que nuestra gratitud viene acompañada siempre de un esfuerzo tremendo por la mejora
del sistema sanitario. Enorme. Ni pensar quiero cómo estaríamos abordando esta situación en
las circunstancias que nos encontramos.
No es el debate que quiero ni el debate que me interesa, ni el que le puede interesar,
seguramente, a la gente. Pero sí es el aplauso que se merecen. En vez de despedir, mientras
exista COVID, a la gente que se la ha contratado de urgencia, mantenerlos.
Hay muchas cosas que podemos hacer, pero todas, al final, tienen que ver, sinceramente, con
la seriedad en el trabajo y en la gestión.
Mi gratitud a los policías nacionales, a la guardia civil, a los policías locales, que en una muy
buena medida están contribuyendo a mantener, no solo la disciplina en las calles, sino también a
la información. A las fuerzas armadas, a la guardería forestal, a los trabajadores de GEACAM,
que han hecho un trabajo inmenso en esta región.
Han podido hacerlo, porque en algún caso,
como fue en los de GEACAM, estuvieron a punto de desaparecer como trabajadores y como
empresa.
A protección civil, a los que agradezco, no se imaginan cuánto, que, frente a la actitud
voluntaria que tienen en muchos actos que no tienen el más mínimo riesgo, ahora y otras
muchas, pero en este caso de una manera esencial, se hayan puesto —más por delante que
muchos que, a lo mejor, debieran haberlo hecho— a trabajar contra la pandemia.
Sí, a protección civil, a las cientos y cientos de empresas, cooperativas, entidades, personas a
título personal, que han hecho donaciones, que han ofrecido alternativas que hemos canalizado
en su mayor parte, pero que representan una cara, un rostro, una imagen absolutamente
imborrable en la parte positiva de esta crisis.
Por supuesto, quiero también agradecer la colaboración de los ayuntamientos, de las
diputaciones, pero de una manera muy particular de los ayuntamientos. Sé que no todos los
ayuntamientos han hecho lo mismo. No voy a ser de los que entren en comparar el esfuerzo de
unos o la voluntariedad de otros. En conjunto, estoy muy orgulloso del trabajo de los
ayuntamientos de esta región. Por eso, fui el primer presidente en solicitar al presidente del
Gobierno. Todavía no me han hecho caso.
Espero que nos salgamos con este objetivo. Fui el
primer presidente del conjunto de las autonomías, ahora ya son la mayoría, que pidió que se les
desbloquee los fondos que tienen en los bancos, acumulados, multitud de millones de ahorro,
miles y miles de millones que existen en las arcas municipales.
Seguramente cuando acabe la crisis, ahora que no se tienen ni que hacer fiestas ni se tienen
que programar muchas actividades, o se suspenden, más, pero ese esfuerzo que han hecho los
ayuntamientos durante mucho tiempo, tiene que liberarse para que los propios ayuntamientos no
se dejen llevar nunca de alguna engañifa o de alguna mentira de quienes dicen que ese dinero
se lo quieren quedar las autonomías.
Esto solo lo pueden decir desde la mala fe, sobre todo en esta región, cuando hemos sido los
primeros en plantear que se les libere, para que aporten soluciones desde su legítima y
autonómica actuación como ayuntamientos.
Sin duda, gratitud inmensa a la ciudadanía. Ejemplar. Gratitud inmensa también a los
pacientes de multitud de patologías que, estando en listas de espera, han esperado más que
nunca, y que probablemente tengan que esperar. Muchísima gente.
No es que haya miedo para ir a las urgencias o a los hospitales por el COVID, y la gente se
haya retraído.
No, es que muchísima gente ha entendido que, primero, el sistema se tenía que
volcar con este problema. Aun así, se han atendido siempre las urgencias más elementales, más
evidentes, las que tienen que ver con tratamientos oncológicos, las que tienen que ver con
cardíacas. Obviamente, no se ha dejado de atender a nadie, en el sistema, que necesitara de
esa urgencia. Eso es evidente.
Además, se ha hecho de manera paralela y combinada. Pero tanto a ellos como a sus
familiares, igual que a los familiares que antes decía, de los fallecidos, que no han podido ni
siquiera estar presentes en los duelos, se les limitó la posibilidad de abrazarse y llorar en un
duelo, a tres personas.
