viernes, 21 de octubre de 2016

DISCURSO JAVIER FERNÁNDEZ SENADO 18 OCTUBRE



“Buenos días compañeros, compañeras. No podía imaginar que iba a volver como presidente de una Gestora en el momento más vertiginoso para el partido, y digo vertiginoso porque lo que siento –y sé que vosotros también- es vértigo viendo como tanta gente que cree en la política, gente que está esperando que le demos una oportunidad para votarnos, ha contemplado el espectáculo de enfrentamiento y lucha cainita que culminó en aquel Comité de una extraordinaria tensión, que produjo una corriente eléctrica que corrió por la espina dorsal y por las entrañas mismas del partido.

Y yo he venido hoy antes de nada a deciros, a los senadores sobre todo, que vuestra función es seguir trabajando exactamente igual que hicisteis hasta ahora, porque vuestra obligación, nuestra obligación es que los problemas que podamos tener en el ámbito interno en ningún caso interfieran en el normal funcionamiento de las instituciones.

Y he venido también a deciros que la función de la Gestora es llevar a este partido a un nuevo congreso, y a un congreso que yo he escuchado llamar ‘de reconstrucción’ y que creo realmente que es la palabra ajustada: reconstrucción, porque hay que reconstruir discursos, reconstruir ideas, reconstruir proyectos y reconstruir liderazgos y hay que hacerlo porque el edificio político del Partido Socialista está muy dañado. 

Está muy dañado, pero conservamos el solar y eso resulta esencial, y os aseguro que es lo más importante. No quiero hacer analogías con los momentos más dramáticos que ha vivido esta organización, pero recordad que, tras la guerra, el Partido Socialista debilitado por la derrota, cuarteado, dividido por el exilio y habiendo tenido que recorrer un desierto político calcinador de 40 años, fue capaz de ser uno de los actores políticos fundamentales para pasar de un país atrasado, autárquico, pobre y dictatorial, a uno abierto, cosmopolita, moderno y democrático. Y una vez en el Gobierno, ese fue el partido que concretó en España las promesas modernas.

Y lo hicimos porque fuimos capaces de reconstruirlo, es decir de pensar, de conectar con nuestra antigua base social, con nuestros valores, porque somos más que unas siglas y que una organización; nosotros somos una tradición, una historia, una cultura de partido y unas lealtades que están aquí incrustadas en la memoria.

Por eso lo hicimos, y lo hicimos con responsabilidad, cambio, solvencia, moderación y con un discurso para el conjunto de España como espacio público de ciudadanía compartido en el que, como no se podía centralizar la identidad, tampoco se podía centralizar el poder. Y esos fueron los materiales, esos fueron los ingredientes que hicieron que el PSOE volviera a ser un partido grande.

Y ahora lo tenemos que volver a hacerlo, tenemos que reconstruir en un momento extraordinariamente difícil, en el que se habla de la de crisis de la socialdemocracia, que es en realidad la crisis de la política. 

La política se ha divorciado del poder, la política tiene menos poder y hay fuerzas económicas y financieras que flotan en un magma, en un espacio de flujos aterritoriales y despolitizadas, sin ningún tipo de control, sin ningún tipo de regulación. Y hay políticas que ya no se pueden hacer desde un solo país y Europa, que inventó todas las fórmulas institucionales que ahora mismo tienen vigencia universal, está confusa cuando tienen que inventarse a sí misma y no sabemos si avanza o retrocede, si nace o aborta. Y además, existe una insoportable tensión política y social entre Cataluña y el resto de España.

Y ese es el panorama que tenemos, al margen de un contexto político con unos adversarios, fundamentalmente con nuestro adversario natural, nuestro antagonista natural que es el Partido Popular, que es la derecha, que ha demostrado en estos cuatro años que tiene un proyecto político, ideológico, profundamente reaccionario. 

Reaccionario en lo económico, reaccionario en lo social, en lo fiscal, con la ley mordaza, en lo laboral, en la escuela, en la provisión de los servicios públicos. Un partido además, con unas arterias morales muy endurecidas, que a veces quiere escribir su historia con tinta de calamar, pero está escrita con la tinta de la pluma de un elegante gerente. 

Un partido que su presidente parece ajeno, distante, de toda la cadena de corrupción de esa organización.

Pero es, reconozcámoslo, un partido correoso, un partido muy roqueño, que ahora mismo en un contexto de hegemonía política de la izquierda, ha conseguido ser por dos veces la fuerza más votada, y lo ha conseguido apelando a la división de la izquierda y al miedo a la radicalización de esa izquierda. Al miedo a la radicalización de esa izquierda. 

