Señor Presidente, Señorías, Sr. Candidato a la presidencia del Gobierno.
Intervengo en nombre del Partido Socialista Obrero Español. Lo hago en representación de una
organización que nació a finales del siglo XIX y que tiene 137 años de historia al servicio de
España y de los españoles. Les hablo en nombre de un partido fundamental para traer las
libertades, consolidar la democracia y modernizar un país que vivía ajeno a Europa.
La historia de la libertad y de la democracia en España no se explica sin el PSOE. Pero lo más
importante es que la pequeña historia de millones de hombres y mujeres, tampoco se explica
sin las políticas y los Gobiernos socialistas. Un partido imprescindible para hacer realidad las
aspiraciones, ilusiones y demandas de justicia y bienestar de los españoles.
Los socialistas estamos hoy aquí para cumplir con un deber, un deber que asumimos con
convicción.
El tiempo de que acabe la política de los partidos y empiece el tiempo de la política
para los ciudadanos. Todos los partidos somos responsables de la etapa de bloqueo institucional
vivida en el último año, todos. Pero hoy, todos los ciudadanos van a ver que los socialistas
somos los responsables de poner fin a esta situación, a este bloqueo, a esta parálisis.
Y lo
hacemos por coherencia porque ha sido siempre nuestro compromiso con España y con la
democracia. Siempre que España y la democracia nos han necesitado, nosotros los socialistas
siempre hemos estado ahí, en nuestro sitio.
Mire señor candidato, no es una crítica personal y además es sobradamente conocida. Sr. Rajoy
usted no nos gusta como presidente del Gobierno porque no nos gustan sus políticas, pero sí
nos gusta este país y nos gusta la democracia que tenemos y nos gusta lo que hemos conseguido
juntos y pensamos que hoy España nos necesita.
No podemos ni queremos permitir que los
serios problemas que padecen los ciudadanos estén bloqueados por el puro egoísmo, por el
egoísmo de ningún partido.
Han sido 312 días de Gobierno en funciones, dos elecciones generales en el plazo de seis meses,
dos sesiones de investidura fallidas con dos candidatos de distintos partidos.
Pero lo peor es que
el año transcurrido desde entonces ha supuesto la prórroga de las políticas que ustedes
iniciaron en diciembre de 2011. Hombres y mujeres con caras concretas, con nombres y
apellidos, de todas las edades, han visto cómo la mera prolongación de sus decisiones tomadas
durante los cuatro años anteriores, les mantenían en una situación insoportable. En primer
lugar a los 4.300.000 desempleados y a los millones de españoles en riesgo de pobreza.
Hoy son más que hace un año los desempleados sin cobertura, de los que usted no dijo nada
ayer. Son más que hace un año los pensionistas a los que se exigen copagos farmacéuticos, que
usted no dijo nada ayer sr. Rajoy o los enfermos en lista de espera, de los que usted no dijo nada
ayer sr. Rajoy.
Hoy son más que hace un año los trabajadores en situación de precariedad, con menos salario y
más jornada impuestos unilateralmente por los empresarios y usted tampoco no dijo nada ayer.
Son más que hace un año los jóvenes obligados a dejar sus estudios universitarios por el efecto
acumulado por la reducción de las becas y su cuantía y un coste insoportable de las matrículas
para las familias. Y usted tampoco se acordó ayer de ellos.
A nuestro juicio estas situaciones son el efecto de las decisiones de un Gobierno presidido por
usted, Sr. Candidato. Y ese hecho ni queremos ni podemos olvidarlo.
En términos institucionales, el último año de bloqueo político, ha dañado el funcionamiento
normal del Estado y de este mismo Congreso, al negarse el Gobierno al control parlamentario.
Han sido meses de una Administración paralizada, sin decisiones políticas de fondo y ausencia
radical, salvo este último mes, de diálogo con las Comunidades Autónomas. Otro año en el que
se ha dejado correr la riada del alejamiento entre Cataluña y el resto de España, sin otra
iniciativa que el recurso a los tribunales, por otra parte legítimo y obligado.