Es verdad que a veces hay excepciones, y vemos cómo se abrazan en
otro tipo de reuniones, pero, en este caso en concreto, este dolor es un dolor añadido, el de la
gente que no ha podido despedir en condiciones a sus seres queridos. A lo mejor, hoy están
aprovechando la posibilidad de pasear para acercarse al cementerio.
Por supuesto, a los trabajadores de multitud de servicios. También, por ejemplo, los de la
basura, que casi siempre se tienen en poca consideración. Aunque con la cantidad de gente que
se ha dedicado a producir basura en muchos medios y en las redes sociales estos días,
seguramente tendrían que estar más presentes. Me refiero a los que la limpian, no a los que la
ponen. Sí, de ellos me tengo que acordar, como de tantos trabajadores de servicios públicos,
funcionarios. Los propios docentes, que han estado en las aulas desde sus casas.
Hemos tenido que hacer un esfuerzo inmenso para reducir la brecha digital, a la cual me
referiré más adelante. Pero creo, sinceramente, que esta crisis ha sido también una oportunidad
para que una parte muy sustancial de nuestros chicos y chicas hayan tenido que soportar el
confinamiento, el no poder salir, el no poder hablar con los amigos, el no poder ir de fiesta, el no
poder salir al parque. Hacerlo, además, sabiendo que no se libraban, ni de las tareas ni de la
responsabilidad de hacer pruebas.
Por eso, concretamente, los chiquillos, la gente joven, los
estudiantes, tienen que estar en nuestra memoria.
Nosotros hemos nacido y hemos vivido sin esta experiencia, hemos tenido otras, y nuestros
padres, algunas, desde luego, peores, como la guerra. Pero esta, en concreto, no la hemos
tenido, la de tener que estar ahí confinados. Por tanto, esta generación, seguramente, va a tener
un recuerdo y una cierta huella psicológica que no han tenido otras, que no hemos tenido otros.
En definitiva, señorías, creo que en este momento que hacemos el debate tengo que
aclararles algunas precisiones, antes de entrar en más detalles.
En primer lugar, tengo que decir, y aclararle a toda la ciudadanía y a ustedes también, que
estamos compareciendo en medio de la pandemia. Lo haremos, por supuesto, cuando se pida.
Si se restablece la normalidad parlamentaria, mejor.
Lo haremos, además, los consejeros y consejeras, a petición de los grupos, y también propia.
Lo ha hecho ya el consejero en varias ocasiones, y el director general de Salud Pública. Pero lo
importante es que esta no es una comparecencia final para hacer balance. Estamos en medio, y
eso es lo más triste.
En medio de la pandemia. De manera que, créanme, incluso los datos de
hoy, estos datos de hoy, que nos llevarían a una imagen de esperanza frente a los que teníamos
hace tres semanas, si hubiéramos hablado hace tres semanas, los datos eran horribles, hoy, sin
embargo, esta región encabeza los rankings en la bajada de supuestos de casos y de contagios
en toda España, y miren que vamos muy pegados a la curva de Madrid.
Por supuesto, también
encabezamos los datos de nivel de contagio por persona.
Se han adoptado muchas medidas, y, desde luego, se han adoptado no solo en el
enclaustramiento, en la vida conventual que nos ha tocado llevar. No, en el propio sistema. Hoy
podemos presumir de hacer muchas más pruebas de las que han hecho otros muchos. No me
refiero a los datos aparecidos hoy en los medios de comunicación, sobre el uso que algunas
autonomías han hecho de los test facilitados por el ministerio.
Nosotros, créanme, no hemos podido ni imaginar que hubiera autonomías u otras
Administraciones que estuvieran intentando ralentizar las pruebas para así no estar demasiado
mal colocados en las estadísticas, porque esa actitud es francamente absurda y miope. Desde el primer día se ha estado trabajando al cien por cien de lo que se puede, de lo que se podía. No se
podía con todo, obviamente.
Por tanto, estamos en medio. Además, quiero decirles que todos estamos en medio de manera
coordinada y combinada. Todos. Prácticamente, cuando estudiemos las acciones de todas las
autonomías, de todos los presidentes, de todos los Gobiernos, vamos a entender que hay un
patrón de comportamiento lógico.
España ha funcionado como país, y, a pesar de tener 17
Administraciones gestoras, con más o menos placer, con más o menos gusto, incluso a veces
con más o menos interés, aquí todo el mundo se ha puesto a la orden de la autoridad sanitaria
nacional. Digo todo el mundo de los Gobiernos. Independientemente de la retórica política o de
los comentarios, lo cierto y verdad es que, al final, todos estamos relacionados.
