DEBATE SOBRE LA INVESTIDURA DEL CANDIDATO A LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO.
(CONTINUACIÓN). (Número de expediente 080/000001).
La señora PRESIDENTA: Se reanuda la sesión.
Se reúne el Pleno del Congreso de los Diputados para dar cumplimiento a lo previsto en el artículo 99.3
de la Constitución española y someter a una segunda votación la propuesta del candidato don Pedro
Sánchez Pérez-Castejón para la Presidencia del Gobierno. La sesión comenzará con un debate previo a
la votación, la cual —y dado que la Constitución impone un plazo de cuarenta y ocho horas— no tendrá
lugar en ningún caso antes de las 14:25 horas, como ya les anuncié en el Pleno anterior.
Conforme a lo
dispuesto en el artículo 171.5 del Reglamento, el candidato podrá intervenir por un tiempo máximo de diez
minutos y los grupos parlamentarios por un tiempo de cinco minutos cada uno para fijar su posición.
Tiene la palabra el candidato a la Presidencia del Gobierno. (Prolongados aplausos de las señoras
y los señores diputados del Grupo Parlamentario Socialista y del Gobierno en funciones).
El señor SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN (candidato a la Presidencia del Gobierno): Buenas tardes,
señorías. Gracias, señora presidenta.
Hoy concluye la propuesta de investidura de las elecciones del 28 de abril y con ella se cierra el
encargo que tuve el honor de recibir por parte del jefe del Estado, y lamento mucho constatar que persiste
el bloqueo parlamentario.
Señoras y señores diputados, enuncié desde el primer día en mi intervención que mi propósito era
conformar un Gobierno, un Gobierno progresista, con una premisa: hacer lo posible para que la investidura a la Presidencia del Gobierno de España no dependiera en exclusiva de formaciones
independentistas. Lo he repetido con insistencia a lo largo del debate de investidura y he obrado en
consecuencia desde el primer minuto.
Para lograrlo necesitaba, en primer lugar, un acuerdo con el que
yo califiqué «mi socio preferente» en esta investidura, el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos y, en
segundo lugar, la abstención de al menos uno de los partidos que se tacha de constitucionalista. La
suma de los escaños del Partido Socialista, de Unidas Podemos y de los demás grupos abiertos a un
entendimiento —a los cuales agradezco profundamente su complicidad—, el Partido Nacionalista
Vasco, el Partido Regionalista de Cantabria y también Compromís, alcanzaba la cifra de 173 votos; a 3,
en consecuencia, de la mayoría absoluta de la Cámara.
Por tanto, era necesaria la abstención de algún
otro grupo, y solo había dos opciones: la abstención de alguna fuerza independentista, y en esta
cuestión quisiera reconocer la voluntad manifiesta de Esquerra Republicana —a cambio de nada— de
facilitar la investidura a la Presidencia del Gobierno, o bien la abstención de los grupos conservadores,
que se autoproclaman a todas horas constitucionalistas.
Si se abstenían el Partido Popular o Ciudadanos,
el valor de los votos independentistas dejaba de ser determinante. Quise evidenciar, señor Casado,
señor Rivera, que eso que tanto les preocupaba estaba en su mano. Ustedes tenían esa llave y si algo
se ha demostrado es que lo único que querían era un pretexto para después poder acusarnos durante
los próximos cuatro años de una investidura condicionada por partidos independentistas.
Pero, además
de lograr la abstención de al menos una de las fuerzas de la bancada conservadora, como les decía,
había una condición previa, que era un acuerdo con el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos. Debo
decir, antes de nada, que, entre fuerzas de izquierdas, la investidura debería haber estado garantizada
desde el primero momento, porque los resultados del 28 de abril y del 26 de mayo dejaban clara la
voluntad manifestada por el pueblo español de que el Gobierno estuviera encabezado por el Partido
Socialista. (Aplausos).
Cualquier persona sensata sabe que eso no significa un cheque en blanco, y no
lo es porque para gobernar hay que aprobar unos presupuestos y hay que aprobar leyes y con la actual
aritmética parlamentaria eso exige acuerdos.
El Gobierno habría necesitado siempre a Unidas Podemos,
no solamente para la investidura, sino también para gobernar durante los próximos cuatro años.
El acuerdo, sin embargo, no ha sido posible, y les diré de entrada que lo lamento por dos motivos.
El primero, porque no saldrá adelante un Gobierno que es importante que tenga ya España. Y el
segundo, por la histórica oportunidad que se desvanece para la incorporación por primera vez en la
historia de nuestra democracia de una fuerza de izquierdas a la izquierda del Partido Socialista en el
Gobierno de España. Lo lamento.