Tanto en las elecciones de diciembre como en junio fuimos la segunda fuerza más votada.
Ustedes ganaron las elecciones. Reconocimos su victoria, Sr. Rajoy, y dijimos que era su tiempo.
Sin embargo, en enero usted rechazó asumir el encargo que le había planteado el Jefe del
Estado. A nosotros nos pareció irresponsable y en alguna ocasión se ha mostrado orgulloso de
esa decisión. Afortunadamente, tras esa dejación de sus responsabilidades, Pedro Sánchez, de
forma valiente y responsable, asumió el encargo de intentar formar Gobierno, y lo hizo con
todas sus consecuencias, sabiendo de antemano la dificultad profunda de esa misión.
El pacto que suscribimos para formar un Gobierno reformista y de progreso, no sirvió para
superar con éxito el proceso de investidura subsiguiente. Tuvo en contra la coincidencia del
Partido Popular y de Podemos, que pensaron que cualquier cosa era mejor que darle la
presidencia de Gobierno al candidato socialista, a un socialista.
Creo sinceramente que para
algunos la cuestión no era el contenido ni del acuerdo que habíamos firmado ni de nuestro
programa electoral ni del programa de gobierno, la cuestión era la aversión a que un socialista
encabezase el Gobierno de España.
Como dijimos entonces, no esperábamos otra cosa que un No del PP. Era lo coherente con su
condición de principal alternativa al Gobierno que propugnamos.
Pero si hoy estamos aquí es
también porque Podemos sumó sus votos al PP para impedir la andadura de un gobierno
presidido por un socialista. Y eso no va a ser fácil olvidarlo y eso no se va a borrar y eso lo van a
recordar millones de ciudadanos durante muchísimos años. Miren señorías, yo sé que esto
duele y duelo recordarlo. Sobre todo para aquellos que van de héroes de la izquierda pero
impiden que hoy tengamos un presidente de la izquierda al frente del Gobierno de España.
Aquel habría sido un Gobierno de cambio, de cambio social, económico, fiscal, político,
institucional. Si me apura incluso, sr. Rajoy, de cambio moral y de forma de gobernar Podría
haber sido un gobierno de cambio reformista y de progreso, destinado a darle la vuelta a las
políticas de la derecha. Pero algunos optaron por no apoyar un gobierno que abría las puertas a
recuperar derechos, deshacer recortes, suprimir privilegios y perseguir la corrupción, tan
necesario perseguir la corrupción.
Creo que se hizo por intereses partidarios y con el objetivo de
celebrar unas nuevas elecciones y ganar al PSOE. Pero no lo lograron: no nos ganaron ni
sumando las siglas de muchos partidos diferentes. Eso sí, desgraciadamente la izquierda
retrocedió en esta Cámara. Sólo el PP se benefició de esa repetición de elecciones.
Tras las elecciones de junio y fracasado su primer intento de investidura, estuvimos dispuestos
de nuevo a asumir la presentación de una alternativa política que supusiese el desbloqueo y la
constitución de un gobierno. Tampoco entonces fue posible. Porque el único gobierno posible,
uno del PSOE con apoyo de Ciudadanos y Podemos, no podía hacerse realidad por los vetos
entre esas formaciones. Y el resto de las combinaciones no eran deseables para la estabilidad
del Gobierno de España.
Lo digo abiertamente: no creemos que se pueda gobernar España con
los votos de quienes en este momento quieren separarse de España.
Mi grupo ha expresado en esta Cámara en múltiples ocasiones su voluntad de dialogar con
todos los grupos parlamentarios para resolver los graves problemas territoriales que hay en este
país.
También con los grupos que se declaran abiertamente independentistas o que han llegado
a la independencia hace tan solo unos años. Claro que sí, dialogar, dialogar hasta la saciedad.
Hemos dicho, incluso, que el diálogo debe llegar hasta a la reforma parcial de nuestra
Constitución para, en ese proceso, revisar nuestro modelo constitucional con una perspectiva
federal.