También hay un tercer elemento de contexto que necesito que quede muy claro, que es el de
la unidad de acción. Es muy probable que la gente tienda a hacer análisis, cada uno en su barrio
o en su bloque, o no digamos, a juzgar que, si el virus mayoritariamente llegó a esta tierra por
Madrid, si gobierna el PP en Madrid, la culpa es nuestra, y si fuera Gabilondo, sería,
lógicamente, del PSOE siempre.
Puede ser que alguien se meta en esos jardines.
Me parece tan absurdo, tan pequeño e ineficaz, que voy a decirles con mucha claridad que,
desde el principio de la pandemia, todos hemos planteado, todos los Gobiernos, especialmente
los consejeros, en sus niveles de colaboración y coordinación diaria con el ministro, que además
tiene una paciencia infinita, hemos manifestado unidad de acción.
Lo reflejaba de una manera muy elocuente el fiscal superior de justicia de Castilla-La Mancha,
al que todos ustedes conocen, cuando, ante las denuncias sobre material y sobre otro tipo de
responsabilidades —es lógico que las haya, yo no las critico—, ha dicho, con una rotundidad,
que no sé si se lo habrán leído, pero les interesaría leérselo muchísimo, con una rotundidad
absoluta, que, desde el mismo momento en que se establece la alerta sanitaria, toda la
autoridad, absolutamente toda, recae en el ministro.
No saben lo solidario que me siento con el ministro de Sanidad, que, además, seguramente,
no pidió ser ministro de Sanidad. Pero la vida es así, y la concentración de toda la autoridad le ha
otorgado mucho poder y mucho problema, obviamente. Desde luego, no se puede decir que
hayan escondido su responsabilidad buscando la comodidad.
Desde luego, no creo que lo
puedan decir sincera y francamente los consejeros que se relacionan con él a diario. Ni yo lo
puedo decir, en realidad, del conjunto de la actuación de la Administración.
A la hora de la verdad, más allá del ruido y más allá de los debates, hay una conexión de
fondo que nos lleva a saber que todos estamos a una, los que gobernamos, los que nos toca
dirigir. Luego ya, el comportamiento de los que no les toca dirigir es distinto.
El mapa en España
es mucho más parecido, en el comportamiento, entre los que nos toca dirigir el timón, pero
infinitamente más parecido mi comportamiento con dirigentes del PP que gobiernan, que el
mismo mapa de cómo se comportan los que no tienen esa responsabilidad. En unos los hay
enormemente responsables, serios, leales, y en otros los hay francamente muy descriptibles.
Hay otra consideración que me importa. Saben que me gusta hablar claro.
También es verdad
que hay veces que, hablando claro, uno se pasa, pero ya no voy a cambiar a mis alturas y con mi
edad.
Hay mucha gente también que hoy, y mañana ya no digamos, se va a convertir en experto a
toro pasado. Aquí ya hay mucha gente que sabe lo que se tendría que haber hecho.
De verdad,
no crean que lo digo por quitar responsabilidades, ni a mí, ni al Gobierno, ni a la OMS, ni a
Macron, ni siquiera a Trump. Hay mucha gente que va a terminar sabiendo siempre cómo se
hacen las cosas. Pero lo cierto y verdad es que hoy, que les estoy hablando, todavía queda
mucho tiempo para descubrir el virus, la vacuna y el tratamiento.
Como comprenderán, a partir
de ahí, que es lo que hay que estudiar y conocer, todo lo demás está inventado.
En cuanto se sepa cómo es el virus y cómo se mata, todo el sistema funciona solo. Todo el
mundo sabe poner jeringuillas, todo el mundo sabe cómo prevenir, cómo poner vacunas y cómo
distribuirlas. Esperemos que, además, lleguen a todo el mundo, no solo los países que tienen
más capacidad de compra.
En definitiva, creo que nosotros tenemos la limitación gestual de no poder presumir de la
gestión, ni lo vamos a hacer, ni lo vamos a intentar.
Lo he dicho en varias declaraciones públicas, pero el que quiera presumir de gestión, tiene que combatir primero el enorme fracaso que
significa tanto fallecido.