Ha sido capaz de inyectar miedo; miedo oficial, de diseño, hecho a medida, para luego presentarse ante los miedosos como la única fuerza política capaz de conjurar, capaz de parar la amenaza que los atemoriza.

Y en nuestro flanco izquierdo ha aparecido una fuerza política que ha sido capaz de conectar con el malestar social, con un estado de ánimo, y convertir la indignación en política. Una fuerza política que ha desplazado el eje político de izquierda- derecha a arriba y abajo, pueblo-casta, élites-ciudadanía. 

Un partido que pretende resolver el presente haciendo una enmienda de totalidad al pasado y que utiliza un lenguaje simplificador, emocional, sin argumentos, con adjetivos y la pretensión de ser hegemónico en la izquierda y de convertir al Partido Socialista en un partido subalterno, reducido a su mínima expresión electoral.

Y ese es el panorama que, a mi juicio, tenemos y el que debemos afrontar en un congreso al que debemos llegar sosegados y reflexionados.

Y, además de todo eso, hay alguna decisión que tenemos que tomar de inmediato. Alguna decisión, no, una decisión. Porque, recordad que en julio dijimos que jamás facilitaríamos un gobierno del Partido Popular, que jamás gobernaríamos con el apoyo de los independentistas y Podemos, y que jamás permitiríamos unas nuevas elecciones. 

Y lo seguimos diciendo, incluso después de que la incompatibilidad manifiesta entre Podemos y Ciudadanos demostrara que eso no era viable. Y seguimos diciéndolo por el ambiente de desconfianza que existía en el partido, por las razones que fueran. El caso es que, en lugar de diálogo, lo que tuvimos fue mutismo. Mutismo que se transformó en un silencio mineral. El peor silencio, el que se resigna a callar, quizá porque pensábamos que aquel “NO es NO”, en realidad se convertiría en “de entrada NO”, al menos los que tenemos ya una memoria bastante dilatada.

Y los responsables fuimos los dirigentes. Donde yo me siento muy responsable. Fuimos los dirigentes por no encarar el problema y debatirlo con lealtad y con sentido crítico.

Seguimos con aquel planteamiento del “NO es NO” y fue como si ese debate estuviera prohibido y ahora no podemos cerrarlo en falso. Tenemos que hablarlo, tenemos que debatirlo, y debemos hacerlo ahora, porque cuando hubiéramos debido hacerlo no tuvimos ni diagnóstico, ni reflexión, ni realismo.

Y, tengamos claro, por si alguien todavía piensa en ello, que no hay alternativa posible. Es decir, que no podemos hablar de un gobierno con Podemos y Ciudadanos porque los dos se manifestaron antagónicos y dijeron que no era posible y en política lo que no es posible es falso. 

Y tampoco podemos hablar de un gobierno con Podemos y los independentistas porque, en ningún caso, quienes estamos comprometidos con el conjunto de la comunidad política podemos gobernar esa comunidad con los que tienen como planteamiento básico fragmentarla. Y mucho más, como cuando ahora están en un planteamiento insurreccional contra la Constitución y las leyes.

Por tanto, hablar de que hay alternativa es solamente la hoja de parra para ocultar que lo que hay es una disyuntiva. Lo que hay es una elección entre la abstención o las elecciones. Eso es lo que hay. Y sobre eso debemos de discutir, porque si no lo hacemos estaríamos faltando el respeto a la gente y, por tanto, también a la verdad.

Y debemos hacerlo, sabiendo que estamos en el territorio del mal menor, que ninguna de las soluciones es buena. Debemos hacerlo conscientes de que abstenerse no es apoyar. Eso solo se corresponde con una idea muy predatoria de la política. Debemos hacerlo sabiendo que la abstención solo es posible en democracia cuando no hay ninguna alternativa. 

Debemos hacerlo siendo conscientes de que si hubiéramos tenido un gobierno con Podemos seríamos cambio y si nos abstenemos seremos casta. Hacerlo pensando que se puede ser el primer partido de la oposición y no ser alternativa de gobierno. 

Hacerlo considerando que los ciudadanos no quieren elecciones y que van a señalar a aquella fuerza política que entienden que genera al bloqueo, y siendo conscientes de que lo más probable es que unas elecciones lo que digan es cómo, cuándo y con cuántos diputados va a gobernar la derecha.

Eso es lo que hay que discutir y hay que hacerlo sabiendo que aquí nadie tiene la verdad absoluta, ni el monopolio de las buenas intenciones. Hay que hacerlo como compañeros y no como bandos enfrentados en el partido que, como ayer, hoy y mañana, debe seguir marcando el rumbo político del país.

Nada más. Muchas gracias compañeros”.

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