Pero una cosa es dialogar y buscar acuerdos y otra muy distinta es gobernar e iniciar
una legislatura con los apoyos de quienes han puesto plazo a un referéndum de
autodeterminación.
La consecuencia de dos investiduras fallidas es que este debate, que se celebra cuando quedan
cuatro días para que concluya el plazo para elegir un Presidente del Gobierno, se vea
objetivamente limitado a decidir entre dos únicas opciones: o dar paso a la convocatoria de
terceras elecciones o desbloquear la situación, lo que irremediablemente supone, y quiero
hablar muy claro, permitir la investidura del Sr. Rajoy, que nosotros nunca hemos deseado,
mediante la abstención.
Esto es lo que podemos hacer y no otra cosa: o abstención o elecciones.
Hoy ya no valen los
brindis al sol en favor de una mayoría distinta que, una y otra vez, se niega con los hechos y con
las actitudes. No engañemos a nadie. Las alternativas de la Cámara se han reducido a resolver la
disyuntiva de: o abstención o elecciones.
Las razones que insistentemente hemos recordado durante estos diez interminables meses para
no confiar en usted, Sr. Rajoy, siguen estando vivas. Sobre todo después de escucharle ayer por
la tarde. Son razones que hablan de recortes, limitación de derechos, pasividad frente a la
pobreza o la desigualdad, insensibilidad, falta de reacción ante la corrupción o inmovilidad
política.
Razones que recuerdan el olvido de los trabajadores que, con su reforma laboral, viven en la
precariedad, sin derechos y sin la protección de la negociación colectiva; olvido también de los
pensionistas, de los enfermos sin tratamiento, de los dependientes sin ayudas, de los becarios
sin recursos, de los jóvenes forzados a emigrar o de los investigadores abandonados a sus
suerte que tienen que irse de España.
Razones que constatan la falta de compromiso con la auténtica igualdad entre mujeres y
hombres y la escasa convicción a la hora de desarrollar una política integral y con medios
suficientes para luchar contra la violencia de género.
O su permanente amenaza al derecho a la
interrupción voluntaria del embarazo.
Razones que guardan relación con un sistema fiscal cuya desigualdad usted ha favorecido
porque grava injustamente a las rentas del trabajo frente a las del capital y la riqueza, también castigando el acceso a la cultura, amparando el fraude mediante amnistías vergonzosas, o
sobreviviendo a costa de esquilmar el fondo de reserva de la seguridad social.
Razones que tienen que ver con la voluntad de mantener indultos vergonzosos, aforamientos no
justificados, restricciones de derechos, obstáculos al acceso a la Justicia o abandono de la
jurisdicción universal en la reforma de la Ley de enjuiciamiento criminal.
Razones que siguen teniendo presente su “yo no vi, no oí, y nada tengo que decir” ante los casos
de corrupción que han afectado y siguen afectando gravemente a su partido, sr. Rajoy.
No insistiré mucho en esto, pero es financiación ilegal, obstrucción a la justicia, son
responsabilidades políticas que no se han asumido.
Y ayer, usted dijo que nadie puede presumir
de infalibilidad. Pero, Sr. Rajoy, ¿qué tiene que ver la infalibilidad con intentar anular el juicio de
la Gürtel? ¿Qué tiene que ver la infalibilidad con que su representación procesal haya intentado
anular un juicio en el que están implicados muchísimos altos cargos de su partido?
Yo se lo digo
yo: no tiene nada que ver, Sr. Rajoy.
Razones que se basan en un espeso silencio ante el deterioro de nuestra convivencia; pasividad
ante el riesgo cierto de una crisis del Estado; un triste papel secundario en una Unión Europea
cada vez más encerrada en sí misma. Y de la que usted ayer no habló, cuando necesita muchas
reformas. Reformas profundas para gobernar la globalización que nos afecta.