Ahora, dicho esto, es evidente que la gestión y el análisis del mismo, desde una perspectiva o
de otra, tiene que responder a parámetros de lógica humana. No la de estar en caliente, no la
lógica de cuando se vive hirviendo el problema, sino la lógica de cuando se racionaliza el
problema.
Esa es la seriedad con la que hay que afrontar la salida de la crisis y la prevención
para las que puedan venir.
Por eso quiero hacerles una consideración, en un formato un tanto diferente, sobre la gestión.
Después tendrá que intervenir el consejero de Sanidad, persona a la que siempre he admirado.
Le conocí precisamente en un hospital, y me di cuenta, en los días que estuve acompañando a
un familiar, que iba todos los días como gerente a ver a todos los pacientes, y con sentido del
humor.
Es decir, sabiendo que no perder la humanidad es importante como tratamiento. Ya
desde entonces, políticamente me enamoré de él, solo políticamente.
Pero ya es bastante, porque no me puedo ni imaginar, de verdad, a qué altura estaría el que
les está hablando si no hubiera podido contar, en todo momento, no ya con el consejo, que no es
el consejo, con la dirección del consejero en toda la crisis.
La primera lección que se aprende cuando se es presidente o se es alcalde, algunos de
ustedes lo han sido, es que, en los momentos más conflictivos, hay que confiar al cien por cien
en la gente que lo entiende. Si además tiene la honestidad personal, la capacidad de trabajo, de
empatizar hasta con el adversario, que tiene mi consejero, créanme, no es que podamos con
todas las crisis, pero sé que saldremos.
Por eso me voy a hacer —él ya se extenderá en otros datos— una serie de preguntas, las que
me hago yo, las que se hace la ciudadanía, las que se hacen seguramente ustedes, y también
intentaré proporcionarles las respuestas, al menos las mías.
Ya sé que probablemente hay mucha gente —no mucha, poca, pero alguna— que le den lo
mismo las respuestas, los análisis, los datos o las gestiones, que, literalmente, se ha quedado
con la crisis en la acepción que tiene también en China la palabra “crisis”, como oportunidad.
Oportunidad de sacar tajada.
Pero lo cierto es que quiero ser lo más serio y ajustado, y basarme en todas mis apreciaciones
en los datos que no son opiniones, sino que están contrastados, y que son reales.
La primera que me hago, y que se hace todo el mundo: ¿cuál es el origen de la pandemia?
Evidentemente, China. Hasta aquí, yo creo que es fácil entendernos.
Una región concreta de
China. Por supuesto, no voy a caer, bajo ningún concepto, en la demagogia de pensar que lo
han hecho a posta. Hay mucha gente que probablemente está pensando que se han ocultado los
datos.
Creo que, en todo, sobre todo en esto, hay que tener en cuenta que ahí también se han
muerto cientos de miles de personas, miles de personas, sean más o sean menos, y que,
además, están en la posibilidad cierta de que siga habiendo, y de que haya rebrotes, allí y en el
resto del mundo.
Por tanto, no voy a entrar en ningún tipo de conspiración.
He visto a algunos dirigentes en el
mundo que se han inventado patrañas contra los chinos. Digo “inventado” porque, si mañana
fuera verdad, sería una cosa muy grave, pero que se han inventado ya de entrada para justificar
sus risas o sus frivolidades en el comienzo de la crisis.
Hay gente experta en las conspiraciones, y en cambiar a unos terroristas por otros. No, yo creo
que hay que ser serios también en esto, señorías, y no dejarse llevar por ningún tipo de
demagogia. El sistema sanitario de alerta mundial lo encabeza la OMS.
Por lo tanto, desde el
mismo momento en que se detecta la alarma, la responsabilidad de la alerta mundial entra en el
circuito de la OMS, y esto es algo que en España asume el Gobierno de España, este, y al que le
hubiera tocado.
El sistema de alerta sanitaria es nacional, porque es nacional la capacidad de cerrar o no las
fronteras, entenderán bien, los puertos y los aeropuertos, y créanme que no quiero echar la
responsabilidad, ni quitarme ningún tipo de marrón de en medio.
Esto lo digo con Pedro Sánchez, como lo podría decir mañana con Rajoy, si hubiera estado, o
con el ministro Illa o con Ana Pastor, con la que saben, además, mantengo muy buena relación
política. No. Es así, es lo que dice la ley, y, además, es de sentido común.