Pero, ¿por qué no ha sido posible? Siempre supe que conciliar dentro
de un Gobierno dos culturas y dos tradiciones tan distintas como las nuestras no iba a resultar sencillo.
Por eso, propusimos una fórmula que rige en países distintos del ámbito europeo, como en Portugal y
en Dinamarca: Gobiernos de los socialdemócratas con apoyo externo de las formaciones a su izquierda.
¿A cambio de qué, señor Iglesias?
A cambio de un programa, a cambio de hacer políticas que beneficiaran
a la gente que más lo necesita, como hemos hecho durante estos últimos doce meses de cooperación.
Sin embargo, pronto advertí que el programa de Gobierno era una cuestión muy secundaria para usted,
señor Iglesias, y por tanto la proposición, señorías, quedó rechazada.
Propuse después que la
implicación de Unidas Podemos se diese, además de a nivel programático, en responsabilidades
relevantes de la Administración, aunque no dentro del Consejo de Ministros y, como saben ustedes,
también fue una proposición rechazada.
Exploré a continuación la posibilidad de incorporar a figuras
cualificadas del entorno de Unidas Podemos al Consejo de Ministros, en coherencia con lo que siempre
he defendido y con lo que también practiqué cuando fui elegido presidente del Gobierno por esta
Cámara hace doce meses después de una moción de censura: la incorporación de talento a través de
perfiles independientes en el Consejo de Ministros, proposición que nuevamente fue rechazada.
Manifesté entonces que consideraba que la presencia del líder de Unidas Podemos, el señor Iglesias,
era el principal escollo para alcanzar un acuerdo, y con su renuncia llegamos entonces a la única
posibilidad que reclamaba Unidas Podemos desde el principio: un Gobierno de coalición basado en una
negociación integral, como señalaban.
Se inició entonces una negociación integral a lo largo de este fin
de semana previo a la sesión de investidura. Del resto del proceso han sido testigos todos ustedes
prácticamente en tiempo real en esta Cámara.
Antes de que el desacuerdo llegue a sus últimas consecuencias, permítanme hacer cuatro
constataciones.
La primera constatación es que existen grandes coincidencias en el programa social,
ecológico, feminista y laboral para el acuerdo con Unidas Podemos. Nuestras propuestas para combatir
la precariedad y el desempleo, para defender a los jóvenes en su acceso a la vivienda, para combatir la
pobreza infantil, para proteger las pensiones, para mitigar y adaptarnos al cambio climático, nuestras
propuestas para liderar la revolución tecnológica de forma inclusiva o para defender la dimensión social
del proyecto europeo nunca fueron el problema.
Insisto, nunca hubo problemas de programa que
impidieran el acuerdo. En reuniones y en intervenciones en esta tribuna el señor Iglesias no ha formulado
ni una sola propuesta que no estuviera en el programa de investidura que yo presenté hace dos días por
la mañana. Por tanto, el problema nunca fue el programa.
Segunda constatación. Si el problema no es el programa, ¿cuál es el problema? Lo dijo aquí en esta
tribuna el señor Iglesias: los ministerios.
El pasado lunes, en esta misma tribuna afirmaba que no se iba a
dejar humillar por las propuestas del Partido Socialista. Apenas unas horas antes nos había hecho llegar
las suyas, ya las conocen. Habíamos escuchado al señor Iglesias afirmar que quería entrar en el Gobierno
para controlarnos y, al conocer sus propuestas, nos dimos cuenta de que quería entrar en el Gobierno
para controlar el Gobierno.
Nos transmitía una propuesta que suponía que controlaba el cien por cien de
los ingresos a través del Ministerio de Hacienda y el 50% del gasto. Si exceptuamos presupuestos como
seguridad, es decir, Interior y Defensa, la propuesta de Unidas Podemos —que recordemos es la cuarta
fuerza parlamentaria de la Cámara— suponía que la formación del señor Iglesias, con el 25% de los
escaños de la coalición, controlaba el 80% del gasto social del Gobierno.
En estos días, señorías, nosotros
hemos formulado sucesivas propuestas pensando en que Unidas Podemos participara en el Gobierno de
coalición y en que ese Gobierno fuera un Gobierno viable, eficaz, un Gobierno que funcionara. Dados los
retos que tenemos por delante, creo yo que parecía sensato tener un Gobierno plural, pero con una única
dirección coherente y cohesionada.