Razones que denuncian la tibieza con la que el Gobierno ha afrontado el compromiso de España
con la acogida a los refugiados que huyen de la guerra. O de los inmigrantes que vienen a
España y quieren integrase, o el desapego a la hora de defender y promocionar los derechos
humamos. De nuevo, ni una sola palabra sobre Derechos Humanos en su intervención.
Después de enumerar todas estas razones le adelanto que nuestra voluntad es darle la vuelta a
esas políticas, haciendo valer la composición de la Cámara para cambiarlas.
Y que su actitud, creo que psicológicamente no es la adecuada, aunque sí usted lo dice. Usted
dice: ofrezco diálogo. No, Sr. Rajoy, no es que usted ofrezca diálogo, es que el diálogo se
impone. Es que el diálogo es absolutamente necesario.
Es que sin diálogo usted no puede sacar
adelante la tarea de Gobierno.
Usted ayer decía: “Le remito al Diario de Sesiones para ver cuál es el programa con el que me
presento”. Y a mí me parece bien. Es una cuestión de economía procesal. Podemos leer el Diario
de Sesiones. Pero también es otro error. Es que el programa del mes de agosto usted solo lo
podrá llevar a cabo si esta Cámara decide que lo lleve a cabo.
Porque esa puede ser su voluntad,
pero usted el sábado va a tener 170 apoyos y, por lo tanto, solo podrá llevar a cabo ese
programa, el que usted presentó en el mes de agosto, si busca apoyos suficientes.
También tenemos otro tipo de razones, que son las razones que no aluden a sus políticas sino a
la forma en que usted ha ejercido la Presidencia del Gobierno y que ustedes han ejercido en la
labor parlamentaria: el ejercicio del poder.
Y los diez meses de su actuación como Gobierno en funciones no nos han hecho cambiar de
opinión sino, más bien, reafirmarnos en la misma.
¿Por qué se ha afianzado la desconfianza? Señorías, porque usted ha reclamado su derecho
exclusivo a formar Gobierno por ser el partido más votado en un sistema parlamentario y eso no
es así, Sr. Rajoy.
Porque su primer reconocimiento de que no podrá cumplir compromisos
electorales, de que tendrá que revisar leyes y decisiones aprobadas en los últimos años sólo por
ustedes, de que se verá obligado a pactar día a día, ha tardado en hacerlo 308 días. Fue el
viernes pasado, y fue desde Bruselas. Lo reconoció allí. Aquí ya en esta tribuna ayer se desdijo
un poco, porque fíjese.
Dijo usted casi textualmente: “Perseverar en la política económica y no
dar marcha atrás en las reformas que se han aprobado”. Ese es el problema, Sr. Rajoy, que la
perseveración en esas políticas ha causado muchísimo sufrimiento y que nosotros no vamos a
consentir que se persevere en esas políticas. Esa es la cuestión: la perseveración en lo que ha
pasado en los últimos cuatro años.
Por eso, se lo repito, Sr. Rajoy, con toda claridad: usted no tiene ni nuestra confianza ni nuestro
apoyo, máxime después de haberle escuchado ayer por la tarde.
Y, para dar testimonio de ello, el Grupo Socialista va a votar hoy, un claro no a su investidura.
Será la expresión de que todos los socialistas españoles consideramos que no es usted el
Presidente de Gobierno que necesita España.
Como he dicho nos sobran las razones para no confiar en Vd. Pero no hay razón para mantener
el bloqueo político y llevar a los españoles a unas nuevas elecciones.
Porque los socialistas también sabemos que ustedes tienen tras de sí ocho millones de
conciudadanos que les han apoyado; tiene 137 diputados y diputadas; un acuerdo con
Ciudadanos y Coalición Canaria que les proporciona 170 votos en esta Cámara. Y, con estos
datos, también sabemos que si los socialistas votamos NO el próximo sábado, vamos a
elecciones obligadas porque los grupos con los que los socialistas estaríamos dispuestos a llegar
a acuerdos no quieren llegar a acuerdos.