Además, hay un instituto concreto que sirve de referencia para muchas pautas, que no todo el
mundo ha seguido, pero nosotros, tengo que decir que sí, de la A a la Z, que es la referencia del
instituto oficial Carlos III, que establece 15 entradas del virus en España. No una: 15.
Están muy
estudiados ya los elementos de entrada, los primeros casos. No ha habido un solo caso, sino ha
habido, al menos, 15 vías de penetración. Evidentemente, para lo que es España, es mucho más
importante Italia, que es el segundo gran foco que nos ha estado afectando.
Nosotros, desde muy temprano, prohibimos a todos nuestros colegios, que tenían, como es
costumbre en el final de curso, que ir a Italia, incluso a otros países del entorno.
Con alguna
excepción que se lo saltó, la inmensa mayoría —con mucho pesar, obviamente— tendrán que ir
más adelante, o mucho más adelante. Pero lo cierto y verdad es que fue una de las primeras
medidas evidentes que no respondían a ninguna competencia concreta, pero sí al sentido
común.
Por tanto, sí, el origen está en China. Muy particularmente, pienso que en Italia es fácil de
imaginar que nunca pensaron hasta qué punto podría llegar de China a Italia. Fíjense incluso que
tanto en Italia como en España, los primeros días de pandemia en China, muchas empresas
españolas, y entidades, y creo que algún club de fútbol famoso, salió dando ruedas de prensa,
donando mascarillas y material a China. Eso empezó siendo así.
¿Puede considerarse ingenuo? No sé.
Lo que sí es real es que pasó, y luego ha tenido que
pasar más bien al revés, no solo esperar donaciones de China, que son la gran máquina que
puede producir por millones casi todo, sino, además, tener que pelearse para conseguirlo en ese
mercado, en ese y en todos los demás del mundo. La vida.
¿Cuáles fueron los primeros movimientos que se produjeron en Castilla-La Mancha, en la
alerta sanitaria, en un modelo que está protocolizado, que está regulado?
El primero es el de la
alerta sanitaria. Hay mucha gente que cree que, hasta que no ha habido estado de alarma, todo
estaba descontrolado. No es cierto. Pero no es cierto aquí, ni en Sangenjo, ni en Badalona, ni
siquiera en Cataluña.
El sistema de alerta nacional es un sistema de epidemias que se activa desde casos muy
concretos, como nos pasó a nosotros con la legionela al principio de la anterior legislatura. Ya de
entonces sacamos algunas conclusiones del comportamiento de unos y de otros, pero ya se
activó el sistema nacional en aquel momento. Incluso los debates eran casi los mismos, sobre el
número de muertos. En ese caso era uno arriba, uno abajo.
Pero lo cierto y verdad es que el sistema ha funcionado a lo largo de toda la democracia, y, a
estas alturas incluso, no he visto a nadie que proponga que se altere o se cambie, a nadie, en
España. Por tanto, desde que se produce la alerta sanitaria, la responsabilidad en la
coordinación ya afecta al Ministerio de Sanidad, con estado de alarma o sin él.
El estado de alarma es un paso añadido, el más grave, que se produce para poder limitar
constitucionalmente los derechos de los ciudadanos, que solo se puede hacer de manera muy
excepcional en este país.
Obviamente, en otros no necesitan tanto estado de alarma, a lo mejor
viven en alarma permanente.
Nosotros, tengo que decir que, en la previsión y en el trabajo constante que ya hubo desde un
mecanismo de coordinación que empezó a presidir el propio presidente del Gobierno, con la
alarma sanitaria, se estuvo valorando, como es lógico, pasar del nivel 1 de alarma al 2, y del 2 al
3.
Las circunstancias hicieron —seguramente por los datos que le llegaron de repente, o en
aluvión, porque el virus fue tan asesino como para estirarse en 24 o 48 horas, para crecer y
multiplicarse de una manera exponencial y geométrica, una sola persona ha podido iniciar el
contagio de entre 30.000 y 50.000 personas, fíjense, ahora hablaremos de ello— que el Estado
decidiera pasar, de un día para otro, del nivel 1 de alerta, directamente al más grave, que es el
de alarma, al 3.
Eso se produjo en un cambio que fue del día 12 al 13, que el presidente del Gobierno anunció
el estado de alarma. Hasta entonces estábamos todos en el escenario progresivo de ir tomando
medidas de todo tipo, pero fundamentalmente con esa graduación y esa progresividad.
Lo cierto y verdad es que, a partir de que se declara el estado de alarma, la responsabilidad
directa es del Estado, pero nosotros, todos, la compartimos.