La propuesta a Unidas Podemos partía de la creación de una
vicepresidencia centrada en uno de los principales corazones del proyecto político que tuve el honor de
presentar ante esta Cámara, que es el de la justicia social.
De esta vicepresidencia dependerían
directamente las políticas de bienestar social; políticas importantes para un proyecto progresista como el
que nosotros queremos encarnar, como es la lucha contra la pobreza, el Sistema Nacional de Dependencia
y los servicios sociales, por citar algunas. Junto a ello ofrecimos la incorporación de tres ministros o
ministras de Unidas Podemos de gran relevancia política para una fuerza progresista.
En primer lugar, el
ministerio de sanidad y consumo. Como dije en mi discurso de investidura, el objetivo es potenciar uno de
los sistemas más admirados y envidiados del mundo, con importantes retos pendientes, tal y como expuse
en ese discurso. En segundo lugar, un ministerio de vivienda y de economía social. Como saben, la
vivienda es una de las principales barreras para la emancipación y para la justicia social en nuestro país.
Y, finalmente, un ministerio de igualdad, porque el feminismo es capital y está en el corazón de un proyecto
político que se tilda de progresista. Por lo tanto, cuatro carteras de hondo contenido social y una de ellas
con rango de vicepresidencia del Gobierno de España. Como saben ustedes, desafortunadamente, la
propuesta fue rechazada.
Esta es la última propuesta de otras muchas que se han ido sucediendo a lo largo de los últimos días,
propuestas que entendíamos que eran áreas de interés para el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos
y para las que contaban con personas cualificadas para el desempeño de la tarea; y, señorías, estoy
convencido de que hubieran contribuido y prestado un gran servicio al país.
En cada una de estas
propuestas —muchas de ellas previamente exigidas por Unidas Podemos en la negociación y
posteriormente descartadas por ellas mismas cuando ya habían sido aceptadas por el Partido Socialista—
hemos demostrado una noble voluntad de acuerdo. Desde la cooperación al desarrollo a la Agenda 2030,
la pobreza infantil, la economía social, el reto demográfico, universidades, cultura, ciencia, agricultura…
Propuestas para la formación de un Gobierno de coalición que el señor Iglesias fue rechazando una tras
otra. Señorías, nunca antes desde la restauración de la democracia en nuestro país se había ido tan lejos
en este ámbito entre dos fuerzas de izquierdas; tampoco de otro signo político. Nunca. No conozco
precedente alguno en el que un dirigente se sienta humillado ante la oferta de una vicepresidencia del
Gobierno o de un ministerio del Gobierno de España.
¿Alguien considera una humillación ser vicepresidente
del Gobierno de derechos sociales? ¿Es humillante ser ministro o ministra de sanidad y consumo del
Gobierno de España? ¿Es humillante serlo de vivienda y de economía social? ¿Es humillante ser ministro
o ministra de igualdad de un Gobierno progresista? Señor Iglesias, puede que no sea lo que usted
deseaba, pero le hemos ofrecido una propuesta respetuosa, correcta y sensata. (Prolongados aplausos).
Una oferta más que razonable, teniendo en cuenta que en su formación, como consecuencia de su
juventud, no hay experiencia alguna de gestión a nivel estatal y que los Gobiernos por definición deben
ser ejecutivos y compactos. Por tanto, la segunda constatación, señorías, es que no hay humillación.
Hay una oferta de una vicepresidencia social del Gobierno de España y de distintos ministerios de hondo
alcance social.
Señorías, la tercera constatación es que yo aspiro —y así lo han respaldado los españoles—
a presidir el Gobierno de España, pero no a cualquier precio ni cualquier Gobierno. Debo estar
convencido de que dirijo un equipo plural, diverso, pero marchando en una única dirección, y debo tener
la certeza de que cada responsable de un departamento cuenta con la capacidad para gestionarlo.
No
se puede poner la Hacienda pública, el dinero de los españoles, en manos de alguien que no ha
gestionado jamás un presupuesto. Podré acertar o equivocarme, como cualquier persona, pero intento
formar un Gobierno de personas competentes y capaces de dirigir sus departamentos en beneficio de
los españoles y las españolas. (Aplausos).
Y todo lo que se le ocurre, señor Iglesias, para acallar el
clamor de quienes desde dentro de su organización y desde fuera de su organización le piden un
acuerdo, es hacer una propuesta en tiempo de descuento antes de esta segunda votación de investidura,
diciendo que quieren un ministerio de trabajo para derogar la reforma laboral y subir el salario mínimo
interprofesional, como si no supiera que la derogación de la reforma laboral y la subida del salario
mínimo interprofesional dependen de un órgano que es colegiado, el Gobierno de España, y también de
sus señorías, el Poder Legislativo. (Aplausos).