Por eso nos vamos a abstener en la votación del próximo sábado, para evitar unas terceras
elecciones que los españoles no merecen. Este país no merece unas nuevas elecciones para
tranquilizar ninguna conciencia. Esa creemos que es nuestra obligación, en primer lugar con el
interés de los ciudadanos, y también con las instituciones y con nuestra democracia.
Para nosotros, señorías, ésta es, está siendo una decisión cuya dificultad no creo necesario
exagerar desde esta tribuna.
En estos meses, muchos socialistas hemos defendido con convicción un voto negativo al
candidato del Partido Popular. Con convicción, muchos socialistas defendemos una abstención
ante la candidatura del Señor Rajoy como único medio para evitar nuevas elecciones. Todos los
que hemos defendido una u otra opción éramos socialistas, lo defendimos como socialistas y
seguimos siendo socialistas.
Señorías, todos deberíamos tener claro el desastre que suponen unas terceras elecciones.
En las segundas, en las del mes de junio, ya votaron un millón de ciudadanos menos que en las
de diciembre. La participación en estas últimas elecciones es la más baja de la historia: 66.48%.
Eso significa desafección, eso significa alejamiento, eso significa hartura de todos nosotros.
También así lo acreditan los datos del CIS: en diciembre de 2015 los ciudadanos que calificaban
la situación como buena o muy buena eran el 6 por ciento, y actualmente es el 1 por ciento. En
diciembre de 2015 los ciudadanos que calificaban la situación política como mala o muy mala
eran el 63,1 por ciento, ahora son el 87,1 por ciento.
Es evidente que unas terceras significarían una vuelta de tuerca en la misma dirección y, con
ello, más desafección hacia unas instituciones necesitadas de ganar afecto y recuperar
credibilidad.
A los ciudadanos ya les hemos dicho dos veces que se habían equivocado en su voto y, al menos
hasta hoy, estábamos dispuestos a pedirles que volviesen a votar para ver si esta vez coincidía
su voto con nuestras aspiraciones electorales de cada uno de nosotros.
Pero, de verdad, ¿alguien cree que ir a votar por tercera vez en un año no tiene consecuencia
sobre la fortaleza de nuestras instituciones? ¿Sobre la credibilidad de esta Cámara?
Pues yo les digo que sí, que fragiliza nuestro sistema democrático.
Cuestiona la utilidad de las instituciones.
Que debilita nuestra imagen y nuestro peso en el mundo.
Claro que tiene consecuencias prolongar cuatro o seis meses más el ejercicio de un Gobierno en
funciones que no puede atender a las necesidades básicas de funcionamiento de un Estado.
Desde luego que tienen consecuencias unas nuevas elecciones. ¿Quién nos garantiza que no
habremos de acudir a unas cuartas? ¿Y por qué unas quintas? ¿Seguiremos así hasta que alguien
consiga los objetivos electorales que se ha marcado?
No es un argumento retórico.
Ya lo enuncie en mi intervención en el debate de investidura del
mes de marzo: lo que las elecciones de diciembre y de junio han puesto de relieve es que los
españoles de hoy no están dispuestos a dar mayorías aplastantes o destacadas de unos frente a
otros y, en consecuencia, que el tiempo de las mayorías absolutas se ha ido para no volver.
Seguramente por una temporada muy grande. Y lo coherente con esta afirmación es adoptar
decisiones que traduzcan en respuestas concretas lo que los ciudadanos han expresado en las
urnas.
Y, en el día de hoy, esto se traduce en impedir nuevas elecciones y poder posibilitar una
investidura.
Si su investidura se produce, Sr. Rajoy, este Parlamento va a vivir una transformación intensa. Ya
no será el acompañante más o menos dócil de la actuación y las decepciones de su Gobierno
No. Se convertirá en el árbitro real de la política en España. Será aquí donde finalmente se
decida, como nunca se había hecho hasta ahora, la trayectoria del país.
Usted se encontrará, a partir del lunes, al frente de un Gobierno en minoría parlamentaria.
Ya
no dominará el Parlamento a su antojo. Lo que triunfará será una mayoría de la que usted
carece y que, ya le adelanto, en muchas ocasiones, se articulará muchas veces en torno al Grupo
Socialista.