La compartimos, y lo pongo en el
haber de todos los presidentes que he conocido, que ninguno ha dicho: “oiga, que venga aquí el delegado del Gobierno de turno y que se encargue, que para eso es el delegado del Gobierno”.
Se podía haber dicho, y que el delegado del Gobierno de España se hiciera con el despacho del
consejero de Sanidad y se encargara. Eso es un modelo de gestión del estado de alarma.
Quiero
decir que, si hubiera querido el presidente del Gobierno, lo hubiera hecho. Tenía esa capacidad.
Nosotros no solo no lo planteamos, sino que, además, nos hubiera parecido una enorme
irresponsabilidad. Porque quienes conocen de verdad el sistema, después de 30 años de
competencias sanitarias, son las autonomías. Del PP, del PSOE, regionalista, nacionalista.
Aquí
conocemos esto, y hubiera sido una enorme irresponsabilidad desentenderse del problema, por
quitarse, como digo, el mochuelo de encima. No solo porque es muy grave, sino porque, sincera
y llanamente, hubiera sido enormemente grave para la propia pandemia.
Esto es importante. Hemos decidido juntarnos, compartiendo en comandita la responsabilidad
en la gestión y en las decisiones, cuando, en realidad, como digo, otros pudieran haber apostado
por la posición más cómoda. A partir de ese momento, todo queda bajo autorización expresa e
impulso del Gobierno de España, y cuando digo “todo”, es todo.
Se dictamina, por el Boletín Oficial, que no se puede tomar decisiones, ni siquiera gestiones
contractuales. Todas las personas que hemos contratado han tenido que ser con autorización.
Todo el material que se ha tenido que ir a buscar al mercado de manera desenfrenada, ha
pasado, lógicamente, por la autorización del Gobierno de España, y esto, créanme que es algo
de lo que me siento orgulloso en su conjunto, y la reacción que hubiéramos tenido hubiera sido la
misma si, en vez de estar Pedro Sánchez en el Gobierno, hubiera estado Mariano Rajoy.
Creo que quien me conoce sabe que es así. Creo que quien conoce cómo trabajamos en esta
tierra, lo sabe con absoluta tranquilidad. De hecho, es un elemento significativo que, a lo mejor,
pasa desapercibido, pero para mí no, porque tiene valor, que, a pesar de la retórica, de los
ataques, todos los decretos de alarma promovidos por el Gobierno de España —otra cosa son
decisiones paralelas en términos económicos— los ha apoyado el señor Casado, el presidente
del Partido Popular. Todos.
Seguramente no tenía por qué compartirlos, pero es evidente que todo el mundo asume que
no es momento de predicar, es momento de dar trigo, y que esa responsabilidad tan dura que
tiene el que le toca gobernar, pone ante una tesitura especial a los que representan también a
los ciudadanos. Yo eso lo agradezco, más allá de la retórica.
Me hago otra pregunta, como se hace todo el mundo: ¿cómo entra en Castilla-La Mancha?
Esta es clave. ¿Cómo entra aquí el virus? Claro, alguien pensará que cómo se sabe esto.
Nosotros, obviamente, nos referimos a los estudios epidemiológicos, al Carlos III, que ya ha
certificado los dos fundamentales caminos de introducción del virus en esta tierra, en Castilla-La
Mancha.
Vaya por delante, como comprenderán, que con esto no estoy ejerciendo ningún tipo de
culpabilización a ningún pueblo, a ningún ciudadano, a ningún vecino de otra comunidad, y
menos aun a sus políticos. Que me da lo mismo que la presidenta sea Ayuso o hubiera sido
Gabilondo, o que la presidenta de La Rioja sea una militante del PSOE hoy, amiga Concha, o
sea otro, como ha sido siempre, por otro lado, en La Rioja precisamente.
El gran foco —pero cuando digo “el gran” quiero decir “inmensamente gran” foco— del COVID
en Castilla-La Mancha es Madrid, ha sido Madrid. Entiendo que algunos, a lo mejor, esto lo ven
de una manera política. No, esta tierra, Castilla-La Mancha, tiene, con la Comunidad de Madrid,
del entorno de 300.000 intercambios diarios de gente que va a trabajar, o que va a hacer cosas o
gestiones, al margen de los miles y miles de turistas que normalmente vienen a nuestras zonas
desde Madrid.
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