Sigue, señor Iglesias, sin querer entender que hace
falta un Gobierno, un Gobierno, un Gobierno coherente y cohesionado, no dos Gobiernos en un
Gobierno, señor Iglesias. (Aplausos).
El lunes, el señor Iglesias dijo que si no llegaba a un acuerdo como el que él exigía, —y cito
textualmente—, yo nunca sería presidente del Gobierno. Le diré algo, señor Iglesias: si para ser presidente
del Gobierno tengo que renunciar a mis principios (varios señores diputados: ¡Oh! ¡Oh!), si tengo que
formar un Gobierno a sabiendas de que no será útil a mi país, entonces usted está en lo cierto, yo no seré
presidente ahora.
He renunciado a cosas muy valiosas para mí antes que renunciar a mis convicciones.
Si usted me obliga a elegir entre la Presidencia del Gobierno de España que no serviría a España o bien
optar por mis convicciones, yo no tengo ninguna duda, elijo mis convicciones, elijo proteger a España.
(Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados del Grupo Parlamentario Socialista
y del Gobierno en funciones, puestos en pie).
Gobernar, señor Iglesias, es pisar tierra firme. Gobernar
es pasar del no nos representan a querer representar a muchos, con un propósito, que es ser útil a la
ciudadanía y, sobre todo, a aquellos que más sufren. Gobernar es encarar la realidad.
La izquierda útil es
la que gana y sirve a la gente y cambia las cosas. ¿De qué sirve una izquierda que pierde incluso cuando
gana? (Aplausos). ¿Qué va a hacer, señor Iglesias? ¿Esto es lo que quiere para España, solo porque las
cosas no han salido como usted trataba de imponerlas? ¿Esa es su amenaza? ¿Va a unir, aunque sea
con la abstención, su voto a las derechas y a la ultraderecha para impedir, nuevamente, que haya un
Gobierno progresista? ¿Va a volver a hacerlo, señor Iglesias?
Cuarta constatación. Señor Rivera, señor Casado, pertenezco a un partido orgulloso de sus 140 años
de vida; un partido que no huye de la realidad, que aspira a transformarla y, por eso, somos un partido de
gobierno; un partido que trabaja día a día desde miles de alcaldías y gobiernos autonómicos en todo el
país; un partido que cohesiona España, porque está presente en todo el territorio, señor Casado: en el
ámbito rural, en el ámbito urbano, en Cataluña, en Euskadi, en las dos Castillas, en los archipiélagos.
Yo
no podría ser candidato a presidir el Gobierno de mi país si mi partido no fuera capaz de tener ni un solo
concejal de más de 2600 electos en Euskadi, señor Rivera. Yo no me atrevería a ser candidato a presidir
el Gobierno si tuviera mi fuerza parlamentaria en la segunda comunidad autónoma con más población del
país, señor Casado, Cataluña, una única diputada entre los 48 diputados a elegir. (Aplausos).
Señorías, he querido ser leal a mis principios. He cumplido con el encargo tanto del jefe del Estado
como también de la ciudadanía, el pasado 28 de abril, de someterme a este debate de investidura. Es un
honor haberlo hecho en nombre de los más de siete millones y medio de los españoles que votaron al
Partido Socialista el pasado 28 de abril. Pero también es un honor y un orgullo en nombre de muchos otros
que, desde otras preferencias ideológicas, quieren que haya Gobierno en España.
Y permítanme en este
punto dirigirme directamente al conjunto de la ciudadanía, a quienes nos miran en sus hogares para
decirles lo siguiente: España ha superado unida las peores crisis de su historia y volverá a hacerlo esta
vez.
España ha derrotado unida los peores pronósticos y vaticinios, y volverá a hacerlo esta vez. España
ha vencido unida los mayores desafíos y retos, y volverá a hacerlo esta vez. Pase lo que pase en el día
de hoy, ocurra lo que ocurra en esta votación, España puede contar con el Partido Socialista para eso,
para unir a la sociedad y nunca para enfrentarla.
Es en su nombre, como fuerza más votada el pasado 28 de abril, en el que les pido su confianza para ser investido presidente del Gobierno, el mayor honor que
puedo asumir como ciudadano, como español y como demócrata.
Gracias. (Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados del Grupo Parlamentario
Socialista y del Gobierno en funciones, puestos en pie).
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