Tendrá que discutir y pactar todo cuanto traiga a la Cámara si es que quiere aprobarlo. No va a
resultar fácil Señor Rajoy, porque para hacerlo posible tendrá usted que dejar de ser Rajoy. Me
explico: más vale que deje usted de actuar como nos tiene acostumbrados.
Ayer lo dijo, lo que no sé es si está dispuesto a aplicarlo.
No se equivoque. La investidura la
conseguirá el sábado, la gobernabilidad dependerá de su voluntad de buscar acuerdos en la
Cámara, y la estabilidad estará condicionada por su capacidad para no quedarse aislado y frente
a todos, que es lo que le ha pasado en los últimos cuatro años.
Ayer habló de estabilidad presupuestaria y dijo: “El Gobierno está obligado a cumplirlo y la
Cámara a respetarlo”. Y yo le digo, es el Gobierno, a partir de ahora el que está muy obligado a
respetar a la Cámara cuando traiga cualquier ley, sea el techo de gasto o sean los Presupuestos,
si es que usted los trae, que ya le adelanto que es muy difícil, Sr. Rajoy, que nosotros apoyemos
esos Presupuestos.
No los conocemos, pero si son la continuidad de los Presupuestos que
ustedes han venido trayendo durante cuatro años no tendrá el apoyo del Grupo Parlamentario
Socialista a esos Presupuestos.
Nuestra abstención le permitirá a usted formar Gobierno pero no es un apoyo a su Gobierno ni a
sus políticas. Usted sr. Candidato y ustedes, señores y señoras diputados del Partido Popular, no
van a tener nuestro apoyo para llevar adelante su programa electoral, para imponer sus recetas
ideológicas, para cumplir con promesas electorales que sólo benefician a unos pocos y
perjudican a la mayoría, ni para satisfacer a los sectores más recalcitrantes de su partido o de su
electorado.
Tendrán que conseguir la gobernabilidad en esta Cámara semana a semana, votación tras
votación.
Y usted, Sr. Rajoy, tendrá que defender la estabilidad del Gobierno de España con instrumentos
insólitos hasta ahora para usted por falta de práctica, por falta de uso: diálogo, negociación,
cesiones, acuerdo y pacto. Y esa maquinaria la tendrá que engrasar rápidamente porque ya
hemos visto en las últimas semanas que no están acostumbrados a eso.
Nosotros vamos a ejercer desde el mismo momento en que se produzca la investidura el papel
que nos han encomendado los ciudadanos, que es el de la oposición, el del primer partido de la
oposición. Buscaremos desde el comienzo de la legislatura las mayorías necesarias para mejorar
y recuperar la cohesión social, la cohesión territorial y para mejorar y recuperar la salud de
nuestra democracia y de nuestras instituciones.
En concreto propondremos:
- crear un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos;
- suprimir las reválidas e impulsar un Pacto de Estado por la Educación que derogue la LOMCE. Me voy a detener en esto un momento señor Rajoy, usted ayer ofreció un pacto educativo y nos dio un plazo de seis meses. Pero ayer cientos de miles de estudiantes y familias salieron a las calles y plazas de toda España en contra de las reválidas. Y yo creo que usted tiene que escuchar ese clamor como lo tiene que escuchar toda la Cámara y, por lo tanto, de acuerdo al diálogo para ese pacto –por cierto, votaron en contra de una comisión para la creación y para el diálogo de ese pacto antes de ayer en el Senado, propuesta por Ciudadanos no por el Grupo Socialista-. Pero miren, antes de empezar esos trabajos, antes de llegar a esos seis meses de trabajo para un pacto educativo que derogue la LOMCE, que es lo que nosotros proponemos, señor presidente paralicen las reválidas, comprométase hoy, comprométase ya a paralizar las reválidas.
- reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años;
- reducir el IVA cultural; ha estado castigada la industria cultural durante todos estos años señor presidente.
- suprimir el copago farmacéutico que ustedes aprobaron para pensionistas y enfermos crónicos;
- aprobar una ley de igualdad salarial de mujeres y hombres que también reconozca a todas las trabajadoras, en el momento de su jubilación, un bonus de dos años de cotización por cada hijo;
- impulsar un gran Pacto de Estado contra la violencia de género;
- aprobar un permiso de paternidad, como derecho autónomo, intransferible y de igual duración que el de maternidad;
- aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación y una Ley de muerte digna;
- prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción;
- crear una Comisión de investigación sobre la financiación irregular del PP –que ustedes han pactado con Ciudadanos y que nosotros tenemos registrada en esta cámara con anterioridad- y poner en marcha la comisión de investigación sobre el uso partidista del Ministerio del Interior, que ya está aprobada
- derogar las normas restrictivas de derechos y libertades públicas;
- garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE; y la viabilidad y la calidad de ese servicio público
- reformar el sistema de nombramientos para los órganos constitucionales y los organismos reguladores, para evitar su condicionamiento por los partidos políticos y garantizar su neutralidad.
La labor de oposición no nos impedirá, nunca lo ha hecho, buscar acuerdos en las iniciativas que
el Gobierno presente, ni ofrecer consensos en políticas de Estado ni colaborar para el mejor
cumplimiento de los compromisos que el Gobierno haya asumido en nombre de España y que
nos vinculan a todos los españoles, eso sí, buscando el reparto de su coste para que no castigue
a los mismo de siempre, a los perdedores de la crisis, a los que ya han sufrido los embates de
esta crisis, a las clases medias y a los empobrecidos trabajadores.
También nos empeñaremos, prioritariamente, en tres objetivos.
- El primero coincide con uno que usted dijo ayer, revitalizar el Pacto de Toledo para asegurar tanto la estabilidad financiera del Sistema de Seguridad Social, como para garantizar el poder adquisitivo de las pensiones en unos años en los que usted reconoce que hay un crecimiento efectivo. Pero también les digo, mediante un sistema de reparto y solidaridad y, por lo tanto, mediante un sistema de transferencia de rentas entre generaciones.
- Segundo, la creación de una subcomisión parlamentaria para afrontar los serios desafíos presentes en la vertebración territorial de España, en particular con el objetivo de recuperar la normalidad institucional con Cataluña. Si ante la gravedad de la situación actual no actuamos con energía y determinación suficientes, el paso del tiempo y la sola aplicación de la ley no van a ayudar a resolver la situación. Construyamos en el marco constitucional un modelo sincero de reconocimiento y lealtades mutuas dentro de una nación con diversos sentimientos de pertenencia.
- Tercer objetivo. La adopción de las medidas necesarias para asegurar que nunca más las dificultades para la investidura de un nuevo Presidente del Gobierno deban resolverse mediante la repetición de elecciones. Para ello, propondremos de inmediato una reforma del artículo 99 de la Constitución que, manteniendo el papel del Jefe del Estado y el sistema de elección parlamentaria, acote temporalmente el proceso de investidura e introduzca mecanismos para asegurar la elección por mayoría del Presidente del Gobierno.
Nosotros tenemos 137 años de historia y de recuerdos. Desde 1891 en las instituciones. Y desde
1910 en esta Cámara. 137 años de escribir páginas gloriosas, de muchos aciertos y también,
como no, de algunos errores.
Siempre nos hemos guiado por los mismos valores y principios.
Y siempre hemos tenido claro
que, como nos recuerda el carné que llevamos los socialistas, “somos socialistas no para amar
en silencio nuestras ideas ni para recrearnos con su grandeza y con el espíritu de justicia que las
anima, sino para llevarlas a todas partes”. Y eso es lo que nos proponemos hacer aquí las
próximas semanas, meses y años.
En las encrucijadas históricas que hemos vivido a lo largo de nuestra historia, los socialistas
siempre supimos que la vieja alternativa entre ética de la convicción y ética de la
responsabilidad no conlleva que optar por la responsabilidad signifique renunciar a las
convicciones, y que asumir las propias convicciones no supone renunciar a la responsabilidad,
sobre todo, a la responsabilidad con las consecuencias directas de nuestras acciones para las
personas concretas, para los ciudadanos y ciudadanas de este país.
No fue fácil, pero en el 79 renunciamos al marxismo, contra la opinión de una parte de la
izquierda que nos acusó de traicionar nuestra ideología y a la clase trabajadora. Pero el tiempo
nos dio la razón.
No fue fácil, pero emprendimos una reconversión industrial que modernizó este país y lo
encarriló por la senda del progreso.
Y de nuevo nos acusaron de traicionar a los trabajadores,
pero el tiempo nos dio la razón.
No fue fácil, pero afrontamos la sostenibilidad del sistema de pensiones, y eso nos costó un
enfrentamiento con el sindicato hermano, y una huelga general, que supuso un desgarro en el
grupo socialista.
De nuevo, la llamada izquierda pura nos acusó de gradualismo traidor, pero el
tiempo nos dio la razón.
No fue fácil mantener a España en la OTAN, porque tuvimos que desdecirnos de nuestros
compromisos, y porque ni la derecha de entonces ni la llamada izquierda auténtica nos
ayudaron en aquella misión.
Pero el tiempo nos enseñó que estar en esa alianza era
determinante para que España cobrase peso y empezase a contar en el contexto internacional.
¿Alguien se imagina hoy a España en estos momentos fuera del Pacto Atlántico? El tiempo
también nos dio la razón.
No fue fácil proponer y firmar los dos últimos pactos contra el terrorismo, porque muchos no
entendían que después de la utilización de esta lacra, nosotros asumiésemos la responsabilidad
de orillar el terrorismo como elemento de confrontación partidaria, y aceptásemos que es el
Gobierno y solo el Gobierno el que dirige la política antiterrorista.
De nuevo algunos, hace
quince años y hace escasamente año y medio, nos acusaron de entregarnos a la derecha. Pero el
tiempo nos dio la razón y hoy casi todos estamos en ese pacto.
Nunca le fue fácil al Partido Socialista tomar decisiones de naturaleza compleja, siempre
escuchamos las mismas descalificaciones y amenazas, y casualmente siempre provenientes de los mismos sectores.
Pero el tiempo nos dio la razón. Porque liderar un país y un proyecto es
mucho más que ponerse detrás de una pancarta. Por cierto, también liderar la oposición es
mucho más que ponerse detrás de una pancarta.
Por eso, precisamente, nuestra abstención será un ejercicio de responsabilidad para que España
funcione y las instituciones democráticas no se muestren impotentes ante unos ciudadanos que
esperan nuestras respuestas y que expresaron su voluntad en dos ocasiones.
Pero con nuestro voto negativo en la sesión de hoy y nuestra abstención en la sesión del sábado
vamos a empezar a trabajar para construir una alternativa mayoritaria como Partido Socialista,
para en el futuro ser mayoría en esta Cámara; mientras tanto haremos valer con nuestros votos
políticas justas, sociales y modernizadoras.
No se equivoquen ustedes nuestra abstención no es
resignación, es un nuevo comienzo para construir una alternativa mayoritaria que sea el camino
más seguro para gobernar y para cambiar España. Hasta ese momento ejerceremos nuestro
papel de oposición firme y constructiva al servicio de nuestro país y de nuestros principios
centenarios.
Termino ya.
Cuando muchos militantes del Partido Socialista Obrero Español, millones de votantes socialista,
millones de personas que se sientes progresistas y la sociedad en general viven días y semanas
de zozobra, queremos mandarles un mensaje de confianza.
Mantendremos lo que nuestra historia nos ha enseñado, seremos fieles a nuestros valores y
responsabilidades, antepondremos las necesidades de nuestros conciudadanos a cualquier
interés partidario, conservaremos nuestro sentido profundo de servicio a los ciudadanos,
porque ellos son nuestra fuerza, ellos son nuestro destino.
Muchas gracias.
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